lunes, 20 de marzo de 2023

Tres democracias: el ciudadano frente a la ética de la tecnología

La ética de la tecnología en general, y de la inteligencia artificial en particular, es un campo de mucho foco actualmente, un área que me interesa, que estudio y que, hasta cierto punto, trabajo.

Ya desde que hace unos pocos años, no muchos, en que comencé a interesarme por el tema y ver cada vez más publicaciones al respecto, me pregunté hasta qué punto se trataba sólo de discurso, atractivo pero discurso, o hasta qué punto se trataba realmente de actuar, de alcanzar conclusiones, de realizar acciones.


Ética de la tecnología y acción


En la ética de la tecnología se identifican problemáticas de impacto moral del uso de la tecnología, un uso tanto malintencionado como no, se analizan escenarios, se advierte de riesgos y se vuelcan opiniones y sugerencias de cómo actuar.

El tema es ahora, cómo conseguir ser concretos y, sobre todo, ejecutivos, que no se trate de meras especulaciones o sesudos debates sin resultados tangibles.

Existen, por suerte, mecanismos para la actuación, para conseguir que las conclusiones de naturaleza moral, lleguen a plasmarse en realidades, y el reglamento europeo sobre la inteligencia artificial lo demuestra.

Pero en este post lo que me pregunto es la forma en que un ciudadano, en tanto que tal ciudadano, puede intentar influir ante administraciones y empresas, para que estas apliquen principios éticos, para que realmente se produzcan esas actuaciones.

Y se me ha ocurrido que tres son las vías principales en que un ciudadano puede, de alguna manera, manifestar sus aspiraciones y deseos y, aunque sea de forma indirecta, y hacer que se actúe en materia ética. Aunque seguro que hay más, he identificado tres mecanismos, tres formas de influir que me ha gustado denominarlos 'democracias' aunque, en el fondo, son más bien tres formas de influencia y las tres son viables sólo en el marco de una democracia representativa y una economía de mercado.


Primera democracia: el voto


La primera forma de influencia es la más evidente, y en teoría la más importante aunque, en el caso concreto de esta ética de la tecnología tengo la sensación que es la de menor impacto. Esa primera forma en que los ciudadanos expresamos nuestras opiniones es el voto. Mediante el voto designamos, de entre las opciones posibles, qué representantes queremos en materia fundamentalmente legislativa e, indirectamente pero muy relacionado, ejecutiva.

Dado que los valores, la ética pues en buena medida, están o deben estar en la inspiración de la ley, tal y como describía en el artículo 'El triángulo ética, tecnología y ley', la elección de nuestros representantes, implica, al menos en teoría, la elección de unos valores éticos que, antes o después deben plasmarse en las leyes que se generen. Y esto podría incluir, claro, leyes que tiendan a garantizar el uso ético de la tecnología.

Es un mecanismo muy serio pero, creo que con una influencia muy lejana e indirecta en la aplicación de esos principios éticos. Dejando al margen otras eventuales críticas, se trata de un mecanismo discontinuo e inespecífico. Discontinuo porque lo que ejercemos solo, en teoría, cada cuatro años. E inespecífico porque mediante un único voto, que compite con otros millones de votos, intentamos elegir a unos representantes, que aspiramos a que, eso, nos representen, trasladen nuestras opiniones y valores a todo tipo de temáticas, no a ninguna concreta.  

Es cierto que la democracia representativa permite otras vías de influencia como la iniciativa popular, la acción del defensor del pueblo o, simplemente, la manifestación en las calles, pero aún así, y a pesar de que si llega a concretarse una ley, estamos ante quizá, la forma más ejecutiva de llevar a cabo prácticas éticas, la sigo viendo como algo alejada de una problemática específica como es la ética de la tecnología.


Segunda democracia: la compra

 

La segunda forma de democracia, o, más bien, la segunda forma en que el ciudadano puede influir en decisiones en este caso fundamentalmente de empresas, es mediante la compra, mediante el uso que hacemos del dinero.

En una economía de mercado, la demanda, que no deja de ser un reflejo económico de los deseos y necesidades de la población,  marca en buena medida lo que las empresas producen.

Mucho de aquello que compramos no tiene connotaciones éticas, lo compramos por pura necesidad (comida, transporte, salud) o por capricho sin mayor reflexión.

Pero es cierto que la compra es un mecanismo muy poderoso de influencia. Si la población deja de comprar, por ejemplo, productos no ecológicos, no sostenibles o producidos en países ausentes de regulación, por ejemplo, del trabajo infantil, o si deja de utilizar redes sociales o productos de los que se sospecha un uso inadecuado de los datos personales o prácticas poco éticas como la influencia política encubierta, la señal ética de cambio que emite es muy poderosa e influyente.

Se trata de un mecanismo continuo y bastante más específico que el voto, aunque es cierto que para que tenga verdadero efecto, necesita de cierto consenso de forma que sea masivo y se note realmente en el mercado. Y precisa, y como se habla muchas veces en economía, de información, de que el ciudadano tenga una información razonablemente veraz de las prácticas de las empresas y de las características, por ejemplo de sostenibilidad, de los diferentes productos para hacer sus decisiones de compra de manera fundamentada. Y esa información, aunque existente, no siempre es veraz.


Tercera democracia: la atención


La tercera democracia, quizá la menos evidente, es la de la atención. Las opiniones y los valores, en este caso éticos, se transmiten mediante la comunicación. Esa comunicación puede ser persona a persona, claro, pero hoy en día, con la enorme presencia de medios de comunicación de todo tipo, pero especialmente los digitales, con la hiper-abundancia de impactos comunicativos y publicitarios, la lucha por la comunicación se produce sobre todo intentando captar la atención de nosotros, de la población, mediante esos canales.

A qué dediquemos tiempo de visualización y lectura, a qué le demos un 'me gusta' o 'una recomendación', lanza mensajes sobre lo que nos interesa, lo que valoramos consciente o inconscientemente, y también sobre nuestra ética y nuestros valores. 

Se trata de un mecanismo continuo, algo inconsciente por parte de los ciudadanos, pero que aporta información muy valiosa desde un punto de vista comercial y político, sobre las preferencias 'reales' de la ciudadanía.

No es fácil, pero si queremos transmitir unos ciertos valores deberíamos abstenernos de prestar atención a ciertos contenidos poco constructivos, no deberíamos retransmitirlos ni amplificarlos y a cambio deberíamos prestar mayor atención a contenidos más constructivos, más reflexivos y con mayor dosis de valores. 

Sin duda, empresas y autoridades públicas tomarán buena nota de ello.


El lado de la demanda


Los mecanismos que he expuesto, actúan, como se diría en teoría económica, por el lado de la demanda, por lo que expresamos y deseamos los ciudadanos que, a estos efectos, somos el mercado. 

Faltaría por contemplar los mecanismos del 'lado de la oferta', del lado de administraciones, empresas, e incluso líderes de opinión que, en el fondo, son los que tienen que implementar la mayoría de las medidas de aplicación de principios éticos en el uso de la tecnología. No estoy seguro, pero a lo mejor hago un post complementario de este en que comente esos mecanismos


Alguna consideración adicional


Antes de cerrar, sólo hacer alguna consideración adicional.

La motivación de este post es el pensamiento en materia de ética de la tecnología en genera y de ética de la inteligencia artificial en particular y el cuestionamiento de qué podemos hacer como ciudadanos para que avance en la dirección correcta. Sin embargo, creo que a ningún lector se le escapa que los mecanismos que he propuesto son mucho más generales y de mayor alcance que la ética de la tecnología.

En el fondo, son mecanismos mediante los cuales los ciudadanos podemos expresar nuestra manera de pensar e influir, de alguna forma, en que la administración y la política, el tejido productivo y empresarial, actúen en la dirección que consideramos más adecuada como ciudadanos.

No reclamo especial originalidad en la identificación de estos mecanismos, todos ellos descritos de una forma u otra en diferentes medios. Y tampoco reclamo la exhaustividad, porque son fruto de una reflexión rápida. Es posible que el lector identifique otros mecanismos, aunque creo que realmente estos son los más claros y poderosos.


Conclusión


El mensaje final para el lector, en tanto que ciudadano, ciudadano de a pie que se suele decir, es que tienes algo que decir en materia de ética de la tecnología, y en materia de casi de cualquier aspecto que consideres valioso. 

Tienes algo que decir.

Aunque sea por vía indirecta, tienes formas de influir en un uso más ético de la tecnología y, entre esa formas de influir se incluye el uso motivado, reflexivo y responsable de tu voto, tu dinero y tu atención.

 

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