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Las herramientas sociales y, probablemente, parte de la cultura moderna, parecen sin embargo rehuir las palabras o, al menos, comprimirlas, apretarlas, deformarlas, reducirlas a su mínima expresión.
No es sólo que canse más leer en una pantalla que en un papel y, por ello, las buenas prácticas de diseño web aconsejen no incluir textos muy largos; no es sólo que parecemos vivir una época acelerada en que estamos bombardeados por informaciones y por necesidades de acción y nos resulta difícil dedicar mucho tiempo a una información, a un 'input' específico. Es que, además, y quizá como una consecuencia o manifestación de esos fenómenos, las herramientas sociales cada vez nos impulsan a comprimir más los mensajes.
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Esa misma interfaz de usuario se presenta en el recuadro para la actualización de estados en redes sociales tan populares como Facebook, LinkedIn o Tuenti.
Hemos pasado del blogging al microblogging donde el rey es Twitter con sus mensajes de tan solo sólo 140 caracteres y donde, además, caben referencias y signos para indicar Retweets y hashtags.
Y si los estados de las redes sociales se actualizan mediante un recuadro de tamaño visualmente reducido, con cada vez mayor frecuencia esa actualización se produce mediante una integración automatizada, precisamente, con Twitter con lo que volvemos a su mundo de los 140 caracteres. Y esta misma tendencia comienza a observarse en los comentarios de blogs donde, más que con un comentario, nos encontramos con un breve tweet que menciona al artículo del blog.
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En primer lugar perdemos gramática, al menos la gramática tradicional. Para poder comprimir ideas en tan poco espacio, nos vemos obligados a introducir abreviaturas, a eliminar preposiciones y artículos, a forzar frases, a saltarnos reglas... y, como alternativa, contruir algo así como unas nuevas gramáticas con reglas conocidas por los fans de los medios sociales como, por ejemplo, la gramática twitter con sus signos RT, sus referencias y sus hashtags. Elaboramos unos nuevos vocabularios, unos nuevos diccionarios de abreviaturas y símbolos (#FF, RT, pq, grax, etc)...Inventamos, en fin, un nuevo lenguaje más conciso, más rápido...pero quizá menos rico, con menor capacidad expresiva, con menos matices, más superficial.
Plenamente ingenioso resulta, eso sí, la compresión de elementos no verbales en el propio lenguaje de Internet. Así, elaboramos las normas de buen comportamiento y protocolo, la netiqueta, que nos indica cómo ser 'educados' en este mundo virtual. Ingenioso a la par que rápido es también la adopción de símbolos, los emoticonos, para expresar emociones y matices que normalmente recoge el lenguaje no verbal, los gestos.
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Tiene su valor comunicativo y cognitivo este lenguaje comprimido. El valor deriva, precisamente, de su brevedad y rapidez. Probablemente se pierdan detalles pero, a cambio, se gana en velocidad y viralidad. Los conocimientos son más básicos...pero se difunden con mayor rapidez y amplitud.
Los nuevas formas de expresión ganan en velocidad y alcance lo que pierden en precisión y profundidad. Utilizando un símil de gestión, diría que los nuevos lenguajes 2.0, en lo tocante a comunicación y cognición ganan en eficiencia pero pierden eficacia.
¿Un equilibrio afortunado?
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Interesante entrada en el blog. Me recuerda el artículo de Nicholas Carr "Is Google Making Us Stupid?" (http://www.theatlantic.com/magazine/archive/2008/07/is-google-making-us-stupid/6868/) en el que se analizaba como internet (Google era el ejemplo) han cambiado nuestro modo de pensar entendido como el modo en el que queremos recibir información (inmediatez, concisión, concreción) y la procesamos. Esta idea también la explota en el libro The Big Switch (We shape our tools and thereafter they shape us).
ResponderEliminarEn cierto modo ambos temas (la entrada en el blog y el comentario de N. Carr) están relacionados y son las dos caras (emisión y recepción) de cómo el canal de comunicación Web nos transforma en nuestro modo de recibir y emitir información. Es más, posiblemente (y esta es una percepción personal) este efecto va más allá de este canal concreto (web) y contamina otros canales que no tienen esas limitaciones o restricciones: expresión verbal, emails, artículos impresos, etc.
Personalmente creo que el balance es positivo. Quizás sea pereza (intelectual) o pérdida de paciencia (que acentúa a medida que cumplo años) pero últimamente percibo que existen multitud de largos artículos técnicos (o incluso libros) que expresan ideas que podrían haberse definido e incluso argumentado en una entrada en un blog o en un artículo de mucho menor tamaño. Posiblemente sea porque el proceso de transformación anteriormente indicado me ha "poseido".
Gracias, Medusa.
ResponderEliminarNo he leído el artículo de Carr que mencionas (aún) pero lo leeré y estoy deseando leer su último libro que creo desarrolla precisamente el contenido de ese artículo. El que sí he leído recientemente (no sé si has visto comentarios en este blog) es el de 'El gran interruptor' (sí, lo leí en español). Un libro brillante.
Estoy de acuerdo en que la problemática que expongo se extiende más allá de los blogs o el twittter alcanzando a otras formas de expresión y también creo que, en el fondo, el balance neto es positivo (aunque, eso sí, con pérdidas relevantes).
Mi comportamiento o gusto personal ante los textos largos o cortos es, en realidad, un poquito inconsistente: me cuesta más leer artículos que libros, por ejemplo. Sin embargo, me encanta leer libros y, luego me cuesta leer artículos largos en blogs. Me siento a gusto leyendo tweets (bien redactados, eso sí)...pero se me quedan algo cortos como mecanismo de expresión... y no me gustan los que abusan de abreviaturas, símbolos y cosas así...