En su libro 'Reset & Reload', Javier Rovira, tras analizar varios momentos históricos gloriosos que fueron seguidos de una profunda crisis económica, concluye una receta sencilla para explicar cómo se gestaron esas crisis económicas y obtiene una conclusión, un consejo básico, elemental...pero muchas veces ignorado:
"Cualquier exceso de oferta con relación a la demanda posible es un camino que siempre ha terminado en una crisis económica."
Javier Rovira llega a esta conclusión tras analizar cómo, posteriormente a la Revolución Industrial, se generó una altísima oferta de productos para un mercado real cada vez más reducido debido a los bajísimos salarios de los trabajadores y el creciente desempleo, y cómo ello generó la emigración masiva desde Europa a América entre los años 1845 y 1915.
O cómo, el fenómeno se repitió en los felices 20 en que de nuevo, y espoleado por el capitalismo financiero y el hambre de beneficios de las empresas, se generó una altísima oferta para una población que otra vez, tenía una baja capacidad adquisitiva debido a los bajos salarios y cómo todo ello desembocó en la Gran Depresión.
O cómo, el espectacular crecimiento económico que se produce una vez superados los efectos de la Segunda Guerra Mundial, un crecimiento basado en el supuesto implícito de la disponibilidad de energía inagotable y barata se viene abajo con la crisis de 1973. Cómo, a pesar de ello, mejorando la productividad y empleando a menos trabajadores se consigue el crecimiento del PIB y que esto se estimula con medidas financieras (bajos tipos de interés) aumentando la oferta y el consumo hasta que el miedo a la inflación hace subir los tipos de interés, el consumo se derrumba...y todo se viene abajo.
Pasando de la macroeconomía, a lo que una empresa debe tener en cuenta, Javier Rovira concluye lo siguiente:
"Por obvio que parezca... parece que no terminamos de interiorirzar que el crecimiento ilimitado no existe ni en la economía global ni para nuestros productos o servicios. Así, deberíamos asumir que nuestra propuesta para el mercado tiene atractivo para un cierto tipo de consumidor y por lo tanto un nivel de consumo. Invertir en estructura y apalancarse financieramente para aumentar nuestra capacidad productiva con la ilusión de que muchos quedarán embelesados con nuestro producto o servicio es mucho soñar."
En resumen, un toque de prudencia. En lo que él denomina los momentos gloriosos, aquellos en que nuestro negocio o la economía crecen, no nos confiemos pensando que dicho crecimiento es ilimitado. No invirtamos, no nos apalanquemos en exceso o generemos infraestructuras productivas sobredimensionadas para una demanda que puede resultar inexistente.
Seamos, pues, realistas en la estimación de nuestra demanda potencial o, parafraseando al propio Javier Rovira:
"Analicemos la demanda potencial REAL de nuestro negocio (no la deseada) y contrastémosla con nuestra capacidad instalada."