En al artículo anterior, 'Un poco de teoría sobre mundos pequeños', pasábamos revista a ciertos fundamentos teóricos de los mundos pequeños, ese tipo de redes en que, a pesar de la gran cantidad de nodos, su tipología de conexión hace que desde cualquier nodo se pueda alcanzar otro cualquiera con un número pequeño de saltos, típicamente los famosos seis grados de separación.
Entre las redes que se ajustan a este modelo se encuentran las que explican fenómenos epidémicos o genómicos...y también Internet.
Los mundos pequeños favorecen la propagación rápida de fenómenos y pueden estimular el conocido efecto mariposa, el hecho de que una pequeña acción en un punto pueda tener grandes consecuencias en otro.
Esta cualidad de los mundos pequeños puede ser negativa cuando consideramos, por ejemplo, las enfermedades y las pandemias. Los mundos pequeños favorecen, en efecto, la propagación de virus.
Sin embargo, especialmente cuando nos enfocamos hacia Internet y hacia fenómenos sociales, los mundos pequeños pueden aportar un halo de esperanza. Cada individuo, cada persona, en una sociedad que actúa por mor de la conectividad como un mundo pequeño, puede ser capaz de influir en el resto de la humanidad.
Así lo expresa Ricard Solé en su libro 'Redes complejas':
"Por otra parte, esta capacidad de propagar cambios nos dice también que nuestras acciones, aunque tengan lugar a pequeña escala, pueden alcanzar a todo el sistema. Nuestra sociedad en red hace cada vez más posible que pequeños cambios desencadenen grandes fectos. Cada uno de nosotros, empleando adecuadamente lo que la red le ofrece, puede participar en la historia y en su devenir."
Toda una llamada a la responsabilidad... pero también a la acción y, sobre todo, a la esperanza.
Una forma interesante de ver el impacto del individuo en el mundo a través de la red. La verdad es que es así como son las cosas: una vez algo llega a Internet, puede empezar a crecer desde un ámbito muy pequeño hasta ser de dominio totalmente público. Y tenemos una gran responsabilidad con ello.
ResponderEliminarHola, Adrián.
ResponderEliminarEn efecto, el poder multiplicador de Internet es enorme...y como cualquier cosa que supone un poder, implica una responsabilidad.