Por algún motivo no consigo llegar a interesarme del todo acerca del caso Wikileaks. No consigo que me interese conocer todas las presuntas miserias desveladas acerca de los comportamientos del ejército y de las autoridades norteamericanas u otros políticos y figuras poderosas de aquel país o de otros sobre los que se ha desvelado información. Menos aún me interesa, si soy sincero, profundizar en las acusaciones vertidas contra el fundador, Julian Assange, y que han conducido a su detención.
No niego la importancia y la gravedad de los hechos. Es más, creo que tienen potencial para marcar un antes y un después, para generar cambios políticos y legales por un lado e impactar, por otro, en la cultura y comportamientos en la red.
Creo que se trata, más bien, de una falta de identificación, de un cuestionamiento profundo de las causas y, sobre todo, de los métodos que unos y otros actores, unos y otros apoyos, utilizan en esta guerra que se libra en los medios, en los tribunales y en la red.
En un debate en que, dejando al margen por un momento las nada desdeñables implicaciones en cuanto a legalidad y seguridad, nos centramos, sobre todo, en la problemática de la libertad y de la ética, el caso Wikileaks. me ofrece pocas o ninguna respuestas y me abre, más bien, un largo abanico de dudas, una larga serie de preguntas y cuestionamientos, una revisión de postulados y creencias.
Si hablamos de las torturas y de los asesinatos desvelados, si son ciertos, y no parece que hayan sido desmentidos, no hay debate posible. Sólo cabe el rechazo.
Y, a este respecto, sólo me asaltan dos preguntas.
La primera es si realmente la publicación en Internet es el camino para su castigo y enmienda, si no existían tribunales o instituciones de justicia, norteamericanas o internacionales, donde denunciar los hechos, si la publicación en Wikileaks de las evidencias de estas acciones sólo buscaba justicia o si añadía otras motivaciones.
La segunda tiene que ver con una cierta asimetría. Por desgracia, creo que las torturas y los asesinatos injustificados probablemente sean situaciones lamentablemente comunes en todo tipo de guerras y conflictos armados, en todos los paises y regímenes. Sin embargo, al centrarse las filtraciones sólo en el caso de EEUU ¿no se está cometiendo un agravio comparativo? ¿No se está demonizando a una nación y un gobierno concretos, dejando sin mácula a muchas otras naciones y gobiernos que, probablemente, y por desgracia, sigan métodos parecidos?
Mucho más cuestionable me parece lo relacionado con la publicación de los famosos cables del Departamento de Estado con las embajadas. ¿De verdad son relevantes y objeto de debate público los mensajes que se intercambian los diplomáticos? ¿De verdad tiene un sentido ético desvelar el contenido de estos mensajes? ¿No se está invadiendo, no ya sólo la seguridad o la imagen de los políticos y los estados, sino casi la intimidad y honorabilidad de las personas implicadas? ¿No existe un alto grado de descontextualización de estos mensajes que genera una probablemente exagerada percepción negativa acerca de sus protagonistas? ¿Resistiría, no ya un diplomático, sino cualquier persona normal y corriente, cualquier ciudadano honrado, semejante acoso y publicación descontextualizada de, por ejemplo, sus comunicaciones telefónicas, correos electrónicos o conversaciones privadas? ¿Dónde está la intención ética detrás de esta publicación? ¿Dónde el límite entre la libertad de expresión y el derecho a la intimidad y al honor de las personas e instituciones?
Si me detengo ahora en la detención de Julian Assange la verdad es que me es difícil saber qué pensar. Lo cierto es que resulta cuando menos llamativo que esta detención, por motivos que nada tienen que ver, al menos sobre el papel, con Wikileaks, se produzca justo en el momento de mayor auge del escándalo. Da que pensar y no he podido evitar recordar el famoso caso de Al Capone y su detención por evasión de impuestos en lugar de por los crímenes más graves que realmente había cometido. La justicia debería determinarlo, pero parece como si los supuestos delitos sexuales de Julian Assange pudieran ser su particular evasión de impuestos con las fuertes, fortísimas dudas, eso sí, acerca de si Julian Assange realmente ha cometido algún tipo de delito con las acciones de Wikileaks y de si existe algún fundamento real para las acusaciones de índole sexual que sobre él se vierten. Sin embargo, y en el lado contrario, asumir directamente su inocencia, exonerarlo sin juicio de cualquier tipo de culpa, elevarlo casi a la categoría de héroe y exigir por ello su libertad, como he visto en bastantes medios de Internet, ¿no es una forma de juicio sumarísimo, aunque en este caso sea exculpatorio? ¿No merecen la gravedad de los delitos que se le imputan un proceso justo? ¿No es, cuando menos precipitado, convertirlo en héroe y casi en referente moral?
Otro capítulo merecen los ataques de denegación de servicio que se han producido estos días, por un lado, contra la propia web de Wikileaks. Por otro, los ataques contra las páginas de organizaciones que han retirado su apoyo a Wikileaks, como PostFinance, PayPal o MasterCard. Estamos hablando de libertad y ética ¿no? ¿No son estas empresas libres de tomar sus decisiones, nos gusten o no? ¿Qué forma de ética es esta, qué libertad de expresión, cuando se ataca a una web simplemente por no estar de acuerdo con la forma de proceder de la organización que la sustenta? ¿No es esto una forma de imposición de la propia voluntad, de tomar la justicia por la propia mano? ¿No es ésta una pulsión autoritaria? ¿Es moralmente lícito y coherente atacar, en nombre de la libertad, a una empresa porque toma una decisión que no es de nuestro gusto? ¿Y qué decir de los efectos colaterales, del daño provocado a terceros por estos ataques? Y, aunque es cierto que la gravedad de unos efectos y otros no son comparables, ¿con qué autoridad moral se inicia una guerra cibernética y se generan daños colaterales, con qué autoridad moral se puede luego denunciar los daños colaterales de otras guerras más sangrientas?
No consigo llegar a interesarme del todo acerca del caso Wikileaks. Pero cuando lo hago, cuando le dedico algún tiempo, alguna lectura o algún pensamiento, no me convence lo que observo, ni por un lado ni por otro. Cuando me intereso, me asaltan muchas dudas y cuestiones acerca de la ética que hay detrás de las acciones de unos y otros, muchas preguntas acerca de si hemos alcanzado una ética 2.0, si realmente la libertad de expresión, el empoderamiento de las personas, la democratización de las opiniones y los pensamientos que prometía el mundo 2.0 eran esto.
Y tiendo a pensar que no. Que no hemos alcanzado una ética 2.0 a la altura de lo que la explosión de Internet y los medios sociales requerirían. Que todavía, al menos en el caso de Wikileaks, aunque se utilicen las tecnologías y los medios 2.0, nos movemos, aún, en una ética 1.0... o puede que ni eso alcancemos.
lunes, 13 de diciembre de 2010
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