"percibimos la diferencia entre el lenguaje puramente comercial y las palabras sinceras".
De esta forma expresa Rick Levine el enorme déficit de sinceridad que el público percibe en los mensajes comerciales e institucionales de las empresas y corporaciones. Simplemente, se ven como antónimos, como conceptos opuestos: la sinceridad y la comunicación comercial.
Y, en cierto sentido, nos hemos acostumbrado y hemos aceptado que esto sea así. No esperamos de la publicidad que sea completamente sincera. Sabemos que sobrevende los productos, que oculta hechos, que sólo muestra la cara amable, que probablemente exista letra pequeña en lo que nos cuenta.
Y lo hemos aceptado...¿hasta ahora?.
Ahora tenemos Internet y la Web 2.0. Ahora muchas voces pueden expresarse. La comunicación y opinión sobre una empresa, sobre un producto o servicio, no proviene únicamente de la publicidad, la comunicación institucional o las relaciones públicas. Ni siquiera proviene únicamente de los medios de comunicación de masas.
En el mundo 2.0. el público puede opinar, puede hacer que su voz se escuche y que pese en decisiones de compra de terceros. Y este mundo 2.0 no sólo aporta tecnología y comunicación, sino que parece traer aparejados también una cierta cultura y unos ciertos valores.
Prosigue Levine, en esa línea:
"Autenticidad, honestidad y voz personal subyacen en gran parte de lo que más éxito tiene en la Web."
No sólo se trata solo, pues, de un imperativo ético para las empresas, sino de un interés comercial. Si las compañías quieren triunfar en el mundo 2.0, si quieren que sus mensajes lleguen al público y calen en él, deben empezar a adoptar voces más sinceras, más cercanas, más honestas.
Todo un cambio.
domingo, 16 de mayo de 2010
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