Empieza a calar la idea, quizá hasta se pueda considerar probada, de que nuestros cerebros se adaptan a su entorno. Una adaptación que es física. Que la conformación neuronal realmente cambia con el tiempo según el fenómeno de la neuroplasticidad y que esa adaptación y ese cambio algo tienen que ver con el aprendizaje.
Independientemente de su base fisiológica o neuronal, sí parece, y eso está ajustado a nuestra intuición, que nuestro comportamiento y nuestra forma de ver el mundo cambia según los estímulos que recibimos.
Y entre esos estímulos, cada vez tienen mayor peso los de naturaleza tecnológica.
Hace ya un tiempo comentamos en este blog la obra 'Superficiales' de Nicholas Carr que, en esencia, venía a decir que el auge de Internet y los medios sociales, los móviles, la mensajería, etc nos estaban acostumbrando a interacciones rápidas con constantes interrupciones y una estimulación constante. Y que eso estaba 'deformando' nuestros cerebros de forma que cada vez tenemos menor capacidad para la concentración, para la lectura profunda, para la reflexión. Que nos estamos convirtiendo, en suma, en superficiales.
Ahora, y aunque de una forma muy colateral y desde luego no especialmente científica, me encuentro la siguiente afirmación de Nancy Duarte en su libro 'Resonate':
The chronic bombardment of media and entertainment has transformed us into an impatient culture.
Aunque no es exactamente la misma afirmación la de Nancy Duarte que la de Nicholas Carr, si tienen un tronco común: el efecto que sobre nuestro comportamiento y nuestra cognición tiene el sometimiento constante a estímulos, muchos de ellos de origen tecnológico o habilitados por la tecnología.
Mmmm... superficiales e impacientes.
Sin duda la tecnología es una gran cosa. Sin duda impulsa el progreso y el bienestar. Y, sin embargo, parece que nos convierte en superficiales e impacientes.
Tal vez sea el precio a pagar...pero no suena muy bien...
No hay comentarios:
Publicar un comentario