Seguramente el lector habrá sido testigo de ocasiones en que un profesional, quizá un compañero de trabajo, alegue imposibilidad para cumplir objetivos, desarrollarse profesionalmente o, simplemente, realizarse, por culpa de limitaciones que le impone el superior, la empresa o la corporación en que se encuentre.
Es posible también que haya sido testigo del caso contrario, que haya compartido espacio con otro tipo de trabajador, generalmente directivo o al menos mando, muy orgulloso de la empresa a que pertenece y su cargo en ella, de la actividad que ejecuta, de la marca que lo ampara y que parece identificarse con ella, sentirla como parte de su vida y personalidad.
Ambas situaciones, más frecuente seguramente la primera, y más positiva sin duda la segunda, pueden ser sin embargo, manifestaciones de un mismo fenómeno no especialmente favorable: el uso de la empresa, de la corporación, como refugio, como definición de lo que uno es, de los propios logros y de lo que se es capaz o no de alcanzar.
No parece que ese sea el camino.
Es positivo, incluso deseable, el alineamiento de las personas con la corporación en que trabajan, pero nunca hasta el punto de que la corporación sirva como excusa ante la falta de rendimiento o ante el incumplimiento de los propios sueños y objetivos. La corporación, por solvente, interesante y desafiante que pueda resultar, nunca debe definirnos ni como profesionales ni mucho menos como personas.
Así se entiende especialmente desde la óptica de la marca personal, y en esa línea se manifiesta Dan Schawbel en las primeras páginas de su best-seller 'Me 2.0' recientemente traducido al castellano como 'Yo 2.0', cuando nos dice:
"Red 1.0 y Yo 1.0 surgieron en una época en que la gente se escondía detrás de su marca corporativa utilizando su logo para protegerse del mundo exterior."
Es preciso reconocer que el perseguir objetivos propios, el prescindir de la marca corporativa como refugio y en su lugar adoptar una marca personal, nos enfrenta a nosotros mismos, a nuestras fortalezas, sí, pero también a nuestras debilidades, a nuestra responsabilidad.
¿Pero no aspiramos a nuestra propia marca, a nuestra personalidad, a nuestros sueños y nuestros logros?
Si ése es el caso, la corporación no puede definirnos ni servirnos como refugio ni mucho menos como excusa.
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