El mundo de Internet y, en general, el mundo digital, nos hace pensar en un mundo de riqueza y oportunidades. En unos crecimientos exponenciales como nunca antes habíamos conocido, unidos a una cultura de la colaboración, la participación y el poder de la periferia (los ciudadanos).
Y todo ello nos haría pensar en un gran progreso de la economía, y en un acceso al bienestar de capas hasta ahora más modestas e incluso desfavorecidas.
Eso podemos pensar. Eso queremos pensar.
No tengo datos en estos momentos, pero alguna de las últimas obras que he leído (por ejemplo, 'The rise of the robots'), e incluso lo que los medios de comunicación nos presentan, parecen ir en otra dirección. Parecen apuntar en el sentido de que la nueva economía digital, aunque sí que está produciendo crecimientos, lejos de llevar a una distribución más igualitaria de la riqueza, está conduciendo justo a lo contrario, a una mayor concentración de esa riqueza, a una distribución mucho más desigual.
En su libro 'Blockchain revolution', Don Tapscott y Alexander Tapscott, cuando analizan la aplicación de blockhain para plataformas de inclusión y desarrollo de la prosperidad de los pueblos nos dicen.
This is not redistribution of wealth but a wider distribution of opportunity.
Frase que acompañan de esta otra a cargo de Haluk Kulin, CEO de Personal BlackBox:
The biggest redistribution that is about to happen is not a redistribution of wealth but a redistribution of value. Wealth is how much money you have. Value is where you participate.
Esto, si lo generalizamos, puede ser interesante: la nueva economía más que directamente redistribuir la riqueza, lo que hace es redistribuir las oportunidades.
Es interesante pero ¿por que, entonces, no se consigue una efectiva redistribución de la riqueza?
Arriesgo algunas explicaciones:
Quizá, y siendo pesimistas en cuanto a la condición humana, aunque existan teóricamente oportunidades para todos, los que ostentan el poder y la riqueza actuales, acaparan, empleando los resortes del poder, esas oportunidades...que al final no son tales más que para uno grupo reducido.
O quizá, es que los más desfavorecidos, por carencias en educación o culturales, por falta de conocimientos o de orientación al desarrollo profesional y al emprendimiento, no aprovechan esas oportunidades que la economía digital les brinda.
O quizá, como aventuraba Martin Ford, unas empresas robotizadas y controladas por el software, lo que precisan es capital, no trabajadores y eso conlleve la concentración de medios y el agudizamiento de la desigualdad.
Quizá...
¡Quién sabe!
Creo realmente que el mundo digital ofrece serias oportunidades para la igualdad. El mundo digital abarata enormemente los costes, pone en comunicación a todas las personas mediante medios muy asequibles, abre e incluso hace gratuito el acceso a la información, la cultura y el conocimiento.
Todo un mundo de oportunidades...
Pero si no sabemos capturarlas, si esa abundancia de posibilidades no nos sirve no sólo para el crecimiento económico de naciones y empresas sino también para el desarrollo de los individuos, si no somos capaces de aprovechar esas oportunidades como sociedad, estaremos perdiendo una enorme ocasión, una ocasión quizá única, un tren que cualquiera sabe cuándo volverá a pasar...
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