Cuando se analiza el impacto que la revolución digital tiene y tendrá en la sociedad, uno de los temas importantes que surge es la automatización, la robotización y la eventual destrucción de empleo que puede generar.
Dentro de ese planteamiento, una idea que se baraja es la posibilidad de imponer impuestos específicos para los robots de forma que, con esos ingresos, se pueda financiar un cierto nivel de bienestar para las personas que pierden el empleo por culpa de la automatización.
Una idea, esta de los impuestos a los robots, que considero en primer lugar desafortunada pero no sólo eso: directamente bastante absurda, sin una posibilidad realista de aplicación, porque no refleja la realidad de lo que la automatización es.
No pretendo ser polémico ni agresivo, pero sí asertivo. Sígame el lector, si así lo desea, en el razonamiento y me encantará conocer su opinión.
El contexto
La idea del impuesto sobre los robots, que ya lleva un tiempo sobrevolando eventos, debates y programas, aunque bien es cierto que con escasa concreción, surge de la creencia, probablemente cierta, de que estamos en los umbrales de una automatización masiva, de un despliegue a gran escala de nuevos y más inteligentes robots, de una implantación casi exponencial de la automatización de todos los ámbitos del trabajo en la industria y los servicios.
Si eso es así, y no parece improbable en absoluto, se automatizarán muchas tareas hoy en día realizadas por personas. Por tanto, y a pesar del general convencimiento de que la innovación y las nuevas tecnologías destruyen ciertos empleos pero crean otros nuevos, probablemente más empleos que los que destruyen, se abre paso el miedo a una reducción masiva de la necesidad de mano de obra humana.
Y si esas previsiones se cumpliesen podrían suceder en esencia dos cosas: o un aumento salvaje del paro o bien una drástica reducción de forma generalizada de las horas que compondrían una semana laboral normal (por decir algo, podríamos pasar de las 40 horas semanales a las 20 horas semanales).
En esas circunstancias, o admitimos y sufrimos un empobrecimiento generalizado de las personas, y también un riesgo aún mayor que el actual de no poder sostener el estado del bienestar, o bien debemos tomar alguna medida de amplio alcance que compense de alguna forma los ingresos en forma de salarios perdidos por las personas debido a la eliminación o acortamiento del empleo.
De entre las opciones posibles, una de las que más ha dado de qué hablar es la llamada renta básica universal.
La renta básica universal
Dicho de una forma sencilla, la renta básica universal serían unos ingresos que recibirían los ciudadanos por el sólo hecho de serlo, sin necesidad de trabajar.
La idea es que, si no es posible dar empleo más que a un número relativamente reducido de personas y con un volumen de horas menor que el actual, para que estas personas puedan vivir dignamente (y de paso,por cierto, para que sigan existiendo como consumidores) es necesario asignarles una suerte de sueldo, asignación o subsidio, sólo por el hecho de existir y ser ciudadanos.
Es una opción a considerar pero supone, de forma implícita, entre otras cosas, que la riqueza que se genera en una economía, se mantiene o incluso se incrementa respecto a la actual o lo que es lo mismo, se destruye empleo pero no riqueza. Por tanto, en teoría existiría riqueza suficiente en la sociedad como para proporcionar a sus ciudadanos unas rentas similares o mayores a las actuales, aunque sea sin trabajar o trabajando mucho menos. Es decir, la eficiencia que introduce la automatización nos permitiría generar riqueza suficiente para que, la falta de empleo, no afectase al bienestar e ingresos de los ciudadanos.
En esa ecuación, aparte de los ingresos personales habría que considerar, creo, también la financiación de pensiones o asistencia sanitaria, para que se mantuviese el mismo nivel de bienestar.
Es una opción no exenta de dificultades y debate, pero no parece absurdo el planteárselo al menos como hipótesis de trabajo y hacer estudios rigurosos y con números, de la viabilidad, sostenibilidad y conveniencia de la idea.
La fiscalidad en un mundo automatizado
Sin embargo, en las hipótesis precedente, parece necesario un cambio importante del modelo fiscal. Salvo que se tributase seguridad social e IRPF sobre esa renta universal, cosa que a lo mejor no es del todo lógico ni eficiente, lo que parece necesario hacer es incrementar la fiscalidad sobre las empresas.
La lógica sería la siguiente: dado el nivel de automatización, la eficiencia conseguida y la eliminación masiva de masa salarial, parece que, a igualdad de riqueza generada, a igualdad de productos y servicios generados y vendidos, las empresas manejarían márgenes mucho más altos, beneficios antes de impuestos mucho mayores, puesto que tendrían unos costes mucho menores en salarios. Por tanto, sería al menos en teoría viable un incremento notable de la recaudación sobre las empresas (tal vez incrementando los conceptos o tipos impositivos, tal vez confiando en que, la misma carga fiscal aplicada sobre beneficios mucho mayores sería suficiente para proporcionar unos mayores ingresos a las administraciones suficientes para garantizar la financiación de todo el sistema).
Con ese incremento recaudatorio, podríamos, a priori, financiar el estado del bienestar y la famosa renta universal.
De nuevo: es una idea sometida a mucho debate y que precisa estudios rigurosos incluyendo un análisis numérico concienzudo. Pero, a priori, parece al menos razonable considerarlo y estudiarlo.
Pero, entre los modelos que se proponen como cambio fiscal hay uno que apuesta por gravar con impuestos a los robots. El razonamiento viene a ser: ya que un robot quita el trabajo de humanos, hagamos que ese robot cotice a la seguridad social para sostener a los humanos que sustituye. O si se prefiere, aunque artificial, un robot es un trabajador y, por tanto, hagamos que cotice como tal.
Esa idea, creo que, en cuanto a oportunidad es desacertada pero en cuanto a implementación práctica es directamente absurda.
Veamos por qué.
La inconveniencia
Los impuestos son, principalmente, un mecanismo de recaudación para las administraciones. Mediante impuestos obtienen éstas la financiación que necesitan para su mantenimiento y para la prestación a los ciudadanos de servicios de todo tipo que incluyen la asistencia sanitaria, la limpieza, las infraestructuras, las jubilaciones o los subsidios sociales.
Pero aparte de esa misión recaudatoria, los impuestos cumplen algún otro papel secundario pero muy relevante. Sirven, por ejemplo, como mecanismo de redistribución de la riqueza, gravando más a las personas físicas o jurídicas con mayores ingresos. Pueden servir también como herramienta de política económica, poniendo más o menos dinero en el mercado (según disminuya o aumente la presión fiscal) constituyendo así un mecanismo de activación o enfriamiento de la economía.
Y sirven también, y a eso voy, como mecanismo de incentivación o desincentivación de ciertas actividades económicas. Por eso, por ejemplo, se pide un menor IVA para el ámbito de la cultura (así se incentiva el consumo de bienes culturales) o se gravan con montañas de impuestos el alcohol o el tabaco ya que se consideran perjudiciales para las personas a nivel individual y para la salud pública a nivel global.
Y es por ese papel incentivador por el que considero muy inoportuno y gravemente desacertado, el asignar impuestos a los robots. Si hacemos eso, estaríamos castigando la innovación, la eficiencia, la mejora del tejido productivo, la competitividad, casi diría que el futuro de nuestra sociedad. Si queremos ser más competitivos y queremos ser alguien relevante en este mundo de la robótica, la automatización y la inteligencia artificial, más vale que lo incentivemos y no que lo castiguemos con nuevos impuestos, unos impuestos, ya les vale, especialmente dedicados a estas tecnologías.
Pero incluso esta idea, a pesar de lo desacertada que la considero, me parece todavía planteable, analizable y debatible. Y me encantaría oír argumentaciones (si se apoyan en datos aún mejor) a favor y en contra de esta idea de los impuestos a los robots.
El absurdo
Pero donde creo que entramos directamente en el terreno de lo absurdo, es cuando pensamos en una aplicación práctica de esta idea de gravar a los robots.
Y el problema surge, en el fondo, de la imposibilidad de definir qué es un robot y cómo los vas a identificar, cuantificar y gravar.
Creo que, quienes apuestan por los impuestos a los robots se están dejando llevar por la fantasía y la ignorancia. Se están imaginando que esos robots a los que vamos a gravar son androides como C3PO o Terminator. Se han dejado llevar por la metáfora y se han creído que esos robots que eventualmente nos van a quitar los trabajos, tienen cara y ojos, personalidad e individualidad, que son seres artificiales pero perfectamente individualizados e identificables y que se dedican específicamente a sustituirnos. Y que son los únicos entes que lo hacen.
No es así. No es así en absoluto.
Lo que nos puede quitar los puestos de trabajo es la automatización en general, la progresiva realización de más y más tareas por medio de ingenios, físicos o lógicos, donde los robots, supuesto que sepamos definirlos e identificarlos, cosa dudosa, son sólo algunos de los actores implicados. En realidad existe un continuo de tecnologías, unas más visibles y otras menos, unas más modernas y otras más tradicionales, que automatizan, unas más y otras menos, tareas que, en otro caso, realizaríamos las personas.
¿Qué vamos a gravar exactamente? O, dicho de otra forma: ¿qué es un robot?
Vale, si pensamos en el entorno industrial podemos pensar que los típicos brazos articulados de las fábricas son robots: automatizan tareas antes realizadas por personas y quitan trabajo a las personas así que vamos a gravarlos. Vale ¿y los vehículos autoguiados que transportan materiales y productos terminados a en elaboración dentro de una fábrica o almacén? ¿Son robots? Seguramente se diría que si, que son elementos que automatizan el transporte y que quitan trabajo a personas en almacenes y fábricas. Vale, pero entonces ¿y las cintas transportadoras? ¿Son robots? Al fin y al cabo también automatizan el transporte y eliminan trabajo de personas ¿no?. Y si una cinta transportadora puede ser un robot ¿no lo es un ascensor? ¿y una escalera mecánica? ¿y un oleoducto?
¿En serio vas a gravar a las escaleras mecánicas y los oleoductos?
¿Y a una calculadora? Elimina montañas de trabajo en materia de realización de cálculos. ¿Las vamos a gravar?
Y ya puestos, ¿por qué no gravamos también a las lavadoras y los lavavajillas? ¡Anda que no eliminan trabajo humano! ¡Ah! Y los robots de cocina, o las aspiradoras tipo 'Roomba'... La de empleos de servicio en el hogar en forma de amas de llaves, limpiadoras, mayordomos, cocineras que todos estos ingenios nos han hecho perder
Y si no ¿cuál es el criterio? ¿que los robots tengan cara y ojos? ¿brazos? ¿que hablen?
La cosa suena quizá más absurda si en lugar de los robots físicos pensamos en software. Llevamos décadas haciendo software que automatiza total o parcialmente ciertas tareas. A lo mejor, en la simplicidad e ignorancia, se piensa en gravar a chatbots o robots RPA... porque en su nombre consta la palabra robot o 'bot' y porque alguno habla y parece tener personalidad.
Pero si consideramos como robot a un chatbot porque habla, exhibe una cierta lógica y elimina trabajo realizado por humanos...¿no deberíamos considerar también como robots las automatizaciones vía IVR (esa que, en el teléfono, nos pide que pulsemos un número u otro según lo que queramos hacer) que se implementan sobre centralitas y que utilizan en tantos y tantos servicios de atención a cliente? También son automatizaciones, también hablan y también eliminan muchísimo trabajo y empleo de humanos. Entonces, cuándo gravemos a los robots, ¿vamos a grabar también a las centralitas de voz? ¿en serio?
Si ahora pensamos en robots RPA, hablamos de unos módulos software que eliminan trabajo repetitivo realizado por humanos interaccionando con pantallas de aplicaciones y documentos electrónicos. Y claro, los consideramos robots porque realizan el trabajo que habitualmente harían personas y porque además, alguien pensó en su momento que llamarle robots a esos módulos software era atractivo. Pero un antecedente de RPA son las macros, los 'mini-programitas' incrustados en documentos como las hojas de cálculo... y que también automatizan labores repetitivas realizadas por personas eliminando así la necesidad de esas horas de trabajo humano. Si me dices que un software RPA es un robot, también lo serían las macros ¿no? De hecho algún fabricante de RPA habla de 'macros on steroids' para referirse a su producto, Y si vas a grabar a los robots RPA... ¿en serio me vas a gravar también por las macros que utilice en Excel?
¿Si? ¿No? Te ofrezco otra alternativa, a ver qué te parece: en lugar de hablar de 'Automatización Robótica de Procesos' la rebautizamos y la llamamos 'Automatización supercalifragilística-espialidosa de procesos'. Ya no son robots, ya no tiene que pagar impuestos ¿no?
Ahora que lo pienso, los clientes de correo electrónico cada vez automatizan más reglas y filtros para hacer más sencillo el tratamiento del correo o quitarnos spam...ahorrando trabajo de personas. ¿Vas a gravar los clientes de correo electrónico? Y ahora caigo en que el propio correo electrónico elimina puestos de trabajo de carteros, transportistas, clasificadores... ¿Vamos a gravar el correo electrónico?
¿Y los ERP? ¿Y los CRM? ¿Y las pruebas automatizadas en DevOps? ¿Y los programas de gestión de nóminas? ¿Y los de contabilidad? ¿No automatizan todos ellos trabajo y nos eliminan muchísimas horas de actividad y por tanto de empleo de humanos?
¿Vas a gravar a los ERP, a los CRM, a las automatizaciones de pruebas o al software de contabilidad o nóminas? ¿en serio?
Seriedad
Creo que algunos aspirantes a pensadores del mundo digital, a legisladores modernos o quizá presuntos salvadores de un mundo sin empleo, deberían conocer un poco más la realidad digital antes de atreverse a proponer una medida de tanto calado como esos presuntos impuestos a los robots... que en el fondo no sabemos lo que son.
Deberían pasar del discurso de tertulia o evento a la realidad de la tecnología y los números. Estoy seguro de que descubrirían cosas y cambiarían, espero, de opinión.
En cualquier caso, pediría seriedad y rigor.
Nuestra competitividad y progreso, el empleo en nuestra sociedad, la sostenibilidad de nuestro sistema de protección social, de pensiones o de jubilaciones, nuestra economía del bienestar, la realización de las personas y tantas otras cosas valiosas están en juego hoy día y dependen en buena medida de cómo gestionemos la tecnología, el empleo y los impuestos en este mundo super-automatizado. Muy grandes son los riesgos pero también, por suerte, muy grandes las oportunidades.
Pero hemos de trabajar con rigor. Con mucho rigor.
Por favor, seamos serios en los análisis y en las propuestas.
Nos va mucho en ello.
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