A veces pudiéramos pensar que los sueños, las aspiraciones, tienen un punto de irrealidad, de fantasía, de escapismo y que las personalidades soñadoras, por tanto, tienen poca cabida en el mundo empresarial.
Y eso, quizá, puede ser cierto en empresas maduras o en áreas de la empresa que trabajan en la ejecución diaria del negocio buscando el máximo de eficiencia, los resultados inmediatos, los indicadores, los números.
Pero en el mundo acelerado actual, en un mundo en que las tecnologías avanzan a velocidad vertiginosa, que los actores incumbentes y sus modelos de negocio se ven constantemente amenazados por la disrupción, que nada parece seguro, necesitamos soñar, es el momento para soñar.
Y necesitamos soñar porque los sueños, la creatividad y las aspiraciones son fuente de innovación y en un mundo en constante movimiento, se necesita como motor de la estrategia y la competitividad, la innovación continua.
Es cierto que esos sueños deben ir acompañados de objetividad, capacidad de análisis y, sobre todo, capacidad de ejecución para poder convertirlos en realidad y producir resultados de negocio. Pero antes de hacer esos resultados es preciso soñarlos.
Así que, un buen consejo es intentar conseguir que nuestros equipos sean soñadores porque, como nos dice Tom Kelley en 'The art of innovation':
If your staff is regularly dreaming up creative ways to advance your company, you're sure to break through eventually.
Así es. No todos los sueños se harán realidad. A veces, porque serán disparatados. A veces porque no llegaron en el momento oportuno. A veces nuestra incapacidad para hacerlos realidad. Pero no se puede hacer realidad un sueño inexistente, un sueño que no ha sido soñado
Así que, si queremos tener alguna probabilidad de mejorar profundamente, de dar un salto cualitativo en nuestros resultados, de hacer una innovación profunda, lo primero es soñar esa innovación.
Soñemos. Tendremos mucho trabajo al despertar.