Soy un firme defensor de los equipos reducidos, de los equipos integrados por pocos componentes pero plenos de talento y motivación. Esa es, creo, la mejor receta para la productividad, al menos en los trabajos de tipo creativo, intelectual o de gestión, trabajos muy dependendintes del rendimiento de las personas y no tanto de procesos, procedimientos, sistemas o maquinaria.
Los equipos grandes tienen necesidad de importantes refuerzos en materia de comunicación y coordinación, son más difíciles de alinear y motivar, y son más susceptibles de malos entendidos, solapes o gaps en la asignación y cobertura de actividades. Igualmente, se hace más difícil mantener en tensión creativa a un equipo de grandes dimensiones.
No debe ser esta una concepción extraña.
"agregar personal a un proyecto de software retrasado lo retrasa aún más"
Y no es esta la única ley o el único estudio al respecto.
El mismo autor nos menciona el estudio "Why projects fail: The effects of ignoring the obvious" (1986) de M.W. Hughes y cómo éste concluye que "ningún equipo falla por tener muy pocos miembros pero muchos fallan por tener demasiados miembros".
O el artículo de R.T. Keller "Predictors of the Performance of Project Groups in R&D Organizations" (1986) en que, por su parte, no observó ninguna relación significativa entre el tamaño del grupo y el rendimiento en el proyecto.
Parece, pues, que los estudios teóricos confirman mi percepción basada en la intuición y, sobre todo, en la experiencia: en lo que a proyectos y equipos de trabajo se refiere, el tamaño sí importa...pero es preferible el tamaño reducido.
No son, en el fondo, malas noticias para una época de recortes, crisis, y una casi angustiosa necesidad de austeridad y uso eficiente de recursos.
Paradójicamente, esa austeridad de recursos nos puede hacer mucho más productivos.
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