La comunicación, si algo pretende, es conectar, poner en sintonía a emisor y receptor del mensaje y permitir un fecundo intercambio de ideas, noticias, opiniones o incluso sentimientos.
Las charlas o conferencias, la comunicación hablada en público, como caso particular de comunicación, busca también esa sintonía, ese traslado de ideas y emociones con la quizá dificultad añadida de su cierta unidireccionalidad.
Pero en la comunicación, tan importante como el emisor, es el receptor. Cada persona entiende, recibe, asimila y valora el mismo mensaje de una forma diferente, conecta con él de una manera particular y se siente o no reflejada en dicho mensaje según sus circunstancias propias.
En este sentido, nos dice Amy Cuddy en su libro 'Presence', una charla no es muy diferente de una canción:
I see how a talk can work like a song -how people personalize it, connect with it, feel validates knowing that someone else has felt as they feel.
En el fondo no es sorprendente. La música no deja de ser otra forma de comunicación, con su lenguaje específico y sus particularidades, pero una comunicación, una comunicación, además, que cuenta historias y busca la emoción, un poco como sucede con el estilo moderno de hablar en público.
Con independencia de todo lo anterior, con independencia de los razonamientos teóricos acerca de las características de una comunicación, debo decir que me gusta y estimula esa comparativa de una charla con una canción.
Hay una cierta belleza en ella.
Así que, ya sabemos. La próxima vez que hablemos en público, sepamos que es como si cantásemos una canción. Así pues, no nos preocupemos sólo por la letra, hagámoslo también por la música.
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