Pensamos que sostener una promesa es una virtud, casi una obligación moral, que fortalece las relaciones interpersonales. Aunque lo referente a moral es siempre dependiente del marco ético en que se mueva cada uno, en general se reconoce como virtuoso el cumplir las promesas y como reprochable el faltar a ellas.
Pero ¿se nos ha ocurrido pensar que, más allá de su valor moral, sostener las promesas tiene un valor económico... y una valor fundamental, además ?
Me llama la atención el razonamiento que al respecto hace Jaron Lanier en su libro 'Who owns the future?'
En efecto, el banco nos concede un crédito basándose en la promesa de que devolveremos su importe con los intereses...y esos intereses representan un aumento de valor, un valor reflejado en términos económicos. Contratamos un seguro basándonos en la promesa de que si ocurre el tipo de accidente o desgracia previsto en la póliza, la aseguradora nos compensará en los términos estipulados... y esa póliza que pagamos es un valor económico. Compramos por internet basándonos en la promesa de que la compañía que sustenta la página nos suministrará el producto o servicio solicitado...y pagamos y creamos valor por ese servicio...
Así sucesivamente, la confianza en que la otra parte cumplirá su promesa crea valor y ese valor justifica la actividad económica y la creación de un dinero que refleja ese valor creado.
Uno de los párrafos en que Lanier hace mención a este asunto es el siguiente:
Ordinary people can help create new money by making promises. You constrain the future by making a plan, and promise to keep it. Money is created in response, because in making that promise you have created value. New money is created to represent that value.
Como Lanier se fija en el fenómeno de Internet y del crowdsourcing (aunque creo que nunca utiliza este término) esa creación de valor, e indirectamente de dinero, lo traslada a las personas comunes...y probablemente tenga bastante razón.
La confianza en que la otra parte cumplirá su promesa es un engrase para el comercio y la economía, tanto en relaciones corporativas como en el caso de familias e individuos.
Aunque el razonamiento es esencialmente económico, no deja de transmitir un cierto mensaje de confianza en la humanidad y en su capacidad para crear planes y riqueza. Si el valor se basa en que las personas e instituciones humanas hagan planes, con base en esos planes realicen promesas y otros, confiando en esas promesas, estén dispuestos a pagar por ellas, habrá que concluir que el crecimiento económico y el desarrollo de la humanidad se basa en en la capacidad de la propia humanidad para hacer promesas fiables.
Por el contrario, si se pierde esa fe en la capacidad de planificar y prometer, nos estamos condenando al ostracismo económico. Así lo expresa Lanier:
To lose trust in the basic inception of wealth is to lose trust in the idea of human improvement. If all the value that can be already is, then market dynamics can only be about churn, conflict, and accumulation. Static or contracting economies make people cruel and shortsighted.
Quizá a la luz de todo este razonamiento, cobre algún sentido esa afirmación que dice de que la actual crisis es una crisis de confianza.Algo de eso parece existir, en efecto, en la base de esta crisis. Una pérdida de confianza aunque, quizá, en este caso, con cierta justificación ¿no?
¿Cumplió todo el mundo sus promesas? ¿Podemos creer en las nuevas promesas que se realizan? De la respuesta a estas preguntas, en realidad de la respuesta a la segunda, puede depender la recuperación económica...
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