En realidad es volver sobre lo ya conocido, lo tantas veces descrito... y quizá no tantas aplicado.
Cuando se emprende una transformación de compañía, un cambio de importancia, la respuesta habitual de una parte de la organización es el escepticismo. Los grandes cambios, los proyectos ambiciosos, son difíciles de creer.
No se puede, por tanto, apostar a muy lejos, a un futuro remoto que muchos creen que no va a llegar. Para vencer la desconfianza, para ganarse a una organización, es preciso hacer ver que el cambio es posible, es cercano... y es real.
Y esa es la labor de los quick win: un resultado, un primer hito, de relativamente corto plazo pero de importante impacto.
Se trata de demostrar, de pasar de las palabras a los hechos. Así nos lo recuerdan George Westerman, Didier Bonet y Andrew McAfee en su libro 'Leading digital', hablando, este caso, de transformación digital.
earning the right to engage the organization is about getting results fast. You will need to stop telling, and start showing, early.
¿El valor de los quick, wins, pues? Resulta evidente, y nos lo recuerdan los mismos autores:
Quick wins are a good way to motivate believers and to silence naysayers.
Aunque de impacto real en el negocio, un quick win tienen un valor quizá más intangible, como herramienta de gestión del cambio, como arma de liderazgo...
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