Muchas son las funciones de una marca, pero en este artículo me detendré brevemente en una que me interesa desde un punto de vista no sólo de marketing sino también cognitivo.
Afirma Andrés Pérez Ortega en su libro 'Marca personal. Cómo convertirse en la opción preferente.', lo siguiente:
"Una marca reduce la incertidumbre a la hora de tomar una decisión"
En efecto, como tantos otros mecanismos de etiquetado o de connotación, la marca tiene un valor cognitivo, es un método en cierto modo de aprendizaje y de comportamiento eficiente de nuestro cerebro.
Mediante nuestra experiencia, mediante lo que otros nos comunican o mediante, y ahí se encuentra la responsabilidad del marketing, lo que la publicidad nos transmite, asociamos a una marca unas cualidades, unos valores, unas ventajas y desventajas.
Una vez que asociamos esos valores a una marca la parte consciente de nuestro cerebro abdica de mayores razonamientos y comienza a elegir conforme a los valores inconscientes asociados a esa marca.
Aunque, quizá, eso hace que nuestro cerebro y, por ende, nuestras decisiones de compra sean en cierto sentido manipulables (y, de nuevo, ahí entra la función de la publicidad), es también un potente mecanismo de eficiencia cognitiva. Al igual que con el tiempo automatizamos todas las acciones y movimientos asociados a la conducción de un vehículo y así convertimos en sencilla y natural una actividad inicialmente muy compleja, de la misma forma al asociar valores inconscientes a las marcas, automatizamos y simplificamos la elección de productos y servicios.
¡Qué interesante es nuestro cerebro!
lunes, 27 de diciembre de 2010
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