Pero quisiera recoger en este post, la relación que, en mi personal visión, existe entre estas tres disciplinas, una relación que aplica siempre pero que es especialmente relevante para mi, en lo que tiene que ver con dos tecnologías que me apasionan: la inteligencia artificial y la robótica.
La ética y la ley
¿Cuál sería, en primer lugar, la relación entre la ley y la ética?
Existen, creo, ámbitos en que trabajan de manera independiente. Si pensamos en la visión legal, las leyes establecen muchas cosas, muchos criterios, obligaciones, procedimientos e inclusos castigos, etc que, en sí mismos no tienen motivación ética, sino meramente estructural y organizativa. Recuerdo a ese respecto algo que solía decir mi padre, no sé si era ocurrencia suya o lo había visto en alguna parte: conducir por la izquierda o por la derecha es éticamente indiferente, pero hay que regularlo. Y, añado yo, castigarlo si se viola lo establecido, porque supone un peligro y porque hay que forzar el cumplimiento de la ley.
Entendiendo, pues, que en muchos ámbitos, ley y ética viajan de manera independiente, también me parece claro que, en muchos casos, la ética precede a la ley. Y la precede porque, con frecuencia, las leyes dan forma y rango de obligación a lo que previamente son valores morales o éticos. Por eso se castiga el asesinato o el robo, porque, aparte de otras eventuales implicaciones más prácticas, consideramos que son comportamientos inmorales y que queremos erradicar o al menos minimizar. Y, por eso, también, resulta polémica la legislación, por ejemplo, en materia de aborto: porque tienen valoración ética o moral (estoy utilizando como sinónimos ambos términos aunque en el fondo no lo sean) pero no existen unos valores claramente consensuados en la sociedad. Y, por tanto, trasladarlos a la ley es hacer obligatorios, de alguna forma, unos valores de no suficientemente amplia aceptación.
En el libro 'Manual de ética aplicada en inteligencia artificial', sus autores Mónica Villas y Javier Camacho, indican, en esta misma línea, que:
La ética suele ir por delante de la ley y eventualmente muchas consideraciones y principios éticos acaban consolidándose en cuestiones legales.
Pero creo que hay otra relación. La ética no va solamente antes de la ley sino que, en ocasiones, creo que la ética va detrás de la ley. Por decirlo de alguna forma, y siempre en mi opinión, la ética debe iluminar y superar a la ley.
Por desgracia, y subrayo lo de por desgracia, resulta fuera del alcance humano establecer unas leyes perfectas, que estén disponibles a tiempo y que cubran de manera inequívoca cualquier situación, cualquier eventualidad, cualquier actuación y cualquier contingencia. Y como es imposible conseguir esas leyes perfectas, entramos en el terreno de la interpretación de la ley y de la jurisprudencia.
Personalmente pienso que, aunque lo reconozco como inevitable, ese margen a la interpretación es un defecto de los ordenamientos jurídicos de todo el mundo y crea una suerte de pequeña inseguridad jurídica, porque no siempre sabes a qué atenerte y porque no siempre los mismos hechos serán juzgados de la misma manera.
En cualquier caso, y dado que ese margen a la interpretación es inevitable, en esa interpretación vuelve a jugar un papel importante la ética porque, a falta de normativas o criterios claros, o a falta de jurisprudencia, los jueces deberían actuar guiados por la ética que, en ese sentido, funciona como esa iluminación y superación de la ley. Cierto es que, dado que no existen consensos universales en cuanto a los valores, en cuanto a lo que es bueno y malo, esta interpretación, por muy iluminada que esté por la ética, no está exenta de riesgos e imperfecciones... pero al menos mejor que se tengan en cuenta razonamientos éticos que lo contrario.
La tecnología y la ley
La relación entre la tecnología y la ley, creo que es más evidente.
Por un lado, y no me entretendré mucho en ello, la tecnología da soporte a la ley, la hace más eficiente y más eficaz como a cualquier otra actividad humana. Hoy en día, en concreto, precisamente los sistemas de inteligencia artificial, los sistemas de automatización de procesos, la automatización robótica de procesos, etc, pueden aportar tanto a la práctica jurídica que sólo cabe esperar que el sector aproveche todo lo que la tecnología le ofrece y que hagan, cuanto antes, una agresiva transformación digital.
Y por otra parte la ley pone márgenes a la tecnología, normalmente limitando algunas de sus posibilidades de actuación que se consideran que atentan contra derechos de los ciudadanos (como ocurre, por ejemplo, con el famoso RGPD).
Por cierto que, con frecuencia, o al menos así se está moviendo en el ámbito de la inteligencia artificial, esas limitaciones vienen precedidas de un cierto análisis ético que luego se traduce en normas, siguiendo la estructura de precedencia que veíamos en la sección anterior.
La tecnología y la ética
¿Y cuál es la relación entre ética y tecnología?
Cada vez más, y de la misma forma que sucede entre ética y ley, existe la conciencia explícita de que la ética debe orientar a la tecnología. Cabe pensar que, de manera implícita, eso ya sucedía, aunque desde luego no siempre, en el pasado. Que aunque con lamentables y algunas conocidas excepciones, la tecnología, o bien lleva implícitos principios éticos o, al menos, no entra en flagrante conflicto con ellos.
Pero hoy en día, y de nuevo en el campo de la inteligencia artificial, se abre paso el concepto de ética por diseño, es decir, que, en lugar de valorar a posteriori los aspectos éticos de un algoritmo, un robot o una solución cualquiera, ya durante su propio proceso de diseño y desarrollo se tienen en cuenta esos criterios de forma que el resultado final tenga un comportamiento ético razonablemente garantizado.
¿Y puede aportar algo la tecnología a la ética?
Pues sí que puede.
Podría pensar en aspectos más elevados, como el que la reflexión sobre algunas nuevas situaciones, como pueden ser los robots humanoides, ayuda a una reflexión ética sobre el propio ser humano, algo sobre lo que estoy seguro que volveré en algún post específico.
Pero, de forma aún mucho más clara, puede aportar a solucionar algunos de los problemas éticos que afectan, por ejemplo, al campo de la algoritmia de inteligencia artificial como son los sesgos o la explicabilidad. Tampoco me detendré ahora en ello, pero sí apuntar, que como se cuenta también en el libro 'Manual de ética aplicada en inteligencia artificial', que existen soluciones algorítmicas y procedimentales, algunas ya funcionales y otras en investigación, para eliminar o minimizar problemáticas como las de sesgos o falta de explicabilidad.
Conclusiones
Según esa concepción que, insisto, la aporto como visión personal, no necesariamente original pero sí personal, existe una suerte de triángulo virtuoso que relaciona tecnología, ética y ley.
Ahora se trata 'solo' de que usemos correctamente esa virtuosa relación.
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