El debate es de sobra conocido.
¿Deben las empresas permitir el uso de redes sociales en horas de trabajo? ¿Distraen a los profesionales o les mantienen actualizados? ¿Son útiles para la compañía las relaciones que en ese entorno se establecen? ¿Se deben permitir sólo por 'humanidad'? ¿Son una versión digital del tiempo del bocadillo o el cigarro?
Probablemente haya opiniones para todos los gustos y, probablemente también el resultado dependa, siquiera parcialmente, del tipo de actividad del empleado, de su responsabilidad, de su motivación, etc
Pero hay voces que claman que las redes sociales son muy útiles en el entorno profesional como una forma de estimular las relaciones, de compartir conocimiento, de obtener nuevas ideas e informaciones, de potenciar, quizá, una inteligencia colectiva.
En esa línea, resulta interesante la cita que de un artículo de Brendan Koerner en la revista Wired en 2010 hace Brian Solis en su libro 'The end of business as usual'.
Esta es la cita:
Studies that accuse social networks of reducing productivity assume that time spent microblogging is strictly wasted. But that betrays an ignorance of the creative process. Humans weren't designed to maintain constant focus on assigned tasks. We need periodic breaks to relieve our conscious mind of the pressure to perform- pressure that can lock us into a single mode of thinking. Musing about something else for a while can clear away the mental detritus, letting us see an issue through fresh eyes, a process that ccreativity researchers call incubation.
La línea de razonamiento de este autor es muy básica, muy simple, y quizá por ello muy convincente. Las personas necesitamos periodos de descanso, de un cierto cambio de contexto. Por eso se recomiendan duraciones limitadas en las clases, pausas entre largas horas de estudio, áreas de expansión en las oficinas y... si, por qué no, acceso a redes sociales, especialmente al microblogging.
Ese tiempo de asueto, esa liberación mental, aunque de forma directa parezca una pérdida de tiempo, aumenta tanto la productividad como la creatividad en su conjunto. En lo relativo a ésta última, me atrevo a recordar, de nuevo, cómo las redes sociales nos ponen en contacto con otras personas, con ideas, con noticias, con fuentes de información, con lo cual aparte del descanso mental que suponen, pueden añadir el plus del estímulo por nuevas informaciones.
Quizá lo intangible de la mejora de creatividad juegue en desventaja, en el aprecio de gestores y gerentes, frente a la evidente dedicación de tiempo de la jornada laboral a actividades no estrictamente profesionales..
Pero vale la pena concederle al menos el beneficio de la duda ¿no? Vale la pena dar oportunidad a los profesionales de demostrar que son capaces de un uso responsable y creativo de las redes sociales en el trabajo.
¿Nos atrevemos?
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