La innovación y el éxito se ven diferentes a toro pasado.
Como lector asiduo de libros de 'management', me doy cuenta de que, especialmente en los libros de origen americano (la mayoría, por tanto) se producen ciertas confluencias de estilo, de formas de narrar, ciertos lugares comunes.
En general, se tiende a contar la historia del emprendedor, o de la empresa, o de la metodología, de una forma que hace pensar que las ideas estaban muy claras desde el principio, que el protagonista era resiliente hasta rozar la heroicidad, que asumió decisiones difíciles y, además, que de alguna forma todo sucedió de una forma casi planificada y en una aparentemente lógica secuencia de causas-efectos.
El estilo de narración, dicho de una forma muy simplificada es ''nuestro héroe hizo esto y sucedió lo otro que es exitoso" o "se aplicó está técnica y se tuvo éxito", es decir, se narra mediante una conjunción copulativa 'y' que sugiere una relación causa efecto que, en realidad, no tiene por qué ser tal. La relación entre lo que se hizo y lo que pasó pudo tratarse de una correlación donde la causa real sea una tercera no identificada o, incluso, una mera coincidencia afortunada de circunstancias que condujeron al éxito. Pero esa presunta relación causa-efecto, no demostrada, se ve reforzada por el hecho de que los protagonistas de esos libros de 'management', evidentemente, tuvieron éxito en sus empeños.
La conclusión explícita o implícita es que la forma correcta de actuar es la que usaron esos heroicos protagonistas. Es una forma de narración que resulta atractiva y efectiva, y estoy seguro de que la mayor parte de la audiencia queda convencido de esa relación causa efecto. Pero no es una narración rigurosa.
Siempre me he preguntado qué pasaría si nos contasen la historia de los que fracasaron. Y siempre he pensado que, en muchos casos, aquellos que fracasaron hicieron muchas cosas parecidas a los que triunfaron con lo que la lógica de esas sugeridas relaciones causa-efecto quedaría desmontada. Nos daríamos cuenta de que las estrategias que se nos ofrecen no son verdaderas recetas para el éxito, al menos no recetas en el sentido de que proporcionen seguridad de ese éxito. Probablemente veríamos que en el éxito de unos y en el fracaso de otro han intervenido otros muchos factores, algunos quizá muy puntuales y específicos del caso y entre los que, probablemente se cuenten también la personalidad de los triunfadores y una cierta casualidad afortunada, cosas ambas difícilmente procedimentables.
Al final, al igual que la historia la escriben los vencedores, el management lo escriben los triunfadores y eso hace que, aunque la historia de su éxito sea amena, interesante y probablemente ofrezca muchas áreas de aprendizaje y ejemplo, es algo arriesgado considerarla como un modelo que imitar a pie juntillas, una receta segura para nuestro propio éxito.
En un sentido parecido, aunque quizá no completamente igual, insiste Luis Pérez-Breva en su libro 'Innovar. Un manifiesto de acción' donde nos dice, por ejemplo:
Buena parte del lenguaje empleado para describir los conceptos de innovación está contaminado por el conocimiento de los desenlaces de las historias de innovación.
El profesor Pérez-Breva, en su propuesta, insiste mucho en huir de esa historia de la innovación como una historia de un éxito planificado y, a cambio, parte de unos presupuestos modestos en que el innovador inicia su camino a partir de sólo un presentimiento que, además, probablemente sea equivocado. A partir de ahí se inicia un viaje de aprendizaje en el que lo primero que debe centrar es el propio problema que quiere resolver mediante la innovación.
Afirma el autor que la innovación se reconoce ya al final del camino cuando el innovador, en efecto, ha encontrado un problema real y una solución igualmente real para ese problema. Y es en ese momento cuando el innovador, mirando hacia atrás, podría contar la historia de su éxito de innovación como si hubiera tenido desde el principio una visión y seguido luego unos pasos lógicos para realizarla. Pero, en el fondo, no sería la historia real ya que en esa realidad, el innovador actuó mediante ensayo, error, aprendizaje y ajuste.
Seguramente, exactamente igual que ocurre con la mayoría de emprendedores y directivos de éxito cuyas proezas llenan las páginas de los libros de 'management'.
Soy un firme defensor del método y la planificación, y lo que voy a decir a continuación no lo niega en absoluto, pero cuando nos movemos en terrenos desconocidos o de alta incertidumbre es preciso reconocer la necesidad de aprendizaje y ajuste y de que la planificación inicial será sólo un borrador de partida de lo que realmente ocurrirá.
El éxito y la innovación, vistos a toro pasado, pueden contarse, suelen contarse de hecho, como un camino recto, pero la realidad es que su trazado suele ser sinuoso y rodeado de trampas y barrancos. Y, cuando nos encontramos al inicio de ese camino, es peligroso pretender que existe una línea recta y empeñarse es seguir esa línea.
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