Comunicamos para que nos entiendan. Enseñamos para que aprendan. Escribimos para transmitir. Leemos para absorber, asimilar. ¿No es cierto?
Y sin embargo...
Soy un lector ávido de libros de todo tipo y, entre ellos libros sobre tecnología. Y leo este tipo de libros, por supuesto, para conocer y aprender. Y supongo, quiero suponer, que el que los ha escrito, aunque también puede justamente aspirar a una remuneración, a un prestigio, o a un reconocimiento, los escribe con la intención de que les entendamos. Y no me refiero a entender las palabras, sino a entender el sentido, el contexto, los fundamentos...
Sin embargo, hay áreas de la tecnología en que la literatura que la describe parece empeñarse en que no se entienda o, al menos, no se entienda de forma global. áreas de la tecnología que suelen perderse en los detalles sin explicar apenas la generalidad.
Una de mis áreas favoritas de lectura de tecnología, aquejada de esta tendencia es la de las telecomunicaciones.
Cuando leo sobre una tecnología de telecomunicaciones quiero enterarme de sus fundamentos, de cómo esa tecnología se relaciona con otras con las que convive o a las que sustituye, quiero saber qué añade, quiero conocer su ámbito de aplicación, quiero enterarme de qué la diferencia de otras, quiero saber qué aporta a un cliente o al operador que las utiliza.
Parecen inquietudes naturales ¿no?
Pues, por algún motivo, en la literatura sobre telecomunicaciones encuentro una frecuente, y creo que desacertada tendencia a poner el foco en los detalles, a explicar con todo lujo de detalles cómo es la una trama con todos los campos de la cabecera y del payload o todas y cada una de las primitivas de un protocolo, o a utilizar todo tipo de acrónimos y definiciones de entidades funcionales.
A cambio, no suelen explicar, realmente, la estructura de la red, o qué aporta la tecnología (sin generalidades sobre ancho de banda, fiabilidad o calidad de servicio... sino de verdad, específicamente), por qué surge, qué le aporta a los clientes (de nuevo, de verdad, sin generalidades), qué aporta al negocio, qué eficiencias o qué valor diferencial traen consigo.
No encuentro una explicación razonable para ello.
Quizá se trate meros 'usos y costumbres' que han hecho que toda la literatura del ramo tenga la misma orientación. Quizá es que está escrita para estudiantes, profesores y eruditos, más preocupados, tal vez, por el detalle técnico que por el negocio o más preparados y atentos para esos detalles que la mayoría. Quizá es que los autores se apoyan mucho en los documentos de estándares que, éstos si, tienen que entrar en eso detalles, y, a cambio, se olvidan de consultar otras fuentes o aportar otro valor. Quizá, es que soy yo un elemento extraño al que le gusta la visión global pero la mayoría de amantes de la tecnología prefieren el detalle. O quizá, y esto daría algo de miedo, es que ni los propios autores entienden del todo la globalidad de la tecnología, perdidos ellos mismos en los 'intríngulis' de su ciencia.
Tramas, primitivas, acrónimos... pecados de comunicación, árboles que pueden parecer frondosos pero que, en realidad, nos impiden ver el bosque, nos impiden entender realmente cómo funcionan las redes y servicios de telecomunicaciones.
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