La tecnología es un motor de progreso, de nuevas ideas, de mayores eficiencias y posibilidades, de nuevas formas de hacer pero también, precisamente por eso, modifica nuestros comportamientos.
En general, la tecnología actúa como palanca impulsándonos a más, pero quizá a veces también tenga efectos negativos.
Es conocido que la invasión combinada de internet y los nuevos medios sociales, unido a la ubicuidad que proporcionan la banda ancha y la movilidad, provoca que nuestras posibilidades de interacción y comunicación se hayan multiplicado exponencialmente.
No sólo es mucho más fácil la comunicación, sino que ésta, además, se produce por una gran variedad de canales.
Todos nosotros, pero especialmente los nativos digitales, los milennials, nos hemos acostumbrado a un mundo de interacciones continuas, continuas y breves, breves y superpuestas.
Para el caso de los milennials, Fred Cook, en su libro 'Improvise', nos proporciona la siguiente cuantificación de esta actividad multicanal y frenética:
AdAge magazine estimates that in the evening, after school and work, Milennials might switch "information channels" 28 times an hour, bouncing from TV, Youtube, Twitter, and texing to iTunes, Pinterest, Farmville and Facebook.
El problema no es el uso de muchos canales, eso podría incluso considerarse una ventaja, El problema es cómo eso afecta a la atención y la concentración. En concreto, y en la misma fuente, se nos dice lo siguiente.
Studies show people believe their brains can do two things at once without compromising their ability. But experiments have proven that listening comprehension drops 30% when you are typing or texting.
Muchas fuentes afirman lo mismo. Esta interacción continua, este ataque multicanal de la información, afecta a nuestra atención y nuestra cognición. Disminuye nuestra atención y nuestra capacidad de concentración. Según autores como Nicholas Carr en su 'Superficiales', Internet modifica la estructura misma de nuestros cerebros que se hacen más aptos para las interacciones breves pero menos preparados para la concentración y la reflexión profundas.
Visto desde una perspectiva tradicional, visto desde la perspectiva de un inmigrante digital, esa orientación a lo breve, esa desaparición de la concentración, caso de ser cierta, parece grave e irreparable.
Puede que lo sea. Puede que debamos tomar medidas.
O puede que, simplemente, nos encontremos ante un nuevo medio al que nuestros cerebros, como todo nuestra naturaleza, se estén adaptando y esa presunta pérdida de concentración no sea más que la respuesta biológica ajustada al medio, no sea más, por tanto, que la evolución en acción.
¡Quién sabe!
Mientras tanto, como soy inmigrante digital, y como ya no me queda mucho margen para la evolución, el fenómeno de la pérdida de concentración, me seguirá preocupando...
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