miércoles, 20 de enero de 2021

Tres cuestiones éticas en el campo de la interacción entre robots y personas


Los avances en materia de robótica y de inteligencia artificial, la consecución de agentes inteligentes dotados de presencia física como son los robots sociales, abren unas fantásticas e inspiradoras posibilidades, una perspectiva de avances tanto en el ámbito industrial o laboral, como incluso en los servicios y los entornos domésticos. Pero también da lugar a miedos, algunos justificados y otros no, y a ciertos desafíos éticos que conviene tener presentes.

En algún momento intentaré disponer, a ver si es viable, de un censo más o menos consensuado y abarcador de estos retos, estado de opinión y respuestas razonables.

De momento, en este post quisiera recoger tres riesgos que se destacan ya hacia el final del fantástico libro 'The Oxford Handbook of Affective Computing', en concreto en un capítulo firmado por Ronald C. Arkin y Lilia Moshkina y que se centra en el afecto en las relaciones entre robots y personas.

Estos autores citan las aportaciones procedentes del campo de la filosofía y, en concreto, el artículo 'The march of the robot dogs. Ethics and Information Technology' de Robert Sparrow (2002) y el libro 'Alone together: Why we expect more from technology and less from each other' de Sherry Turkle (2011). Y resumen en estos tres puntos los riesgos a que nos enfrentamos en caso de la introducción en la vida humana de unos robots altamente interactivos:


  • Malos entendidos intencionados: Se refiere en concreto a personas mayores y a que se les pueda crear intencionadamente una visión distorsionada de la realidad, atribuyendo cierta 'vida' a los robots. Se preguntan los autores si no debería existir un derecho a percibir el mundo tal cual es.

  • Derogación de responsabilidad: En este caso habla de una excesiva delegación en robots de tareas de cuidados de otras personas, con un posible impacto en esas personas sometidas a cuidados.

  • Deterioro del tejido social: Se apunta, finalmente, a un riesgo de deterioro generalizado de las relaciones entre personas, por la aparición de unos artefactos, los robots, con los que puede resultar más atractivo interactuar que con personas reales.


Así enunciados, estos riesgos asustan un poco. No tengo claro que esos riesgos sean tan profundos. No obstante, tampoco me parecen descabellados, así que, mientras construimos nuevas tecnologías y nuevas soluciones, nuevos robots sociales en este caso, conviene estar en paralelo muy atentos a estos riesgos e implementar medidas para mitigarlos o, si se puede, eliminarlos.


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