Existe la tentación, tal vez el mito, de creer que a un líder, o incluso sólo a un gestor, le basta con sus dotes de liderazgo o sus habilidades como gestor para dirigir a un equipo. Que los conocimientos específicos, comerciales, técnicos o de la naturaleza que sea, no son objeto de la actividad del líder, sino que debe delegarlos en el equipo.
Cuando esta situación llega a su extremo, cuando el líder, bien por haber alcanzado, como se dice, su nivel de incompetencia, bien por convencimiento, bien forzado por una política de rotaciones, bien por la necesidad de asumir un nuevo reto o rol para el que no está bien preparado, bien por cualquier otra circunstancia, desconoce profundamente la actividad que gestiona, hablaríamos del líder ignorante.
El líder ignorante es un líder que puede (o no) tener carisma, puede ser motivador, puede incluso dominar técnicas de gestión pura (dirección de proyectos, control de gestión, etc) pero lo que le caracteriza es que es profundamente desconocedor del área de conocimiento o la disciplina en que trabaja su equipo. Puede dirigir un equipo comercial sin nociones de marketing o ventas, puede ser un directivo de IT sin conocimientos ni de hardware ni de software, puede dirigir una unidad de recursos humanos sin nociones sobre formación, selección, capital humano o gestión del cambio.
¿Es el líder ignorante un verdadero líder?
Puede serlo, pero bajo circunstancias favorables. Puede ser un buen líder si es capaz de transmitir entusiasmo y cohesionar a un equipo en el sí que abunde el conocimiento y el talento (el que no tiene su líder) así una cierta cultura de generosidad para entregarlo y compartirlo. Puede ser un buen líder en situaciones de crisis extrema donde es más importante ser resolutivo que perfecto. Puede ser también un buen líder a corto plazo cuando la inercia del equipo le hace funcionar correctamente y el líder sólo se cuida de la motivación, la comunicación o detalles menores.
Pero, en general, un líder ignorante tiene un déficit que le puede pasar factura. Está, en definitiva, en aprietos.
No parece necesario, puede que ni siquiera aconsejable, que en una economía del conocimiento en que nos encontramos, en un entorno de alta innovación o tecnología, en un entorno de cambios acelerados, el líder deba ser realmente un profundo experto de su área de actuación.
Sin embargo, un nivel medio de conocimientos y una experiencia previa parecen ingredientes convenientes para poder orientar al equipo, para poder tomar decisiones con basamento, para no cometer errores por falta de criterio, para poder moderar discusiones de naturaleza técnica en el seno de su equipo... e, incluso, para ganarse el respeto de los colaboradores.
El líder ignorante, que carece de esos conocimientos, ese criterio, ese respeto, y puede que hasta esa seguridad en sí mismo, vive en la cuerda floja...
Y su unidad también...
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