lunes, 16 de noviembre de 2020

¿Por qué debería un robot manejar emociones?

En los últimos tiempos he estado investigando sobre robótica social y computación afectiva, un área de estudio y aplicación apasionante tanto desde un punto de vista intelectual (es un área donde se citan la ingeniería, la inteligencia artificial, la psicología y mucho más) como desde el punto de vista de las posibilidades de aplicación que abre y también, hay que reconocerlo, algunos retos éticos que plantea.

Pero a lo mejor, lo primero que habría que hacer es , simplemente, plantearse si tiene sentido, siquiera, el intentar que los robots detecten y expresen emociones.

En el libro 'Emotional Design in Human-Robot Interaction: Theory, Methods and Applications' editado por Hande Ayanoglu y Emilia Duarte se cita a Rosalind Pickard, la 'madre' de la computación afectiva, y por tanto alguien con autoridad en la materia, y se mencionan cuatro motivos:


  • La presencia de emociones en el robot facilita la comunicación con el usuario (una comunicación, evidentemente emocional).

  • La necesidad de desarrollar aplicaciones que controlan información emocional

  • El interés creciente en el desarrollo de robots que presenten habilidades sociales y emocionales

  • La presencia de emociones hace que la experiencia para el usuario sea más interesante y menos frustrante.

La verdad es que creo que el mero enunciado se me queda un poco corto y creo que precisaría de un poco más de explicación y detalle. Sin embargo, me quedo con dos ideas básicas. 

La primera que la capacidad de gestionar emociones por parte de un robot mejora la relación con los usuarios, con los humanos, y eso, en el fondo, es el objetivo de cualquier interfaz de usuario, desde las más sencillas en un sistema de ventanas o incluso de línea de comandos, hasta las más sofisticadas como pueden ser estas interfaces humano-robot. 

La segunda, con la que ya contaba, es que esa capacidad de gestión emocional abre la puerta a muchísimas aplicaciones de todo tipo: industrial, profesional, en el hogar y en el ámbito social.

Es cierto que con la gestión de las emociones entramos en terreno delicado, un terreno que precisa de una alta dosis de prudencia y de ética. Estoy seguro que de esto último voy a tener oportunidad de hablar largo y tendido próximamente.


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