Cuando escucho las alarmantes noticias y reportajes sobre el polémico cambio climático, o cuando reflexiono sobre el fin del petróleo, el carbón y otros combustibles fósiles (algo de cuya fecha podemos no estar seguros, pero que el hecho de su agotamiento parece que no está sometido a discusión), no puedo evitar preguntarme qué estamos haciendo, en qué están pensando los gobiernos y empresas, y qué investigaciones puede haber en marcha en las administraciones o en las compañías del sector de la energía o el automovilístico.
Hasta ahora muchas veces he tenido la sensación de que no se estaba haciendo lo suficiente, que estábamos abdicando de nuestro deber de afrontar el problema o que estábamos confiando en un hallazgo casi mágico de nuevos pozos, de nuevas reservas.
A pesar del relativamente reciente y esperanzador desarrollo comercial de los vehículos eléctricos o híbridos, a pesar de la publicidad y cierto nivel de inversión en energías renovables como la solar y la eólica (sector del que, por cierto, nuestro país es líder), no parecía existir, o al menos yo no conocía, ningún esfuerzo serio, comprensivo, abarcador y estructural de la envergadura suficiente como para dar una respuesta real a un problema más que serio.
Sin embargo, este verano he leído la propuesta de Jeremy Rifkin, un popular pensador social, asesor de estados e instituciones de alto rango en todo el mundo y especialmente en Europa. Rifkin propone una revolución que, según él, tiene una vertiente energética y otra de comunicación y que bautiza como la 'Tercera Revolución Industrial'. Todos los conceptos y su esfuerzos por extenderla se recogen en el libro del mismo título.
El modelo de Rifkin, que tiene un fascinante paralelismo con los fundamentos que han hecho de Internet y los medios sociales una revolución del pensamiento y las relaciones sociales y comerciales, y que incluso presenta solapes tecnológicos con Internet, especialmente en la parte relativa a las smartgrids (redes eléctricas inteligentes), se podría resumir, al menos en lo que a mi más me ha llamado la atención, en lo siguiente.
Las energías derivadas de los combustibles fósiles presentan una limitación en su modelo de explotación. Dejando aparte su agotamiento, tienen la característica de concentrarse en unas relativamente escasas ubicaciones: los yacimientos. Por lo tanto, se adapta a un tipo de explotación centralizado a cargo de grandes empresas.
Por el contrario, las energías renovables, típicamente pero no exclusivamente, la solar y la eólica, son distribuidas, existen en una cantidad virtualmente infinita en cualquier punto del planeta. Eso dificulta una explotación centralizada de las proporciones que serían necesarias...pero abre la puerta a una gran oportunidad, una enorme oportunidad: la colaboración.
En el planteamiento de Rifkin, la idea es que cada edificio, cada hogar, se abstezca, al menos parcialmente, de energía mediante instalaciones propias y relativamente modestas de, por ejemplo, energía solar. En algunos casos se podrán autoabastecer, en algunas ocasiones tendrán déficits de generación y en otros superávits.
Y para equilibrar el modelo, para medir y cubrir necesidades, entran las smartgrids, las redes eléctricas inteligentes, unas redes capaces de absorber y utilizar la energía excedente de algunos hogares y entregar la energía que falta a otros. De esta forma, se minimiza (eventualmente se elimina) la necesidad de una generación centralizada y se cambia por una generación de energía dfistribuida y verde.
¿No tiene esto un maravilloso paralelismo con el crowdsourcing, tan propio de Internet, con el simultáneo consumo y generación de ideas y bienes digitales por parte de los particulares convertidos ahora en prosumidores, un esquema que incluso permite su extensión al mundo de los bienes físicos por mor de la aparición de nuevos conceptos como el hardware libre y la impresión 3D? De alguna forma, el modelo de Rifkin lleva el modelo de prosumer al sector energético, un sector energético ahora verde y sostenible.
El modelo de Rifkin no se olvida del problema de los vehículos y así, aborda también la problemática del coche eléctrico y de las baterías, aunque quizá aquí el planteamiento sea más conocido y menos revolucionario.
En un próximo artículo extenderemos un poquito más la explicación de las ideas de Rifkin, presentando los cinco pilares en que se apoya su modelo. Pero, de momento, quedémonos con la esperanza de que puede existir un modelo energético verde y sostenible, que puede existir una solución para el desafío energético y el deterioro medioambiental que actualmente padecemos.
Hola Ignacio:
ResponderEliminarLa "pata coja" de las ideas de Rifkin creo es la visión un poco "naif" de la cantidad de cosas que deberían cambiarse para que la generación de energías renovables alcanzase para satisfacer la demanda de energía actual basada en fósiles. Hay tantas pero tantísimas cosas que se mueven gracias al petróleo (más allá de los vehículos) que es agobiante tomar conciencia de la cantidad que hará falta. Hay quienes dicen que sin reducir el consumo de muchas cosas no habrá recursos necesarios para todos en un planeta finito, y menos para que los llamados "emergentes" puedan alcanzar nuestro nivel de consumo (o consumismo...). Te recomiendo que leas este blog para comprender parte del problema petrolero:
http://crashoil.blogspot.com.es
Saludos!
Gracias, Juan Pablo.
ResponderEliminarNo sé si Rifkin desarrolla más sus ideas en otras obras. La que he leído, aunque muy interesante e inspiradora adolece un poco, como dices, de concreción en cuanto a la implantación de esa Tercera Revolución Industrial. Sin embargo, es la primera vez que he visto un modelo que, bien que a alto nivel, parece dar una respuesta al reto energético global.