Hay viejas escuelas que enseñan lo maquiavélico, la manipulación desde el poder para conseguir los objetivos.
Hay estilos autoritarios que consiguen resultados sojuzgando a colaboradores o proveedores.
Hay pedestales para tiburones que no reparan en escrúpulos en pos de metas propias o corporativas.
Y sería inocente no reconocer que esos estilos, esas técnicas y esas personalidades producen éxitos, en algunos casos clamorosos.
Pero, por suerte, se abre paso otro tipo de liderazgo más social, más humano, más cercano.
Un liderazgo que aprecia realmente a las personas, que busca la motivación y el desarrollo de los colaboradores o la colaboración de igual a igual con socios, más que proveedores.
Y uno de los valores de ese nuevo liderazgo es la sinceridad: hablar y comportarse desde lo real y la experiencia propia, desde la verdad y el realismo.
Una de las facetas en que la sinceridad produce dividendos es en la comunicación, tanto cara a cara como en grandes auditorios.
Así nos lo constata Nancy Duarte en su libro 'Resonate' cuando nos dice:
A great way to stand out is to be real.
En este caso 'real' es sincero o quizá, auténtico. En cualquier caso, humano. Y, en cualquier caso, una forma de destacar, de liderar, de transformar porque:
what people are really looking for at a presentation is some kind of human connection.
Así parece ser, afortunadamente. La sinceridad no es sólo una virtud moral. Aparentemente es un rasgo de liderazgo y, curiosamente, un elemento de influencia y, en definitiva, de poder.
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