lunes, 16 de diciembre de 2019

En Pulse: Filósofos digitales o la cara tecnológica del humanismo digital


Nos interesa, claro, y mucho, pero quizá no sepamos del todo qué es exactamente eso del humanismo digital.

Sí sabemos que es un movimiento, quizá mejor una inquietud fundamentalmente intelectual, que es ecléctica y que surge el interés tanto en la tecnología, especialmente la tecnología digital, como en las llamadas, no sé si de forma del todo afortunada, humanidades: la filosofía, la psicología, la ética, el derecho…

Sí sabemos, también, que parece surgir, al menos en parte, debido a las fuertes implicaciones filosóficas, éticas y legales que tienen algunos de los desarrollos tecnológicos más avanzados, muchos de ellos procedentes del campo digital, como la inteligencia artificial, el machine Learning, el big data o la robótica, y otros del ámbito biológico como la genómica.

Se trata, o se debería de tratar, de un movimiento ecléctico, unificador de muchas áreas de conocimiento: filosofía, derecho, psicología, biología, tecnologías de la información, ingeniería.

En esta visión ecléctica hay dos polos claros. Por un lado tenemos el lado humanístico, donde creo que dominan la filosofía (especialmente la ética), la psicología y el derecho, aunque no tiene por qué quedar excluida ninguna otra rama del saber.

Y por otro está o debería estar, el lado digital, las tecnologías de la información, el mundo digital donde, quizá, lo que más retos humanísticos plantee sean la inteligencia artificial, la robótica y el big data (o, si se prefiere, todo lo que tiene que ver con el uso de los datos).

Sin embargo, digo que debería estar esa cara tecnológica, porque creo que no siempre se encuentra presente. Y no sé cómo entender un humanismo digital que desconoce o desconfía de lo digital, un humanismo digital que, en el fondo, es sólo humanismo y olvida la cara digital.

Aunque existen intentos muy sinceros de entender el mundo digital y sacar de él lo mejor para la humanidad no sólo en lo relativo al progreso material, que es bastante indudable, sino también al beneficio social y personal, también percibo dos tendencias que considero desvirtúan y devalúan al humanismo digital: el temor y la ignorancia.

Hablo del temor en referencia a esa orientación del humanismo digital que sólo ve en la tecnología una amenaza, que sólo es capaz de vislumbrar lo negativo o peligroso, que considera a la tecnología como algo opuesto a la humanidad y el humanismo.

La otra tendencia, que creo que actúa en muchos casos como causante o refuerzo de la anterior, es aquella que habla de humanismo digital, pero ignora por completo en que consiste realmente la tecnología digital: sus fundamentos, su estado real, las previsiones razonables de evolución, sus usos reales y realistas.

Quisiera con este artículo, precisamente, reivindicar la cara digital del humanismo digital. Los nuevos desarrollos tecnológicos plantean, sin duda, retos y peligros, debemos definir el uso ético de la inteligencia artificial y de la genómica, conseguir la equidad de los algoritmos (o, más bien, de su entrenamiento y los datos usados para ello), definir los límites éticos y legales del uso de los datos personales, definir cuál debe ser el comportamiento de los robots autónomos (incluyendo vehículos autónomos y drones) ante peligros para los humanos, definir a nivel legal la responsabilidad ante accidentes de equipos autónomos, acordar y regular el uso ético de la genómica y la modificación genética de las personas… y así un largo etcétera. Pero que existan esos retos, incluso en algún caso esos peligros, no justifica ni la condena ni el temor irracional a la tecnología.

Cualquier tecnología, cualquiera, empezando por las mismas piedras usadas en flechas y hachas en nuestra prehistoria, ha traído consigo peligros, pero también, y sobre todo, han sido las bases sobre las que se ha construido el progreso humano, el progreso inicialmente material, pero con base en el cuál nos hemos podido liberar para desarrollar el pensamiento, las artes, la política, la filosofía, las humanidades. Definitivamente, la tecnología ha sido siempre una gran aliada del hombre en todas sus facetas, incluidas las conocidas como humanísticas.

Si hemos de ser humanistas digitales, no debemos de temer a la tecnología, sino todo lo contrario: conocerla, entenderla y apoyarla. Y, eso sí, reconducirla si es necesario, en los aspectos que puedan resultar más polémicos o peligrosos, y todo ello para el mejor provecho de la humanidad en su conjunto y en todas sus facetas.

Y un primer paso para no temer a la tecnología y para no descalificarla injustificadamente, es conocerla. No puedo entender cómo intelectuales, de la rama que sean, y no digamos ya si se trata de aspirantes a humanistas digitales, pueden ignorar los fundamentos mínimos de la tecnología que tanto temen. No digo que deban conocerla en profundidad. Es imposible saber de todo y la tecnología puede no ser tu especialidad, ni siquiera tu interés, pero no es válido, no al menos intelectualmente y casi diría que éticamente, criticarla o temerla desde la ignorancia, una ignorancia que, ocasiones, parece, incluso, orgullosa de sí misma.

La filosofía, por historia o prestigio, parece ocupar un lugar central entre las humanidades. Y Filosofía, como es bien sabido, etimológicamente significa ‘amor a la sabiduría’. Si hemos de ser humanistas digitales, seamos filósofos digitales y demostremos esa filosofía, ese amor a la sabiduría, ocupándonos de ser sabios también en lo digital.

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Artículo publicado en Pulse el 16/12/2019 y en Medium en la misma fecha
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