Con el desarrollo de las telecomunicaciones, especialmente de los servicios de movilidad y con el avance en equipos portátiles de todo tipo (laptop, netbook, smartphone, etc) así como todo tipo de servicios complementarios como los SMS, la mensajería instantánea, la videoconferencia, ya no hay excusa para no poder estar conectado, para no estar disponible.
Esto sucede en nuestra vida privada en la que familia y amigos esperan poder localizarnos por el móvil en cualquier momento. Pero mucho más acusado es en el mundo de la empresa y, en particular, en sus niveles directivos. La imagen moderna del directivo, es no sólo la de una persona muy ocupada sino, también, la de una persona pegada a su móvil, capaz de resolver un asunto a la hora de comer, o por la noche, o en fin de semana, o desde la playa durante sus vacaciones...si es que puede gozar de vacaciones.
No sólo ya no hay excusa tecnológica para la ausencia, sino que parece como si la plena disponibilidad, la hiperconectividad, fuese un símbolo de status, una prueba de la importancia del directivo sin el cual no se pueden tomar decisiones y una demostración, además, del compromiso de ese directivo con su empresa.
Estamos, si se me permiten los símiles tecnológicos, en la era del 'always on management', la dirección ejercida en 7x24x365, en altísima disponibilidad, una altísima disponibilidad que parece ser síntoma del éxito e importancia del directivo.
Hace algún tiempo, creo que en una escuela de negocios, oí afirmar a un profesor que una misión fundamental del directivo era organizar su unidad de responsabilidad, conseguir que funcionase como un reloj y, en último extremo, que ese funcionamiento excelente se mantuviese por sí solo, sin la necesidad, ya, de la intervención directa del mando...momento en que ese directivo podía relajarse, o mejor, buscar un nuevo reto.
... Y éste era su éxito, un éxito, digo yo, que entre otras cosas le exige muy baja disponibilidad.
A la luz del párrafo anterior, ¿no es posible que esa altísima disponibilidad que se exige hoy día al directivo, y que éste parece brindar gustoso como símbolo de su status, sea, en realidad, una consecuencia de una deficiente organización y procedimentación del trabajo, de unos procesos, unos engranajes organizativos, no suficientemente engrasados?
O también, y volviendo a los símiles tecnológicos, y ya que de alta disponibilidad hablamos, ¿no es cierto que en los sistemas de alta disponibilidad se establecen redundancias, se duplican elementos, para evitar puntos únicos de fallo? ¿ No se establecen los mecanismos para que cuando un elemento falla, otro tome automáticamente el control sin afectar al funcionamiento global? ¿ No es cierto, igualmente, que en muchas ocasiones, los elementos redundados se utilizan en modo activo para realizar un reparto de carga ?
¿Qué nos enseña la alta disponibilidad en sistemas acerca de la gestión de empresas? ¿ Qué nos tiene que decir acerca de la delegación y de la sucesión?
¿ Pudiera ser que el directivo altamente disponible no hubiese utilizado adecuadamente estas herramientas, la delegación y la sucesión, para evitar su implicación personal? ¿Pudiera ser que el directivo fuese un punto único de fallo sin el cual la empresa no funciona por no haber establecido una redundancia, alquien en quien delega o, a largo plazo, un sucesor? ¿Pudiese ocurrir que no hubiese definido cómo debe actuar la empresa o su unidad en su ausencia? ¿ Y por qué no utilizar a los 'directivos redundantes' para hacer reparto de carga de trabajo?
Es cierto que vivimos tiempos complejos y de cambios acelerados. Es cierto que las plantillas de las empresas están cada vez más ajustadas. Y es cierto que un directivo siempre es un directivo y debe tomar decisiones, no siempre delegables, y no siempre en el momento y lugar que le gustaría, y de forma planificada.
Todo eso es cierto y creo que el directivo siempre deberá ofrecer una cierta disponibilidad. Pero como situación objetivo, como dirección de trabajo, sería bueno reflexionar sobre si la altísima disponibilidad, el orgullo por estar siempre 'on', es realmente un éxito o, más bien, un fracaso del directivo.
jueves, 7 de enero de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Yo voto por el fracaso. Y estoy totalmente de acuerdo con lo de que el funcionamiento más efectivo es el que puede autogestionarse sin requerir una "llamadita al jefe para que me diga cómo se apaña esto".
ResponderEliminarPero es que contestar a todas las preguntas es complicado. Intentaré dar mi respuesta a algunas:
-No hay excusas tecnológicas, pero sí excusas muy sencillas del tipo "quería dormir una siesta tranquilamente y apagué el móvil". Y, a menudo, estas excusas deberían poder usarse a menudo (volvemos a lo dicho arriba).
-Sí, la dirección empresarial debería funcionar como los sistemas que aplican redundancias.
Tal vez todas las preguntas se puedan resumir en que el mandamás tiene la última palabra, pero no todas. Una cosa es ser jefe, otra distinta es ser jefe/coordinador/consultor/director de proyecto/largo etcétera. En el primer caso, hay un equipo eficiente en el que todos desempeñan su función. En el segundo, hay un equipo incompetente que depende obligatoriamente de una única guía.
Los "jefes cabrones" que reciban llamadas constantes porque todo el equipo hace el trabajo correspondiente y el suyo propio quedan aparte.