Hace tiempo que le doy vueltas al mérito relativo de las metodologías 'rápidas', basadas en acción y aprendizaje frente a las metodologías 'de planificación', que intentan establecer un plan que luego se sigue y monitoriza.
¿De qué metodologías hablo?
Pienso en dos ámbitos.
Por una parte en lo relativo a la estrategia competitiva y el marketing estratégico. Las metodologías tradicionales exhiben unas herramientas de análisis y, tras la reflexión estratégica, se realiza el plan estratégico, con sus derivadas financieras y presupuestarias, que marcan el devenir de los siguientes años (bien es cierto que con revisión anual). En el ámbito del marketing, especialmente el marketing de producto, se trabajan las carteras de producto, los estudios de mercado, etc y se decide y planifica el lanzamiento de productos.
Frente a esto, la muy popular metodología Lean Startup aboga por la prueba y error, por la definición del famosísimo Producto Mínimo Viable (MVP Minimun Viable Product) su pronto lanzamiento al mercado y el aprendizaje y corrección del rumbo en función de los resultados.
En el ámbito de la dirección de proyectos, especialmente proyectos de software, las metodologías tradicionales abogan por delimitar un alcance y luego, siguiendo unos ciclos bien definidos establecer un plan con actividades, responsables, recursos, costes e hitos. Un plan que luego se intenta seguir a rajatabla.
Por su parte, los métodos agile, más modernos (aunque ya llevan muchos años entre nosotros), abogan por la construcción incremental, es decir, definir un conjunto muy acotado de requisitos mediante las denominadas 'user stories', construrr lo así definido, desplegarlo y seguir aprendiendo, definiendo y construyendo en continuas iteraciones.
Hay, creo, una ineficiencia intrínseca en esos métodos de prueba y error y, sin embargo, son modelos de éxito, cada vez más populares, más aceptados.
¿Por qué?
Creo que, en el fondo, esas metodologías 'rápidas' (evito decir ágiles para no confundir con el caso específico de 'agile') hacen de la necesidad virtud. La necesidad, en este caso, viene dada por la incapacidad humana para imaginar, prever y planificar a largo plazo. A veces, de manera perfectamente justificada, ya que, por ejemplo, el éxito de un producto en el mercado depende de muchos factores no controlables ni cognoscibles por el presunto planificador. En otros casos, menos justificable...pero probablemente igual de real, como cuando hablamos de proyectos internos de una compañía. La virtud, pues, estriba en reconocer esa realidad, esa incapacidad para ver y planificar el largo plazo y proponer unas metodologías que, sin dejar de gozar de un cierto rigor, se adaptan a esa incapacidad humana para el largo plazo.
Y todo esto, que no hace tanto comentaba brevemente con una colega del ámbito tecnológico, me lo encuentro, bien que de una forma mucho más ligera, en un campo bastante diferente, en concreto en el de las empresas sociales, leyendo el libro titulado, precisamente, 'Las empresas sociales' donde su autor, el Nóbel de la Paz Muhammad Yunus afirma:
La vida es demasiado complicada para cualquiera, por mucha visión de futuro que se tenga para predecir las contingencias.
Así que, no hay que tener miedo a ajustar el plan de negocio cuando las circunstancias lo hagan necesario.
¿Está Yunus abogando por Lean Startup? Probablemente no conscientemente (desde luego no lo menciona ni nada que se le parezca), pero en el fondo late la misma necesidad, la incapacidad para la previsión... y, como respuesta, el ajuste del plan de negocio, es decir, parecida virtud...
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