En teoría financiera y sobre todo operativa y de gestión de stocks se habla de índice cobertura que, aproximadamente vendría a significar el tiempo para el que tenemos existencias en nuestro stock para, sin una nueva entrada de dichas existencias, poder seguir satisfaciendo el consumo medio sin generar una ruptura de stock.
El índice de cobertura tiene una doble lectura: por un lado nos proporciona seguridad (disponemos de existencias suficientes para 'sobrevivir') pero, por otro, tiene connotaciones negativas puesto que el disponer de stocks genera costes e ineficiencias.
David Allen, en su libro 'Organízate con eficacia', nos proporciona unos datos que me han hecho pensar en este ratio pero aplicado a nostros mismos y nuestras reservas, entendidas como cosas por hacer y un consumo entendido como tiempo.
Refiriéndose a "la lista acumulada de todas las acciones que ha de llevar a cabo: todas las llamadas telefónicas que ha de hacer, los correos electrónicos a los que ha de responder los recados que debe hacer y los asuntos que quiere comunicarle a su jefe y a su pareja" nos proporciona el siguiente dato:
"Si se detuviera el mundo ahora mismo y no recibiera ningún otro dato del exterior ni de usted mismo, probablemente le harían falta entre trescientas y quinientas horas para despachar todos esos asuntos"
De alguna forma, nuestro índice de cobertura personal es, precisamente, esas trescientas a quinientas horas: tenemos trabajo seguido, sin ninguna nueva entrada, para unas trescientas a quinientas horas.
En el lado positivo podemos pensar que estamos vivos, que tenemos trabajo, objetivos y anhelos vitales. Pero, por otro... ¡Quinientas horas! ¡Casi 21 días sin comer ni dormir! ¡Más de 62 jornadas laborales!... sólo para despachar todo lo que YA tenemos pendiente.
¡Díos mío! No me extraña que andemos estresados...
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