Lo veo con frecuencia...
Hemos asumido que vivimos en un mundo acelerado, un mundo en cambio rápido y constante, un entorno VUCA lleno de incertidumbres donde es preciso reaccionar... y hacerlo rápido, muy rápido.
Incluso hemos santificado la rapidez en forma de metodologías como agile o lean startup.
Y parece que en esa línea nos hemos convencido de que los ejecutivos deben decidir rápido, casi instantáneamente, sin datos, sin análisis, sin reflexión, sin medir las consecuencias...
¡Un momento!
¿Seguro?
¿Seguro que se deben tomar decisiones ejecutivas sin análisis y sin medir las consecuencias?
¿Seguro que la exigencia de la rapidez es tan extrema?
No.
Rechazo esa idea, rechazo profundamente esa idea, al menos como principio.
Es muy cierto que hay que decidir rápido y que hay que actuar. Es muy cierto que con frecuencia existirán incertidumbres y que el ejecutivo deberá decidir sin todos los datos, sin todas las incógnitas despejadas.
Pero el ejecutivo debe buscar el tiempo para la información, la evaluación y la reflexión, ya sea por sí mismo o por sus colaboradores. Debe hallar la perspectiva que le permita tomar una decisión lo más razonada que las circunstancias se lo permitan. Debe buscar el tiempo y debe cuidar el 'tempo', es decir, sopesar hasta cuándo puede seguir analizando y cuándo es necesaria ya la decisión.
La probabilidad de adoptar una buena decisión, la calidad de la misma, dependen de ello en buena medida.
Y considero erróneo pensar que avanza más el directivo o mando que decide más rápido, sólo por el hecho de decidir rápido. Es mucho más importante, incluso para el ritmo de avance, decidir correctamente. Una decisión errónea puede resultar fatal pero, incluso si no es desastrosamente definitiva, corregir los errores perniciosos de una mala decisión conlleva tiempo, mucho tiempo, probablemente mucho más que el que se ahorró por decidir sin el suficiente análisis.
Quizá ese control del 'tempo' de la decisión sea una de las mayores habilidades del buen directivo.
Hace tiempo que observo esa cultura de la decisión inmediata sin análisis ni asesoramiento. Y hace tiempo que me repito a mi mismo, y a quien quiera oírme, los argumentos de este artículo.
Por eso, no he podido dejar de reparar con satisfacción, y recrearme, en este párrafo que aparece en la Carta de Presentación que Santiago Iñiguez, Presidente de IE University y decano de la IE Business School firma, a modo de introducción, en el libro 'Emprendedores sociales' de Ignacio Álvarez de Mon:
Posiblemente muchas malas decisiones empresariales se deban a la premura y perentoriedad de los momentos en los que se adoptaron. Es necesario que el directivo recupere el tempo y la perspectiva para tomar mejores decisiones, para valorar su riesgo y sus consecuencias a largo plazo, para estimar su impacto en la sociedad.
Me agrada y consuela que alguien, que representa a una de las mejores escuelas de negocios de España, Europa e incluso el Mundo, clame también por ese tempo y esa perspectiva.
Confiemos en que la labor de formación ejecutiva desarrollada por IE Business School haga calar en las nuevas generaciones de directivos, esa cultura.
Por la calidad de las decisiones. Por la salud de las empresas. Por el progreso de la sociedad.
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