miércoles, 30 de agosto de 2023

Robots: el secreto está en el cerebro

No, cuando hablamos de robots, y de robots inteligentes, el secreto no está en la masa, como reza el famoso anuncio de pizzas, sino en el cerebro.

Un secreto que, en efecto, permanece bastante oculto, bastante fuera de nuestro alcance en este momento.

¿Qué quiero decir con esto?


Los robots como agentes inteligentes


Antes de explicarlo, recuerdo el modelo de agente (y agente inteligente en nuestro caso) que se usa para explicar e incluso definir lo que es un robot.

Según este modelo, un robot (en realidad un agente) es una entidad que se relaciona con su entorno y que consta de tres elementos:

  • Sensor: función mediante la que el agente obtiene y de alguna forma interpreta información sobre el entorno que le rodea.

  • Actuador: función mediante la que el agente actúa sobre ese entorno.

  • Control: función central que proporciona la lógica, es decir, que activa las actuaciones sobre el entorno adecuadas en función de la situación del entorno (percibido mediante la función sensora) y de los objetivos del agente (robot).

Lo explicaba (a partir aproximadamente del minuto 2:50) en este vídeo titulado 'The robot concepts' de mi proyecto 'The robot notes'.




Robots, control e inteligencia: algunos matices


De forma instintiva, y no del todo desacertada, tenderemos a asociar el concepto de inteligencia con la función de control. Y no es del todo incorrecto, pero hay matices que hacer.

En efecto, el que exista un adecuado control, una coherencia entre lo percibido en el entorno y las actuaciones sobre él, con los objetivos del robot, es lo que hace que ese agente se pueda considerar inteligente.

Sin embargo, el primer matiz es que no necesariamente eso nos lleva  a usar inteligencia artificial. En efecto, y como ya comenté en el artículo 'Comportamientos reactivos y los conceptos de inteligencia e inteligencia artificial', se puede conseguir un comportamiento externamente percibido como inteligente aplicando los llamados 'comportamientos' (behaviors) o comportamientos reactivos que más bien son una reacción inmediata a un estímulo (como un comportamiento reflejo humano), programada y sin grandes dosis de sofisticación. Es decir, se puede tener un robot que se comporta como agente inteligente sin necesidad de usar inteligencia artificial.

Otro matiz es que, si dentro de la función sensora incluimos toda la percepción, es decir, no sólo la recepción de información y estímulos, sino también una cierta interpretación (por ejemplo, detección de objetos mediante inteligencia artificial), nos encontramos con que con cada vez mayor frecuencia (por ejemplo, uso de visión artificial o de reconocimiento de voz), en esa función sensora sí que utilizamos inteligencia artificial.

De forma más o menos común, usamos inteligencia artificial en robots (robots inteligentes), precisamente en muchas tareas relacionadas con la percepción (sensor) como visión artificial, reconocimiento de voz, procesamiento de lenguaje natural e incluso detección de emociones. Y también la utilizamos algo (probablemente menos) en el control, como en el caso de la planificación del movimiento de un robot móvil o vehículo autónomo.

Pero no existe tanta concentración de inteligencia, entendida como inteligencia artificial, en la función de control que es la que tendemos a asociar espontáneamente con la inteligencia.


Robots muy inteligentes y el secreto del cerebro


Si ahora aspiramos a robots muy inteligentes, es decir, robots que de alguna forma 'piensen' y razonen de una forma inteligente, próxima a la humana, nos encontramos con una enorme dificultad.

En efecto, en su libro 'Los robots y sus capacidades' editado por CSIC Elena García Armada nos cuenta cómo a nivel tanto estructural y mecánico como en las labores de percepción y actuación, la robótica actual está ya muy avanzada y consigue paralelismos y resultados en ocasiones próximos y en otros superiores a lo que consigue una persona. Sin embargo, cuando hablamos del control, lo que podríamos considerar el cerebro del robot, estamos bastante, bastante lejos. Literalmente nos dice:


El cerebro es el elemento del robot que más lejos se encuentra de su homólogo en el ser humano.


En efecto, pese a los enormes avances en inteligencia artificial, aún estamos muy lejos de conseguir algo que se aproxime a un cerebro humano. Lo cual tampoco es demasiado extraño si consideramos que, a pesar en este caso de los avances en neurociencia, estamos muy lejos de comprender el funcionamiento de ese cerebro humano.

Así que lo que intenta la inteligencia artificial, cuando se dedica a buscar capacidades cognitivas, es a emular en visión externa el funcionamiento cerebral, sin mucho conocimiento y apenas una leve inspiración, en cómo funciona realmente a nivel interno ese cerebro, eso que intenta más o menos imitar.


Conclusión


Así que aunque disponemos de robots inteligentes (inteligentes tanto en el sentido de un comportamiento coherente como en el sentido del empleo de inteligencia artificial) y cada vez más sofisticados y capaces, aún están muy lejos de emular de forma general un comportamiento inteligente humano. 

Y es en ese sentido que, para los robots, el secreto no está en la masa, sino en el cerebro. Y es el secreto porque es clave, pero es secreto también porque resulta bastante desconocido.



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