lunes, 30 de marzo de 2020

Redes para la generosidad: la historia del hospital, Marisa y Marco Aldany


Una frase que he oído repetida con frecuencia a propósito de la crisis sanitaria que estamos viviendo, es que nos iba a dar ocasión de ver lo mejor y lo peor. Lo mejor y lo peor de países, administraciones, organizaciones y empresas, supongo, pero también lo mejor y lo peor de las personas.


La alerta sanitaria y las redes


Las redes han cobrado mucho protagonismo en esta crisis. Las redes entendidas, en primer lugar, como una infraestructura física y lógica capaz de transportar información. Y ahí podemos estar más que satisfechos del comportamiento de nuestras redes de banda ancha y de las operadoras de telecomunicaciones que las gestionan. A nivel meramente técnico y de recursos, las redes de telecomunicaciones están en el lado de lo mejor en esta crisis.

Pero sobre esas redes de telecomunicaciones existen otras redes, las redes sociales, que en esta época también ven acentuado, aún más acentuado si cabe, su ya importante protagonismo en nuestras vidas. Una época en que al encontrarnos físicamente separados, y al disponer también de más tiempo, convierte a las redes sociales en territorio propicio para el intercambio frecuente, casi frenético, de interacciones diversas, de informaciones y desinformaciones, de noticias, comentarios y opiniones, de debates y peleas, de agradecimientos e insultos. De lo mejor y lo peor.

En efecto, si existe un espacio donde podemos ver lo mejor y lo peor, de una forma sencilla, es en las redes sociales. Porque en las redes se encuentran todos: gobiernos, administraciones, partidos, instituciones, empresas y, sobre todo, personas. Personas hablando e interactuando de forna pública y muchas veces poco contenida.

Las redes sirven para conectar y facilitar los intercambios. Y ya depende de los nodos de la red, de nosotros, en qué consisten esos intercambios y si se escoran hacia lo mejor o hacia lo peor.

Siempre me he declarado tecno-optimista. Siempre he pensado que el progreso y la tecnología, en conjunto, son buenos para la sociedad. Que contemplados de forma neta, y sin ignorar ni minusvalorar los también existentes defectos y comportamientos negativos, el resultado conjunto es claramente positivo.

Y con las redes, con las redes sociales en este caso, soy de la misma opinión.

Y en este artículo quería, en el fondo, y tras el largo preámbulo, contar precisamente un caso de lo mejor. Un caso en que la red, como tanto está ocurriendo en estos días, ha sido también vehículo para la generosidad y para el bien.

Probablemente es sólo una historia de las entre cientos o miles que están ocurriendo estos días. Probablemente no sea ni la más espectacular ni la menos, ni la que muestra mayor generosidad ni la que menos. Pero es una historia que he vivido muy de cerca, y por eso la conozco y por eso la quiero contar.


La historia del hospital, Marisa y Marco Aldany


Y la voy a contar, simplemente, como ocurrió

Era el Jueves 26 a primera hora de la tarde, algo pasadas las 16 horas, cuando alguien muy próximo, alguien que trabaja en uno de los grandes hospitales madrileños, hizo uso de las redes y, en concreto, una conocida aplicación de mensajería, para pedirnos, a un grupo muy reducido de personas próximas, ayuda, ayuda urgente, ayuda casi como último recurso. Ayuda porque en el hospital necesitaban de forma casi desesperada una serie de materiales imprescindibles entre los cuales se encontraban, aparte de las famosas mascarillas, batas desechables. 

La idea inicial era conseguir contacto directo con alguna de las grandes y conocidas empresas que están en los medios de comunicación ofreciendo ayuda desinteresada. Yo no tenía ese contacto directo, pero sí alguno indirecto que activé a ver si conseguía llegar al objetivo. Pero el tiempo pasaba y no conseguía el ansiado contacto directo ni, por tanto, la ayuda necesaria. 

Imagen usada en la petición de ayuda
Así que, aproximadamente tres horas después, hacia las 19:30 del Jueves 26, y no sin bastantes reservas, decidí intentar otra cosa. Decidí usar las redes sociales. Decidí, además de seguir intentando los contactos más individuales,  pedir ayuda 'en abierto', a quien pudiera 'escuchar' la petición y estuviese en disposición o de ayudar o si no, al menos, de extender el mensaje. Y publiqué la petición de ayuda en Twitter y en LinkedIn, las dos redes donde tengo más seguidores y contactos.

¿Y qué ocurrió?

Bueno, en Twitter casi nada. Pero ocurrió que en LinkedIn, en seguida llegaron las visualizaciones y, lo que es más importante, las recomendaciones y las comparticiones de la publicación con lo que, potencialmente, en poco más de una hora calculo que la publicación alcanzó a muchos cientos o, más probable, a unos pocos miles de personas.

Y lo mejor que ocurrió es que aproximadamente dos horas después, una persona me puso en la pista que al final resultó ser la buena. Y es curioso, porque fue una persona a la que conozco personalmente, a la que podía haber llamado directamente pero que jamás se me ocurrió asociarla con esta ayuda. Estoy hablando de Maria Luisa López-Tola, actualmente, entre otras cosas, vocal del Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de Madrid, una excelente profesional y una excelente persona, a la que conozco desde hace muchos años y que, afortunadamente, me sigue en las redes.  

Y ella, por motivos parecidos, ya había realizado una prospección de donde encontrar materiales y me señalizó una posible fuente. En concreto, me pasó el enlace a una publicación aparecida también en LinkedIn. Se trataba de una publicación hecha por Alejandro Fernández Luengo, Presidente y Fundador de Alma Corporation, una corporación a la que, entre otras compañías conocidas pertenece Marco Aldany, la famosa firma de peluquería y estética. Y una publicación en que se ofrecían a entregar una serie de materiales: batas, capas, etc. No tenía a Alejandro entre mis contactos, así que le envié, no teniéndolas todas conmigo, una invitación a conectar en que ya le anticipaba el motivo. 

Material en el almacén de Marco Aldany
Debió tardar sólo diez minutos en aceptar mi invitación y, tras hacerlo, hacia las 21:30 o 21:40 intercambiamos una serie de mensajes vía LinkedIn y ya obtuve su ofrecimiento de enviar a la mañana siguiente material al hospital, en concreto, varios miles de batas desechables, y sujeto únicamente a comprobar las existencias de que disponía en ese momento, extremo que me tenía que confirmar a la mañana siguiente.

En efecto, el Viernes, ya antes de las 10:00, tuve su confirmación de que disponía de existencias y procedía a realizar el envío. Y dicho y hecho, esa mañana la entrega de los miles de batas desechables se realizó en el hospital, aliviando así un poco sus acuciantes necesidades.

Y esta es la historia.


A modo de moraleja...


Una historia en que las redes sirvieron para lo mejor.

Una historia en que las redes fueron redes para la generosidad.

Por desgracia, esta historia y esta generosidad, apenas alivian levemente las necesidades. Porque, en estos momentos, no hemos logrado cubrir, ni mucho menos, todas las necesidades de todos los materiales. Y las batas desechables, lo que conseguimos en este caso gracias a la generosidad de Marco Aldany, es material fungible que durará lo que durará.

Pero eso si, ilustra, al menos que, en efecto, las personas somos capaces de lo mejor y las redes pueden ser vehículos para lo mejor.

Y contarla me vale, espero, para motivar a más personas a seguir ayudando, por sí mismos, y apoyándose en sus redes, personales y sociales.


... y agradecimiento


Y me vale también para, modestamente, agradecer la participación de los protagonistas de esta historia.

Para agradecer en primer lugar a la red de personas que han transmitido el mensaje. Agradecer a los que recomendaron la publicación (*) y a los que la compartieron: Ángela Alvarez Bartolomé, Manuel Paco Santiago, Laura Sestafe Silvestre, Manuel Díaz, Sergio Alonso Rodríguez, Fabián Torres Suárez, Juan Moncada, Soraya García, Alicia Ro, Lorena Pérez Campillo, José Ángel López Capelo, José Luis Gilpérez López, José Francisco García Sanz, Marina Puente García, Juan Carlos Hernández Matías, Elena Cantero, Inmaculada García Vélez, Eduard Grigore, Ángel Bravo, Joan Morci y Sara Ávarez (**). Y agradecer a todos los que, a su vez, y sin que ya me sea tan fácil seguirlo, recomendaron o volvieron a compartir en sus redes lo que compartieron estos primeros protagonistas.

Y dentro de esa red, agradecer muy especialmente todo su interés, todo su tiempo, toda la información y la pista buena, a María Luisa López-Tola que fue el nodo clave en esta red de generosidad.

Y para agradecer aún más especialmente a los grandes protagonistas, a los que están en los extremos de esa red y aportan las mayores dosis de generosidad.

Y en el primer extremo, un agradecimiento profundo a Marco Aldany como organización y a su presidente Alejandro Fernández Luengo como persona, por la generosidad regalando y haciendo llegar el material que poseían y por la celeridad en contestar y actuar.

Y , cómo no, un agradecimiento aún mayor al equipo del hospital por su lucha denodada contra la enfermedad y contra las circunstancias y las dificultades añadidas que padecen. 

Y dentro del hospital, me reservo el agradecimiento mayor de todos, a la persona que me lanzó el primer mensaje y que activó, sin saberlo, la red de generosidad. El agradecimiento por la labor que realiza en el hospital y por muchas otras cosas que ya no mencionaré.

*****

(*) que  no menciono porque coinciden en gran parte con la lista siguiente pero que, en caso de no ser así, también tienen mi agradecimiento
(**) donde incluyo todos los que habían compartido la publicación en el momento de redactar este post (madrugada del Domingo 29 al Lunes 30)









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