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Parte de esos modelos se sustentan sobre dos mercados no monetarios... pero monetizables. Así lo expresa Chris Anderson en su libro 'Gratis':
"La Red está construida fundamentalmente sobre dos unidades no monetarias: atención (tráfico) y reputación (enlaces)", que se benefician ampliamente de la gratuidad de los contenidos y servicios. Y es una cuestión muy sencilla convertir cualquiera de esas dos monedas en dinero líquido, como pone en claro una ojeada al balance de Google."
Si recordamos algunos conceptos expresados por el propio Anderson, un bien tiene valor económico cuando es escaso (esto nos remite en realidad a las teorías económicas más clásicas) y puede ser gratuito cuando su coste marginal es cero o cercano a cero (lo cual se produce en situación de abundancia o en casos como la producción y distribución de bienes digitales que realmente apenas tienen coste).
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El propio Anderson se pregunta por las "reservas globales de atención". ¿Son finitas? ¿Escasas o abundantes? En un primer vistazo parecería que la capacidad de atención es muy amplia. Somos millones de seres humanos capaces de prestar atención a contenidos. Esto llevaría a pensar que la atención debería ser un bien gratuito. Lo cierto es que como individuos prestamos esa atención de forma gratuita...pero cuando se considera a nivel empresarial la atención es un bien preciado, escaso. Si se paga por hacer publicidad es porque se considera esa atención como un bien escaso. Quizá lo que ocurra es que la oferta de atención sea muy alta...pero que aún más alta sea la demanda de la misma.
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En el caso de la reputación, parece que si pensamos, por ejemplo, en los gurús, 'speakers', escritores, consultores, y profesionales similares, el conseguir una notoriedad en la red, una buena reputación, puede ser también monetizable en forma de conferencias, cursos, libros, consultorías, etc
Al final, esos mercados no monetarios son convertibles en dinero, y tanto empresarios como autónomos lo utilizan en ese sentido... aunque a nivel individual muchas personas valoren por sí mismos estos bienes y la satisfacción que de ellos se deriva sea paga suficiente sin intervenir nunca el dinero.
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