miércoles, 14 de julio de 2010

Re-thinking party (II): Poder relativo de empresas y profesionales

Otra ponencia llamativa del "Thinking Party" organizado por Fundación Telefónica fue la que, bajo el título "De empleados a profesionales" corrió a cargo de Andrés Pérez Ortega, experto en marca personal. Una ponencia ágil, arriesgada, provocativa y llena de humor.

El ponente habló poco de marca personal propiamente dicha, aunque ya muy al final marcó algunos pasos a tener en cuenta:
  • Clarificar objetivos
  • Especialización
  • Visibilidad
  • Insistencia
Pero el núcleo de la ponencia giró en torno a una, digamos, afirmación de los individuos, los profesionales, frente a las empresas y frente a las técnicas imperantes de gestión de recursos humanos, así como frente a la formación tanto básica como la impartida en escuelas de negocios.

Se aboga por el individuo, por su valía, por su iniciativa y hay momentos en que parece entenderse (quizá sea un error de percepción mía) que las empresas, al menos tal y como se conciben hoy día, pueden tener sus días contados.

Un discurso que, aunque atractivo e interesante, quizá pueda resultar algo excesivo en su expresión (¿una estrategia de marketing personal?).

No cabe duda de que conceptos como el de la marca personal, el del management 2.0, el renacer de la individualidad, etc son atractivos y son tendencias crecientes y a tener muy en cuenta, especialmente cuando hablamos de profesionales del conocimiento y de economía digital.

Sin embargo, creo que no conviene precipitarse.

¿Qué pasa cuando en lugar de trabajadores del conocimiento y de la economía digital, la economía de los bits, hablamos de la economía de los átomos, como diría Chris Anderson? ¿Qué pasa con las industrias intensivas en capital y en equipamiento? ¿Qué con la fabricación? ¿Qué fue de la eficiencia productiva? ¿Y de las grandes inversiones de marketing?

En otro orden de cosas, no sólo pensemos en profesionales fuertemente motivados, con altas capacidades intelectuales y buena formación. ¿Qué sucede con los trabajadores de inteligencia, habilidades, motivación o formación media o baja? ¿Cómo podrían defenderse en ausencia de empresas, en una economía de profesionales individuales en competencia entre sí?

¿Y qué sucedería en situaciones de incapacidad por accidente o enfermedad, cuando el profesional, por causas ajenas a su valía, no se encuentre en disposición de competir?

¿Y cómo gestionar las inversiones en infraestructura, en financiación a corto plazo, en formación o simplemente en negocios con riesgo?

Probablemente el propio ponente sea consciente de todo este tipo de consideraciones y limitaciones. En cualquier caso, quizá, más que de un triunfo del profesional frente a la empresa, y menos aún de una desaparición de esta última, estemos hablando de un cierto reequilibrio de poderes en el que existe una cierta tendencia, al menos en cierto tipo de actividades y sectores, a que el individuo, el profesional, gane poder relativo.

Probablemente, estemos hablando más de una evolución que de una disrupción.

Y en ese sentido, la tendencia hacia la afirmación del individuo y el imperativo de trabajar la propia valía e, incluso, la propia marca, para todo profesional motivado y que quiera ser dueño de su futuro, sí que están ahí.

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