No tiene este artículo ninguna connotación política. No se le busque, por favor. Es sólo la constatación de una sorpresa...una agradable sorpresa, podríamos decir.
Tampoco se trata de un nuevo concepto económico como la economía de la atención, la economía del regalo o la economía del conocimiento, que en este mismo blog hemos comentado.
Hablamos del capitalismo, del puro y simple capitalismo.
Hay un momento en el libro 'The wisdom of crowds' de James Surowiecki en que éste habla de la cooperación y la explica analizando fenómenos como el de los impuestos o las propinas, situaciones en que se produce esa cooperación en que las personas tienen comportamientos que no se explican por su propio interés individual sino por un cierto interés global.
Y es en este capítulo en que se detiene a hablar de la confianza como fundamento de la economía.
Se remonta primero a tiempos antiguos en que los intercambios se realizaban persona a persona, cara a cara, y hace ver lo importante que resultaba la confianza para lubricar esa economía. Si uno no pudiese confiar en que el otro cumpliría sus promesas, su parte del trato, el intercambio se haría muy costoso, muy difícil. Serían necesarias investigaciones o precauciones previas que, en la práctica, anularían el comercio.
Y luego traslada esa misma idea a un intercambio mucho más masivo, aquel que tiene lugar cuando se impone la economía capitalista. Si ya en el intercambio uno a uno la confianza era importante, para el funcionamiento del capitalismo es absolutamente imprescindible, puesto que los intercambios son mucho más masivos y con personas o entidades a las que no se conoce personalmente. Imposible afrontar esa masividad y ese desconocimiento, si no existe una confianza en no ser engañado.
Así se explica el autor en un pasaje del libro:
Modern capitalism made the idea of trusting people with whom you had "no prior personal ties" seem reasonable, if only by demonstrating that strangers would not, as a matter of course, betray you.
El capitalismo extremo ha traído mucho dolor, sin duda, y la historia y los movimientos políticos y sociales han suavizado sus aristas hasta hacerlo mucho más humano.
Sin embargo, consuela y anima el comprobar que en su misma base se encuentra una virtud tan loable, tan humana y tan social como es la fe en las personas y los grupos. El capitalismo es, sorprendente y afortunadamente, una forma de economía basada en la confianza.
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