¡Transformación!
Ese es el imperativo y el eslogan.
¡Transformación!
Y le ponemos un apellido:
¡Transformación digital!
Transformación digital que afecta a la tecnología, a los modelos de negocio, a las estrategias, a la relación con el cliente, a su experiencia, a los procesos, a los sistemas.... Transformación digital que cambia la cultura, las formas de participación y el liderazgo.
Y los líderes, o los que aspiran a serlo, nos llaman a la transformación…
¡Transformación!
Las palabras resuenan en nuestros oídos pero ¿Resuenan de verdad? ¿Resultan creíbles? ¿Nos mueven a la acción? ¿Consiguen objetivos? ¿Transforman realmente?
Hay dos defectos y dos peligros que observo en las llamadas de los líderes a la transformación.
Un defecto es el de la vacuidad del mensaje. Vale, transformación digital pero ¿Qué visión me ofreces? ¿Qué quieres conseguir? ¿Dónde está la estrategia? ¿Dónde los indicadores?¿Dónde los objetivos medibles?¿Dónde las acciones? ¿Dónde un plan de proyecto?¿Qué transformación me propones exactamente?
Liderar la transformación digital no es sólo lanzar un mensaje, por atractivo que éste pueda ser y de moda que pueda estar. Es necesario el rigor y la concreción. Es necesario especificar la transformación para una organización concreta, tu organización, líder, con una estrategia definida, comunicada y documentada, unos objetivos concretos, unos planes concretos, unos recursos, unos plazos, unos responsables… Sin esto, el mensaje no pasa del eslogan, de la propaganda… y se disuelve en su propia vacuidad…
El otro defecto, hermano del anterior, es el de la grandilocuencia. ‘Vamos a ser los líderes de…’, ‘Vamos a cambiar el sector…’, ‘Vamos a establecer las reglas del juego…’ ¿Seguro? ¿Es tu organización realmente capaz de cambiar las reglas de un mercado? ¿Es realmente capaz de ser líder? ¿Tienes la tecnología, los recursos, la estrategia y la energía para ser líder? Y… ¿es necesario? Aspirar al liderazgo de un mercado o un sector, aspirar a marcar las reglas del juego, es bueno, muy bueno…pero está al alcance de muy pocos, y tu organización pudiera no ser una de ellas. Es mas, pudiera no ser necesario. Tu organización, líder, tu negocio, tu empresa, pueden ser perfectamente prósperas y sostenibles sin necesidad de que seas el líder mundial. La ambición puede ser buena, pero si no va acompañada del necesario realismo deja de ser ambición para convertirse en quimera.
Una llamada a la transformación grandilocuente y vacía se muere. Se muere por falta de un plan real y se muere por falta de credibilidad ante la organización que el líder dice querer transformar.
La transformación digital es necesaria, es atractiva, es positiva…
¡Quiero la transformación!
Estoy dispuesto a contribuir, a trabajar, a innovar, a aportar…
Aquí me tienes, líder. Te espero y te añoro.
Sólo un ruego:
La próxima vez que llames a la transformación digital, inspírame con tu ambición y tu pasión, inflama mis sentimientos con lo atractivo de tu mensaje, háblale a mi corazón pero, por favor, por favor, no te olvides de hablarle también a mi inteligencia…
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Artículo publicado en Pulse el 3/05/2016
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