Entre 1964 y 1965, Joseph Wizenbaum, a la sazón ingeniero informático trabajando en el MIT, escribió el famoso programa ELIZA, un programa de procesamiento de lenguaje natural que, empleando unas entonces incipientes técnicas de inteligencia artificial, era capaz de emular a un psicoterapeuta y establecer conversaciones con personas reales.
Nicholas Carr, en su libro 'Superficiales', recuerda este hecho, nos indica que el programa lo que hacía la mayoría de las veces era reformular declaraciones de los pacientes devolviéndoselas en forma de preguntas pero, sobre todo, nos recuerda el éxito que tuvo el programa, éxito que, entre otras cosas, se tradujo en que muchas personas pensaban que el 'terapeuta' (el software de ELIZA en realidad) era una persona real y cómo las personas, los pacientes, se implicaban emocionalmente con el programa.
Además, se nos ilustra con una transcripción de una sesión real. He aquí esa sesión:
PACIENTE: Todos los hombres son iguales
ELIZA: ¿A qué se refiere?
PACIENTE: Siempre están incordiando con algo
ELIZA: ¿Puede darme un ejemplo concreto?
PACIENTE: Bueno, mi novio me hizo venir aquí
ELIZA: Su novio la hizo venir aquí
PACIENTE: Dice que me deprimo mucho
ELIZA: Siento oir que se deprime
PACIENTE: Es cierto. Soy infeliz
ELIZA: ¿Cree que venir aquí la ayudará a no ser infeliz?
PACIENTES: Necesito ayuda. Eso seguro
ELIZA: ¿Qué significaría para usted recibir ayuda?
PACIENTE: Tal vez podría aprender allevarme bien con mi madre
ELIZA: Cuénteme más de su familia
PACIENTE: Mi madre me cuida
ELIZA: ¿Quién más de su familia la cuida?
PACIENTE: Mi padre
ELIZA: Su padre
PACIENTE: Usted se parece a él en algunas cosas
ELIZA: ¿Qué parecidos encuentra?
PACIENTE: Usted no es muy agresivo, pero creo que no quiere que yo lo note.
ELIZA: ¿Qué la hace pensar que no soy muy agresivo?
PACIENTE: Que no discute conmigo
ELIZA: ¿Por qué cree que no discuto con usted?
PACIENTE: Porque me tiene miedo
ELIZA: ¿Le gusta pensar que le tengo miedo?
PACIENTE: Mi padre le tiene miedo a todo el mundo.
Debo reconocer que la transcripción de esta sesión me hizo sonreir.
Me recordó el proceso de coaching en el que participé hace unos meses. Me recordó también las enseñanzas recibidas acerca del proceso de coaching, las recomendaciones acerca de la utilización de preguntas abiertas, la necesidad de no guiar al coachee sino permitir que éste sea el que descubra sus propios intereses y potencialidades, la técnica de reformulación de frases del coachee, etc, etc.
Quizá los psicoterapeutas tengan algo de coachs, o quizá el coaching tenga algo de psicoterapia, el caso es que una sesión de coaching podría no diferir en exceso de una conversación como la que ejemplifica el uso de ELIZA.
Ni yo mismo soy capaz de decidir si este artículo es una ironía, una broma, o si es una sugerencia en serio. Pero me pregunto si ya en 1965 un programa de inteligencia artificial era capaz de emular con razonable éxito a un psicoterapeuta...¿no sería posible hoy día conseguir la automatización del coaching?
Intuyo que no es tan sencillo. Que el coaching incluye más técnicas, empatía y sensibilidad que la que un programa de inteligencia artificial pueda ofrecer. Pero aún así, me cuesta descartar completamente la posibilidad de conseguir éxitos en este campo, quizá aunque sólo sea como una forma de entrenamiento para coachs.
Me pregunto, en definitiva, si es posible, hasta un cierto nivel de perfección, conseguir una automatización del coaching.
miércoles, 30 de marzo de 2011
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