No puedo evitar pensar, con frecuencia, que el trabajo en grupo está sobrevalorado, que en muchas ocasiones parece no existir otra forma de trabajo que no sea en equipo, en reunión e interacción permanentes, sin dejar espacio para el estudio, el análisis, el pensamiento o el desarrollo individuales.
Parece como si el reservar espacio para el trabajo individual fuese una forma de rebeldía, o de falta de integración o yo que sé qué otra carencia de algún tipo de actitud o habilidad.
No puedo estar de acuerdo.
Pero esta mi apuesta por la utilidad e incluso necesidad del espacio individual, me genera cierta disonancia, no sólo con el ambiente que me rodea sino también con mi interés, perfectamente manifiesto en este blog, en todos los fenómenos de índole social, en la riqueza de la interacción y el diálogo, en la emergencia de fenómenos de todo tipo en las redes y en la inteligencia colectiva.
Por eso me resulta refrescante que precisamente uno de los gurús de la inteligencia colectiva, James Surowiecki, haga mención explícita a la necesidad de la reflexión y trabajo individuales.
En concreto, en un momento de su libro 'The wisdom of crowds', y hablando de reuniones y dinámicas de grupo, nos alerta sobre la necesidad, para la propia eficacia del grupo, de que cada persona no se deje arrastrar siempre por las opiniones ajenas y sea capaz de mantener la propia. Nos dice:
One key to successful group decisions is getting people to pay much less attention to what everyone else is saying.
Importante resaltar que Surowiecki hace esta afirmación no por algún tipo de defensa del individuo, una defensa de tipo psicológico o de dignidad. No. Lo hace en defensa del propio éxito del grupo como tal.
Y es que, recordemos que de las cuatro características de los grupos inteligentes que proponía el autor, una era la diversidad de opinión (que cada persona disponga de información privada incluso si eso lleva a opiniones excéntricas) y otra la independencia (que las opiniones de una persona no viesen determinadas por las del resto del grupo).
Más adelante, el autor examina el trabajo científico, un trabajo en que se caracteriza por una permanente colaboración e interacción...pero que sin embargo viene acompañado y precedido de un importantísimo trabajo individual. Y la productividad individual de cada científico es crucial para el éxito del conjunto. Así, Surowiecki afirma:
for a collaboration to be successful, it has to make each individual scientist more productive.
Y al hilo de esto cabe recordar la tercera de las características de los grupos inteligentes, a saber la descentralización, entendiendo por ello que las personas sean capaces de especializarse y extraer de alguna forma conocimiento 'local', de su entorno o trabajo, no del grupo.
Si se se analiza bien, de las cuatro características de los grupos inteligentes, tres de ellas, diversidad de opinión, independencia y descentralización, tienen que ver con la individualidad y sólo la cuarta, la agregación, es la que orquesta el trabajo individual para dar lugar a la inteligencia colectiva.
¿No ilumina esto cómo debe ser el trabajo en grupo? ¿No sirve esto para conciliar el valor del trabajo en grupo con la necesidad del espacio y trabajo individuales?
Para mí queda claro que sí.
El trabajo individual es valioso e incluso imprescindible porque es la conjunción de las aportaciones individuales lo que aporta valor.
El trabajo en equipo, la interacción laboral y social, actúa como multiplicador de las aportaciones individuales. Pero primero tiene que existir algo que multiplicar.
Trabajemos en grupo, sin duda...pero antes reservemos espacio para la reflexión y el trabajo individuales.
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