lunes, 10 de agosto de 2020

¿Qué esperamos de los robots?


Mucho. Esperamos mucho de los robots. Quizá demasiado. Al menos a corto plazo.

El ruido mediático alrededor de la tecnología en general, y de la inteligencia artificial y la robótica en particular, hace pensar al gran público que los robots hoy en día tienen mayores capacidades de las que realmente poseen a nivel práctico. Un ruido mediático generado por todo tipo de medios, favorecido por divulgadores con poca base pero también, es preciso reconocerlo, impulsado por la propia industria tecnológica que con frecuencia cae en el vicio del llamado 'overpromise'.

Sin embargo, no es a ese exceso de promesas a lo que me quería referir realmente en este post, sino a otro tipo de expectativas que mantenemos sobre los robots y que tienen más que ver con nuestra propia naturaleza humana y con la proyección de esa naturaleza en los entes artificiales, especialmente cuando estos son de tipo androide (forma humana) en lo que podríamos denominar una antropomorfización de los robots.

Y me surge el tema continuando con la lectura del libro 'Human-Robot Interacion. An Introduction.' de Christoph Bartnek, Tony Belpaeme, Firedrike Eyssel, Takayudi Kanda, Merel Keijsers y Selma Sabanovic.

En el capítulo que dedican al diseño de interfaces entre humanos y robots nos avisan de que las personas establecemos expectativas sobre los robots con base, por ejemplo, en su forma. Así, si hablamos de androides, robots con forma humana, tendemos a esperar de esos robots un comportamiento similar al humano. Nos dicen, por ejemplo que si el robot tiene ojos, automáticamente asumimos que ve y que entiende lo que está viendo. Si tiene brazos, asumimos que es capaz de coger cosas o incluso de estrechar la mano a un humano.Si el robot es capaz de hablar, asumimos como evidente que es también capaz de escuchar lenguaje natural, de entender lo que se le dice y mantener una conversación. Si el robot tiene ciertas capacidades para expresar emociones, asumimos que no sólo expresa 'las suyas' sino que es también capaz, y esto sí que es un auténtico salto mortal, de captar y entender nuestras emociones.

Esas asunciones son muy lógicas si estuviésemos hablando de otras personas, probablemente incluso de otro ser vivo. Pero no son evidentes en el caso de un robot. Cada una de esas suposiciones que hemos hecho es un desafío tecnológico en sí mismo, una capacidad compleja o muy compleja.

Es por ello que los diseñadores de robots tiene que estar muy atentos a su apariencia externa y a las expectativas que inadvertidamente ese aspecto puede generar. Si un robot, especialmente un androide, genera seguramente no intencionadamente, expectativas muy elevadas y luego no las satisface, la experiencia de las personas con el robots no será buena.

Esperamos mucho de los robots. Quizá demasiado. Pero también es cierto que la tecnología y el propio diseño de robots avanzan muy rápidamente. A lo mejor no estamos tan lejos de ver satisfechas algunas de nuestras expectativas más exigentes.


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