miércoles, 31 de enero de 2024

El valor de la experiencia analógica en un mundo digital

Las nuevas tecnologías, de todos los ámbitos pero, en mi caso, especialmente del mundo digital,  tienden a deslumbrarnos con sus nuevas y a veces inesperadas capacidades.

Pero para un mejor entendimiento, para un verdadero aprecio, conviene ponerlas en perspectiva.


Mitos, propaganda e incomprensión


No es malo que nos entusiasmemos con las tecnologías. Todo lo contrario. Son demostraciones del ingenio humano y, bien utilizadas, ayudan a mejorar nuestras vidas, a ser mas eficientes y a conseguir más.

Aunque lo que no es tan bueno es que ese entusiasmo derive, como es muy frecuente, en mito, en publicidad errónea, en expectativas hinchadas (como recoge el famoso diagrama de Gartner), en mensajes confusos o erróneos hacia la ciudadanía y las empresas.

En muchos de esos mensajes exagerados e incorrectos, subyace con frecuencia la mera ignorancia, el afán de notoriedad o la pulsión de conseguir atención. Y, en otros, el interés comercial, el realzar una tecnología más allá de la realidad y, también con frecuencia, el desacreditar la tecnología anterior, entendiendo que eso ayuda a vender la nueva

Y, para esos casos, un gran antídoto es, aparte del conocimiento y rigor, la experiencia, que no deja de ser otra forma de conocimiento.


La experiencia y la perspectiva


La experiencia que tiene que ver con haber conocido las tecnologías anteriores e incluso las metodologías anteriores. 

En este último caso, es muy sano, por ejemplo, entender por qué surge la filosofía 'agile', para entender cuándo es realmente aplicable y cuando no y para poner en su justa medida los méritos y deméritos de una dirección de proyectos con enfoque predictivo o iterativo.

En el campo tecnológico, por ejemplo, resulta muy ilustrativo conocer la historia de cómo ha evolucionado la tecnología para análisis y reporting, desde los probablemente ya bastante extintos ODS ('Operational Data Store'), las bases de datos multidimensionales y el OLAP ('Online Analytical Processing'), los datawarehouse y la idea del Business Intelligence incluyendo data mining, para acabar en los Data Lakes, el Big Data y el Machine Learning, más actuales.

Y conocer un poco la historia de la inteligencia artificial nos ayudaría también, por ejemplo, a no acentuar en exceso el énfasis en la visión basada en datos, reconociendo que pese a ser ese el enfoque de más claro éxito actual, han existido y existen alternativas.  


La experiencia vital de la transición hacia lo digital


Pero otra perspectiva de esa experiencia, nos lleva a no sólo ver la tecnología como su conocimiento y su aplicación en empresas y administraciones, sino también a su impacto en nuestro modo de vida.

Y, en ese sentido, puede ser, de nuevo, interesante la experiencia y la perspectiva temporal para comprender mejor los cambios, quizá intuir el futuro (aunque eso es cada vez más difícil) y evaluar un poco la bondad o no del impacto de esas tecnologías en nuestra forma de vida.

Por ejemplo, para entender cómo ha cambiado lo digital, la aparición del smartphone y de las redes sociales a nuestras relaciones, como se estudia en el libro 'Alone together', conviene haber vivido cómo era el mundo cuando no te podías relacionar con otras personas a través de las redes sociales, de WhatsApp o de Teams una comparativa que, por ejemplo, ya no pueden hacer las generaciones más jóvenes.

En ese sentido, me ha llamado la atención la frase que vuelca Luciano Floridi en los prolegómenos de su libro 'The ethics of artificial intelligence'  cuando nos hace notar:


Future generations will never know what an exclusive analogue, offline, pre-digital reality was like. We are the last generation to have experienced it


Y es que, si nos paramos a pensarlo, es cierto. Las generaciones futuras, incluyendo la Generación Z y, casi, casi, los millenials, no han conocido lo que era el mundo cuando Internet, aunque existente, no estaba al alcance más que de muy pocos, cuando no había móviles y cuando no existían las redes sociales.

Y, en ese sentido, les falta, probablemente, perspectiva, para calibrar realmente el impacto de lo digital, y de la modificación en nuestras formas de vida, unas modificaciones que, en ocasiones, pueden incluso merecer una valoración ética.


Sin nostalgias ni superioridades


Pero esa experiencia hay que ponerla en su justo punto. 

De la misma forma que las nuevas generaciones no han conocido el mundo pre-digital, mi propia generación no ha conocido, por ejemplo, un mundo en el que ni siquiera existiese el teléfono, o que los coches fuesen escasos y las autovías o autopistas inexistentes o no hemos conocido un mundo en que, al menos en Europa Occidental, esté garantizado, con permiso de la economía, el estado del bienestar.

Valorando como importante, pues, la experiencia y la perspectiva, hay que evitar, por tanto dos tentaciones: la tentación de la nostalgia que nos lleva a echar de menos el mundo pasado como si fuese un mundo ideal, y la tentación de la superioridad, de creer, no sólo que ese tiempo fue mejor, sino que tenemos derecho a juzgar y despreciar a las nuevas generaciones por desconocer su pasado o por pensar que yerran en sus nuevas visiones de la vida.

Es mejor conservar el tesoro de la perspectiva y la experiencia mediante una comunicación continua y franca entre generaciones que, aparte de muy satisfactoria por sí misma casi en el terreno personal, nos puede ayudar a entender mejor nuestro mundo y tomar mejores decisiones. 


Conclusiones


Si queremos entender la situación real de nuestro mundo y nuestra sociedad, en general, pero en este caso especialmente a la naturaleza e impacto de la tecnología, es muy importante, por supuesto, el rigor, pero también la experiencia y la perspectiva temporal, la perspectiva que sólo da el haber vivido otras situaciones.

Y para conseguir que esa esa experiencia de frutos, necesitaríamos una comunicación franca y fluida entre generaciones.


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