Preguntas, preguntas, preguntas
¿Cambia, y quizá empobrece la tecnología en general y la inteligencia artificial en particular, nuestras capacidades cognitivas, nuestras capacidades para memorizar, para razonar, para reflexionar, para definir estrategias o para crear?
Dicho, quizá más 'a lo bestia': ¿Nos hace la Inteligencia Artificial más tontos? Y caso de respuesta afirmativa ¿debería preocuparnos? ¿Deberíamos preocuparnos por el auge de ChatGPT, o por mejor expresarlo, de la inteligencia artificial generativa de la cual ChatGPT es sólo como el primer síntoma y aldabonazo público?
Para algunas de las preguntas anteriores parecen existir respuestas. En concreto, la respuesta a la primera pregunta, si la tecnología, o por mejor decirlo, el uso de la tecnología, afecta a nuestros cerebros, parece existir razonable consenso de que la respuesta es afirmativa y en ese respecto existe, por ejemplo, la preocupación por el hecho de que el auge de la conectividad y las redes sociales, de elementos donde predominan los mensajes muy cortos como Twitter; Instagram o WhatsApp, por ejemplo, o el fenómeno del 'always-on' y el 'multitasking' están haciendo que perdamos capacidad de concentración, capacidad para fijar la atención mucho tiempo en una tarea y quizá para la reflexión profunda.
Para las otras preguntas la respuesta seguramente no esté tan clara.
En concreto, en este post me voy a fijar en la respuesta a la pregunta quizá más espinosa: suponiendo esa modificación y que esa eventual pérdida de capacidades cognitivas se produzca ¿debemos preocuparnos?
Probablemente cualquier lector tenga, al leer la pregunta, el impulso inmediato de responder con un rotundo sí: claro que debemos preocuparnos y claro que debemos hacer algo al respecto.
Y confieso que mi impulso personal es exactamente ese, preocuparme, y mi intención personal la de cuidarme para mantener mis capacidades cognitivas intactas e incluso potenciarlas en la medida que mi propia naturaleza y sobre todo mi edad me lo permitan.
Pero cuando lo pienso racionalmente, fríamente y con perspectiva, la respuesta me parece, sorprendentemente, menos clara. Y la argumentación, el razonamiento que me hace ver menos clara la respuesta racional, se basa en la idea de la externalización de funciones.
Recorramos poco a poco el argumento.
El ser humano autosuficiente
Si pensamos en el hombre primitivo, podemos pensar, con cierta seguridad, que era autosuficiente o bastante autosuficiente.
Depende, claro, de la época histórica concreta, de la zona concreta y de la cultura concreta, pero, sin meterme en análisis antropológicos profundos para los que no me siento capacitado, creo que no resulta difícil admitir que ese hombre primitivo era autosuficiente en el sentido de que reunía en sí mismo las capacidades que necesitaba para sobrevivir. Sabía recolectar frutas y plantas, distinguiendo las comestibles de las que no, sabía elaborarlas y cocinarlas, aunque fuese de manera tosca, sabía cazar, sabía encender fuego, sabía encontrar refugio, sabía defenderse de sus enemigos.
Es decir, cada persona era autosuficiente, tenía todas las capacidades que necesitaba para vivir y sobrevivir.
La división de funciones como externalización
Una primera externalización, probablemente muy temprana, se produce con la división de funciones.
En el ámbito familiar, y obligado parcialmente por la propia biología, por la maternidad y la crianza de los hijos, a la mujer le toca quedarse más tiempo en casa o en el poblado, y concentrarse en tareas domesticas o agrícolas. Y al hombre asume con más frecuencia las labores de caza o de guerra. Aventuro, y sólo aventuro porque me falta perspectiva histórica y antropológica para afirmarlo con certeza, que esta división, inicialmente muy práctica y razonable, evolucionada en el tiempo y adornada con elementos culturales, ha sido el origen de la discriminación posterior de la mujer. Pero ese es otro tema. Volvamos a la externalización.
Además de la división de funciones dentro de las familias, poco a poco se produce una cierta división de funciones dentro de las tribus y poblados. Y así, poco a poco, no todos los hombres son guerreros sino que algunos, por ejemplo se convierten en artesanos de la forja del hierro, el tratamiento de las pieles o lo que sea.
Y, claro, a medida que evoluciona esa división de funciones, el individuo pierde autosuficiencia y capacidades. Así, por ejemplo, las mujeres y los artesanos, se supone que pierden la capacidad guerrera, parte de la fuerza física, la destreza en el uso de las armas o la maña en la lucha.
¿Debería haber preocupado eso al individuo?
Pues en parte si, porque individualmente se hace más vulnerable, está más indefenso ante un eventual ataque. Y por su parte, los guerreros se hacen más dependientes, porque necesitan a los artesanos para que les hagan las armas que ellos ya no saben hacer o a las mujeres para que elaboren unos alimentos que ellos ya no saben cocinar.
Y, sin embargo, desde un punto de vista económico y social, en el fondo es un avance y enriquece y favorece a todos los miembros de la tribu, del poblado o de la ciudad en su conjunto.
La idea del apalancamiento
En el fondo, lo que ocurre es la idea del apalancamiento que se utiliza en el mundo empresarial.
Apalancarse es utilizar recursos externos, no propios. Así, se habla de un apalancamiento financiero cuando una empresa se endeuda (utiliza recursos financieros ajenos) y de apalancamiento operativo cuando externaliza trabajos (utiliza recursos humanos, técnicos y operativos de otras empresas).
¿Por qué una empresa se apalanca?
Pues porque eso le da mayor potencia, mayores capacidades. Si no hace apalancamiento financiero, por ejemplo, probablemente no tenga la capacidad de inversión necesaria para, no sé, abrir una nueva fábrica o lanzar al mercado una nueva línea de productos y servicios.
No hace falta ir muy lejos para entenderlo. Pensemos en la hipoteca de una casa. ¿Cuántas personas serían capaces de comprarse una casa sin recurrir a un préstamo bancario, a una hipoteca? Muy pocas ¿verdad?
Bueno, pues tener una hipoteca es una apalancamiento financiero y capacita a los individuos para adquirir una casa, es decir, les ha dado mayor potencia.
En cierto sentido, la división de funciones, el que otros se especialicen en hacer mejor que tú una tarea y recurrir a ellos es una externalización y una forma de apalancamiento, en este caso operativo.
Y te da mayor potencia.
La externalización en empresas
En el mundo moderno, la empresa es un ente fundamental de la vida económica y de la vida en general.
Y en estas sociedades modernas ya no externalizamos funciones normalmente en una persona sino en empresas. Las empresas se especializan en fabricar coches, o en cultivar cacahuetes, en transportar bienes y servicios o en limpiar calles, en ofrecer espectáculos deportivos o en publicar libros, en desarrollar software o en hacer anuncios.
Hemos llegado a una externalización masiva de funciones y capacidades y cada uno de nosotros es muy poco lo que puede hacer por si mismo. Dependemos, y dependemos mucho. El hombre moderno, si quedase fuera de su contexto, probablemente perecería.
¿Debemos preocuparnos?
Actualmente somos cualquier cosa menos autosuficientes, dependemos de todo el entramado social y económico. Individualmente hemos perdido muchas capacidades: apenas un puñado de personas saben hoy día encender un fuego, distinguir setas venenosas de las que no lo son, cultivar hortalizas, cazar, despiezar un animal para luego cocinarlo y comerlo y así un largo etcétera.
Y, sin embargo, no nos va mal, al menos si miramos a cómo le iba a nuestros antepasados. Si, hemos perdido capacidades individuales pero hemos ganado y mucho como sociedad... y como individuos que pertenecen a esa sociedad.
Y lo hemos hecho mediante apalancamiento, mediante externalización.
La externalización en la tecnología
¿Y la tecnología?
Pues es otra forma de apalancamiento.
El propio término apalancamiento viene de palanca, es decir una de las primeras máquinas sencillas que multiplican la fuerza de una persona.
Y es que la tecnología, en general, hace eso, potencia nuestras capacidades o nos da capacidades nuevas en las cuales nos apalancamos para ganar potencia aunque, con frecuencia, sea a costa de perder nuestras capacidades propias. En un caso muy sencillo, si utilizas palancas físicas, probablemente pierdas masa muscular en tus bíceps, porque los desarrollas menos. ¿Te preocupa? Probablemente, salvo que seas culturista, la respuesta es negativa.
En la tecnología más tradicional, por decirlo de alguna manera, una tecnología más mecánica y de ingeniería, las capacidades que externalizas suelen ser las relacionadas con trabajos físicos, con la fuerza y la habilidad para tratar y transformar materiales o elementos naturales físicos.
Pero claro, desde hace unas décadas surge la tecnología digital, las tecnologías de la información en donde lo más importante no es lo tanto lo físico sino lo lógico, no son los materiales sino la información.
Y eso nos lleva a externalizar en la tecnología no capacidades que tienen que ver con nuestra fuerza y nuestras habilidades, nuestro cuerpo, sino con nuestra memoria, nuestro pensamiento, nuestras capacidades cognitivas, nuestro cerebro.
Hemos asumido con facilidad y alegría la pérdida de ciertas habilidades cognitivas. Generalizadas primero las calculadoras y luego los ordenadores, ya no nos preocupa mucho no ser buenos en cálculo mental o no saber hacer con lápiz y papel una división o una raíz cuadrada.
Generalizado el uso de los smartphones con su agenda de contactos, no nos preocupa no recordar los números de teléfono de familiares y amigos, porque están en la agenda
Generalizado el uso de Google Maps o herramientas similares, no nos preocupa no saber ir en coche a distintos puntos de nuestra ciudad o de otra ciudad incluso en otro país porque ya nos guía Google.
Generalizado Internet, la Wikipedia o los buscadores, ya no nos preocupa mucho no recordar de memoria fechas históricas, nombres de personajes, conceptos o fórmulas, porque una búsqueda simple y rápida lo va a poner delante de nuestros ojos.
Estamos apalancándonos en tecnología digital y externalizando memoria y capacidades cognitivas.
Y, al hacerlo, vamos perdiendo en parte esas capacidades cognitivas a nivel individual, pero las ganamos como sociedad y, en cierto sentido también como individuos no de forma independiente y autónoma sino acompañados, claro, del smartphone y la conexión a Internet.
¿Debemos preocuparnos?
La siguiente externalización
Y ahora aparece la Inteligencia Artificial Generativa y su punta de lanza, ChatGPT. Y nos encontramos con una tecnología capaz de contestar a preguntas complejas, de crear textos o imágenes con solo unas pocas pistas, que es capaz de redactar una noticia, un correo, un post o un trabajo de clase. Que sabe o parece saber, desarrollar código, componer música o esbozar un guion cinematográfico. Que sabe resumir un texto, traducirlo o adoptar roles diferentes. Y que, por lo tanto podemos usarla, podemos apalancarnos en ella, para todo ese tipo de tareas y muchas más. Y eso solo para empezar a hablar porque tiene ya muchas más opciones y las que iremos descubriendo en el inmediato futuro.
Una tecnología que parece entender, integrar conocimiento, pensar y crear en ocasiones bastante mejor que el humano que la interroga.
Sin duda, se trata de un potente apalancamiento. Un apalancamiento en capacidades cognitivas que nos aporta la inteligencia artificial generativa. Y que, sin duda, nos potencia y nos hace progresar.
Pero ¿Qué estamos externalizando ahora? ¿Investigación? ¿Composición? ¿Abstracción? ¿Resumen? ¿Razonamiento? ¿Creatividad?
Quizá estamos externalizando capacidades cognitivas superiores, capacidades que con frecuencia hemos pensado que nos caracterizaban como humanos. Y al externalizarlas, puede suceder como con nuestra capacidad para encender un fuego, para distinguir las setas venenosas, o con el tamaño de nuestro bíceps. Es decir, podemos perder esas capacidades porque las hemos externalizado, en este caso en la tecnología generativa. A cambio, seremos más potentes como sociedad e incluso individualmente, pero sin separarnos, eso si, ni de nuestro smartphone, ni de la conexión a Internet ni de nuestra inteligencia artificial generativa.
¿Debemos preocuparnos?
Conclusiones. ¿Debemos preocuparnos?
Dejo la pregunta abierta.
Si seguimos el mismo razonamiento que con el resto de tecnologías y externalizaciones históricas, parece que no deberíamos preocuparnos. Que si, nos hacemos más dependientes y con menos capacidades en este caso cognitivas, pero que progresamos como sociedad e, incluso, como individuos, aunque aumentando nuestra dependencia, en este caso de la tecnología.
Tengo la sensación de que, en efecto, nos acostumbraremos y nos parecerá natural. Y mientras más joven sea la persona, con más naturalidad asumirá esa externalización y dependencia de la tecnología cediendo parte de las capacidades cognitivas propias.
Sin embargo, confieso que si pienso en mi mismo, 'no me hace gracia' esa pérdida de capacidades cognitivas.
No tengo claro si preocuparme o no, pero como aprecio mucho mi cerebro y capacidades cognitivas, como además estamos en el nacimiento de un fenómeno que no sabemos muy bien cómo va a evolucionar y como los 'experimentos es mejor hacerlos con gaseosa', aunque voy a utilizar sin duda y cada vez más la inteligencia artificial generativa y animo a todos a hacerlo, prefiero, al mismo tiempo, no delegar en exceso y seguir cuidando al máximo mi cerebro y mis capacidades cognitivas.