Lo veíamos en un post anterior: pasión, confianza y entusiasmo son las características que hacen que nuestro mensaje cale, que los demás se fíen de nosotros.
Pero antes, hay un nivel mínimo, algo sin lo cual la pasión y el entusiasmo son inútiles.
Se trata de la autenticidad, se trata de la credibilidad. Algo debemos de tener programado en nuestros cerebros, en nuestras neuronas espejo o quién sabe en qué mecanismo, que nos hace detectar cuándo alguien que nos habla no está siendo auténtico, cuando no cree en aquello que dice, no importa cuánta pasión y entusiasmo le ponga.
Es por eso que Jonathan Haigh afirma:
Meaning what you say is really at the heart of presenting.
Y por lo que Amy Cuddy nos aconseja:
You can't sell a skill you don't have.
Es a través del libro 'Presence' de ésta última, donde llego a esas dos citas. El concepto de 'presencia' de Amy Cuddy es algo impreciso en cuanto a definición (probablemente le dedique algún post próximamente) pero en el fondo se entiende bien: tiene que ver con la comunicación y el liderazgo, con un cierto ejercicio responsable de poder e influencia.
Y si los demás detectan la falta de autenticidad, la presencia, la capacidad de influencia y liderazgo deben tener como condición 'sine qua-non' esa autenticidad, esa sinceridad con nosotros mismos y con los demás. Por eso nos dice Cuddy:
Presence stems from believing our own stories.
Así que, cuando construyamos nuestro próximo discurso, nuestra siguiente presentación, no sólo busquemos una buena historia, busquemos una historia que nos creamos...
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