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"Por primera vez desde el nacimiento de la era industrial, la única compañía adecuada para el futuro será aquella que también resulte adecuada para los seres humanos.".
Desde la revolución industrial, en efecto, parece que existe un invencible antagonismo entre el capital y el trabajo, o, en una expresión más moderna, entre las empresas y los profesionales que en ellas trabajan. Parece que los intereses son contrapuestos y la relación conflictiva.
Por otro lado, sin embargo, de manera muy clara en la literatura de management actual y, quizá en menor medida, pero también de manera clara, en las prácticas empresariales, existe una creciente preocupación por el factor humano: por la motivación, por el clima laboral, por el fomento de valores individuales como la iniciativa o la creatividad...
¿ Dónde está la verdad ? ¿ Qué está sucediendo ? ¿ Será cierto que estamos asistiendo a la derrota del
reverso tenebroso del management ?
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Y si eso fuese cierto, si las necesidades de eficacia y eficiencia empresarial demandaran la potenciación de los individuos, si las empresas del futuro necesitaran estar basadas en valores humanos, si, por fin, los intereses de las empresas y las personas fuesen los mismos, habría que decir que nos encontraríamos ante una afortunada coincidencia, una afortunada y esperanzadora coincidencia.
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