Afirma Nassim Nicholas Taleb en su famosísimo libro "El cisne negro":
"lo que determina el sino de una teoría en la ciencia social es el contagio, no su validez".
Es una visión algo descreída y desesperanzada acerca de la propagación de ideas. No se trata de que una idea, una teoría, sea buena o mala, acertada o desacertada, original o no...lo que importa es que tenga eco, que se propague, que se contagie...y eso la convertirá en una teoría exitosa y aceptada como válida.
Esta misma idea se aplica a los éxitos literarios, musicales, a los referentes técnicos y científicos, a los líderes de opinión... Nos atrae lo exitoso, lo popular, lo reconocido. La fama se contagia y genera renombre ...y más contagio. Los éxitos se convierten en best-sellers, lo conocido en famoso, lo popular en omnipresente...y todo ello en una dinámica que se realimenta a sí misma por la vía de la viralidad, del contagio.
Es una dinámica que tiende a hacer más famoso lo famoso...y a hacer caer en el olvido lo poco conocido. Es un esquema del tipo "the winner takes it all" en que el éxito sonríe a lo exitoso.
Pero, en ese camino, se corre el riesgo de la desaparición de buenas ideas, de grandes teorías, de interesantes opiniones que, simplemente, no se contagiaron.
Y la web 2.0 parece afectada por esa dinámica. Los blogs populares son seguidos, enlazados, referenciados, incluidos en blogrolls y trackbacks...sus ideas se contagian con creciente intensidad y eclipsan el resto de pensamientos de la blogosfera.
¡Un momento!
¿No era la web 2.0 un fenómeno democratizador de las ideas? ¿No contribuía al aplanamiento del mundo?¿No era esto una meritocracia en que cualquiera podía ser popular y recibir atención si sus aportaciones merecían la pena?¿No habilitaba Internet la larga cola de las ideas y los contenidos digitales?
¿O es que el contagio precisa, para su inicio, de una chispa de calidad y mérito, para luego sucederse y crecer como una bola de nieve?
¿Son el contagio y la meritocracia fenómenos opuestos o complementarios? El contagio es el otro nombre de la viralidad. Lo que no está claro es si la viralidad sigue un patrón repetitivo y si, en caso de existir un patrón, éste favorece al mérito...o simplemente a la suerte.
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