Se trata este de un post que se aparta bastante de mi línea editorial habitual. Un post que no trata de tecnología, aunque alguna se roce levemente. Que no habla especialmente del mundo de la empresa, aunque lo roce también y añore su disciplina y métodos.
Se trata de un post que, hasta cierto punto, habla de política. Sólo hasta cierto punto, porque no voy a, ni de lejos, mencionar ni decantarme por una opción, partido o ideología concreta, tanto por las directrices que en ese sentido a mi mismo me he impuesto, y que comento unas líneas más abajo, como porque realmente no es el objetivo que persigo
En realidad, lo que quiero es hablar de lo que considero la 'verdadera política', la que echo de menos, la que tiene mucho más que ver con gestión y con administración, que con discursos o elecciones. La que huye de posicionamientos estáticos, excluyentes y descalificantes para centrarse en lo que, de verdad, hay que hacer.
La política y yo
Desde hace muchos años, cuando empecé a participar en redes sociales, e incluso creo que antes, me impuse la norma de no tocar dos temas: política y religión. El motivo es que no espero nada positivo de un pronunciamiento en abierto sobre esos temas. Se trata de dos aspectos de la vida que deberíamos estar dispuestos a debatir pero, sin embargo, por algún motivo, especialmente paradójico en el caso de la política, parecen más ligados a lo emocional que a lo racional.
Considero prácticamente imposible convencer a una persona de unas ideas políticas diferentes a las que pueda tener de partida. Casi imposible. Y, a cambio, fácil hacer que se sienta ofendida, atacada o que te etiquete (una etiqueta bastante teñida de descalificación, por cierto) como de 'los otros', por decirlo de alguna forma, y rompa o perjudique una relación hasta ese momento, sencilla, fluida y cortés.
Con tan poco que ganar (nada, normalmente) y tanto riesgo que correr, simplemente creo que no vale la pena ni intentarlo, salvo en círculos muy reducidos y de confianza.
Y, sin embargo, crece en mí un paradójico interés por la política. Cada vez me interesa más estar al tanto de lo que ocurre a nivel tanto nacional como internacional en materia política. Oigo las noticias, me atraen las tertulias bien fundamentadas y, en círculos reducidos como digo, comento más que antes esa actualidad política.
Pero se trata, como también digo, de un interés paradójico, no tanto por esa prudencia que me he impuesto en cuanto a expresión pública de mis opiniones, sino porque es un interés al mismo tiempo fuertemente teñido de decepción y desesperanza.
La decepción y la desesperanza
¿Por qué esa decepción? ¿Por qué esa desesperanza?
Pues, simplemente, observo las acciones de nuestros políticos y dirigentes, muy en especial los españoles, claro, pero también los europeos o norteamericanos, y en última instancia a los mundiales, en general. Y no puedo evitar observar dos carencias muy generalizadas y terribles: falta de capacidad y falta de ética. Así de simple y así de duro.
Falta de capacidad porque les veo, de forma muy generalizada, sin los conocimientos de gestión necesarios. Conocimientos de derecho y de economía, de técnicas de gestión, de planificación, de gestión de programas, de control de costes etc y, según el área de trabajo, conocimientos específicos adicionales, quizá conocimientos técnicos en industria o energía, o de gestión de la salud para sanidad, o cualquier otro específico, por ejemplo, de un ministerio o concejalía.
Creo que los políticos, sin una gran formación en general, se ven más como máquinas de ganar elecciones, de construir discursos, de debatir con rivales y ganar voluntades, que como lo que realmente deberían aspirar a ser: gestores, o al menos gestores en potencia. Las elecciones, en los países en que existen, debería ser sólo, creo, el medio transitorio para elegir a los mejores gestores. Pero insisto que deberían ser mecanismos transitorios (y breves) de corta duración y foco, y no centrar gran parte de la preocupación y acción política.
Y detecto también falta de ética porque, aunque creo que aquí puede existir más variedad, no percibo motivos limpios en muchas de las acciones que llevan a cabo y discursos que pronuncian, por más que se nos venda la idea de la vocación de servicio. Creo que se guían y deciden en demasía guiados por su afán de crear un 'relato', de hacer daño a los rivales, por descalificar las ideas diferentes, por lucirse o por conseguir sus objetivos, generalmente de corto plazo, a costa de cualquier otra cosa.
Demasiado discurso engañoso cuando no directamente mentiroso, demasiadas trampas, demasiado juego sucio, demasiado objetivo indigno, demasiada descalificación, demasiada unilateralidad y eso sin entrar siquiera en el terreno de la corrupción, claro.
No hablo de un partido o líder concreto, que quede claro, hablo de todos, de la generalidad.
Imaginando otra forma de gestionar
Y me gusta imaginar, casi diría soñar, otra forma de hacer política.
Digo soñar, aunque parece que la palabra sueño se comparece mal con política, porque esa forma que deseo la percibo como un algo muy lejano, desgraciadamente inalcanzable, al menos a corto y medio plazo, el plazo que probablemente me sea dado contemplar con mis ojos.
Y eso que el sueño, en el fondo, es muy sencillo. Debería ser realmente moneda común.
Sueño, simplemente, con políticos éticos (no debería ser mucho pedir ¿no?) y que gestionasen los asuntos públicos con el rigor y las técnicas que se usan, por ejemplo, en el mundo de la empresa. Que trabajasen con objetividad y en base a datos y evidencias. Que decidieran con base no en ideologías apriorísticas, sino con base en hechos, cálculos y proyecciones. Sólo eso. No debería ser mucho pedir tampoco ¿no?
Quisiera menos palabras y más números. Quisiera menos discursos escritos y más powerpoint explicado y explicativo. Menos papel y más Excel. Quisiera menos afirmaciones grandilocuentes y más histogramas. Quisiera menos 'meetings' y más 'workshops'. Quisiera menos sesiones de seguimiento al gobierno, y más informes de evolución con datos y curvas, menos comisiones de investigación y más investigaciones de campo. Más modelos econométricos o sociales, más analítica descriptiva y si puede ser, predictiva. Más gestión. Mucha más gestión. Menos ruido y más nueces.
No debería ser tan difícil, me parece a mí...
Y no, no debería, pero creo que lo es. Por herencia y por cultura, más bien incultura, una incultura política demasiado asentada entre nuestra clase política y por desgracia también en nosotros, los ciudadanos, me temo.
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Y, a veces, fantaseando, me he preguntado, si yo tuviera la responsabilidad ejecutiva, si yo tuviera en mi mano marcar las prioridades y los esfuerzos del país durante, digamos, una legislatura (aunque creo que ese tiempo se queda bastante corto), ¿en qué me centraría? ¿Qué haría?
Sé que la acción política debe responder al día a día y a imprevistos y 'cisnes negros' como pueden haber sido recientemente la pandemia del COVID, el volcán de la La Palma, la guerra de Ucrania, o como pueden ser los incendios, pero prescindiendo de esas inevitables reacciones a lo actual e inmediato, creo que me centraría en cambios estructurales profundos, cambios que miran no ya a un par de años vista sino, probablemente, a décadas, aunque sus primeros resultados deberían ser mucho más cercanos. Cambios que deberían garantizar por un lado la sostenibilidad de logros de que disponemos en día pero que se encuentran en claro peligro y, por otro, poner las bases para la creación de un futuro bastante mejor y más próspero.
El programa de país
La verdad es que tampoco lo he pensado mucho, y es más que posible que me deje en el tintero algún tema relevante. Y también es cierto que temas hay muchísimos temas que abordar, y reducirlo, como he hecho, a una docena de acciones, es acotar bastante. Pero bueno, se trataba de priorizar ¿no?
Estas serían, en ese bote pronto, las doce líneas de acción prioritarias;
- Sostenibilidad a largo plazo del sistema de sanitario y social
- Sostenibilidad a largo plazo del sistema de pensiones
- Reestructuración energética
- Desarrollo de infraestructuras
- Normalización del empleo
- Ordenación de la inmigración
- Revolución del sistema de investigación
- Cultura y ayudas al emprendimiento
- Reforzamiento de instituciones y sistema legal
- Redemocratizaciòn
- Orgullo de país
Y, por cierto, al principio pensaba hablar de un 'plan de país'. Pero no es casual el que al final hable de un 'programa de país'. Por un lado, prefiero evitar un término, 'plan de país', que ya ha sido utilizado por nuestros políticos. Por otro, para aquellos familiarizados con la disciplina de dirección de proyectos, el término programa tienen significado, aunque quizá los más rigurosos me sugerirían que hablase de porfolio. Me gusta, en cualquier caso, la connotación de dirección de proyectos que la palabra programa conlleva, porque engarza muy bien con esa política como gestión que me gustaría encontrar y que echo muy en falta.
Sea como fuere, a continuación dibujo someramente la idea de cada línea de actuación, aunque en general son bastante evidentes.
1- Sostenibilidad a largo plazo del sistema sanitario y social
Creo que no somos suficientemente conscientes del tesoro que supone un sistema sanitario como el que disfrutamos en Europa Occidental en general y España en particular. Creo que no somos suficientemente conscientes de lo singular que es.
Pero tampoco somos conscientes, en absoluto, de lo caro que resulta, de lo ineficiente que es actualmente y del grave riesgo de quiebra que sufre tanto por su amplio alcance como por su ineficiencia, agravado por evoluciones demográficas que nos hablan de gran envejecimiento de la población.
Creo que algo tan serio y a la vez tan caro, se gestiona sin el rigor debido.
Los ciudadanos pedimos, no siempre con mucho criterio, más y más prestaciones sin pensar en lo que eso cuesta y los políticos tienden a concederlas, porque hacerlo es ganar votos y denegarlas es perderlos. Los propios profesionales de la salud prescriben pruebas, consultas y revisiones innecesarias que atascan el sistema y lo encarecen enormemente. El consumo farmacéutico, carísimo, se dispara, y no siempre justificadamente. No se conocen con claridad el coste de procesos y no se analizan suficientemente los datos disponibles.
Creo que urge un análisis serio y en profundidad con una perspectiva que, sin excluir, claro, lo clínico y lo humano, conceda mucha mayor relevancia a lo económico y lo operativo en busca de eficiencia y sostenibilidad en el sentido económico del término. Es, quizá, el punto del programa más crítico...y para el que veo menos voluntad política de afrontarlo. Porque es muy complejo, probablemente la operación de un sistema sanitario sea una de las operaciones más complejas que existen pero, además, porque probablemente, sea el electoralmente más arriesgado.
Lo malo, es que si no hacemos algo, en algún momento, no tan lejano, explotará, y por inconsciencia y falta de rigor, nos arriesgamos seriamente a perder el tesoro de que disfrutamos.
2 - Sostenibilidad a largo plazo del sistema de pensiones
Bueno, de este hemos oído hablar mucho últimamente y, sin duda, seguiremos oyendo hablar.
No estoy seguro si lo entendí bien, pero recientemente y a tenor de la ley presentada por el ministro Escrivá, escuché en un programa de radio que las pensiones se llevaban la mitad del presupuesto (tengo la duda, que no es menor, de si se trata de la mitad del presupuesto nacional o de la mitad del presupuesto en acción social, es algo que tengo que averiguar). Sea como fuere, se trata de un gasto enorme al que, por un lado, no nos gustaría renunciar, pero que por otro nos consume y que no es productivo. En términos financieros es mero gasto, no inversión.
No voy a juzgar la ley recién propuesta. Por un lado no la conozco en suficiente profundidad y, por otro, he dicho que no me voy a pronunciar de manera concreta sobre una opción política específica. Pero sí puedo decir que me desazona que, mientras un gobierno lanza una ley clave y la defiende a capa y espada, la oposición no esté de acuerdo en absoluto y diga que no es sostenible y la AIREF se muestre también claramente en contra. No es buena señal: o la ley no es rigurosa o no lo son quienes la critican. En cualquier caso es muy preocupante que no seamos capaces de consensuar, al menos aproximadamente, una opinión sobre un tema tan crítico y que tantos recursos nos consume. Otro tema que puede 'explotar' si no se actúa con rigor. Rigor económico, rigor de gestor.
Tornaría de nuevo a la petición de menos propaganda y más números, exceles e histogramas para intentar juzgar con criterio. Y objetividad, por favor, más objetividad, más números, más modelos, más histogramas y menos relato.
3 - Reestructuración energética
El tema energético creo que es clave. La energía mueve toda la economía, toda la industria, toda nuestra vida. Creo que esa reestructuración es clave en un doble sentido, un doble objetivo, una doble sostenibilidad.
Por una parte, por sostenibilidad del suministro. Sostenibilidad del suministro quiere decir que debemos garantizar ese suministro de la manera más eficiente y barata posible. Quizá es algo que dábamos por hecho, pero las problemáticas de suministro surgidas a raíz sobre todo de la guerra de Ucrania, nos han hecho ver que somos mucho más frágiles de lo que pensábamos en este tema. Es necesario garantizar el suministro con capacidades propias o con suministros de países cercanos y 'fiables'. Es lamentable no poder pensar a escala mundial en este tema del suministro, que sería lo suyo, pero razones geoestratégicas nos han demostrado que hay que mirar de forma más acotada.
El segundo objetivo, es el de la sostenibilidad medioambiental. Está claro que tenemos que abandonar, lo más rápidamente posible, las fuentes energéticas altamente contaminantes y desarrollar y optimizar las sostenibles: la solar, la eólica, el hidrógeno, etc. Pero debemos hacerlo con rigor económico y técnico. Puedo entender que el objetivo medioambiental nos pueda hacer optar por soluciones que no sean las más baratas ahora mismo, pero de todas formas, es ineludible no olvidar la lógica económica y, dentro de un margen, luchar por abaratar costes. Y debemos ser serios para valorar, con objetividad, tanto económica como medioambientalmente, opciones como la nuclear despojándolas de su 'sentimiento político' y siendo fríos y rigurosos.
Y, por cierto, como un subconjunto de este tema energético sería el impulso al coche eléctrico, algo para lo que existe ya un PERTE, pero que no parece que acabe de despegar. Estoy convencido que el coche eléctrico es difícil que tenga un rápido desarrollo si no hay apoyo público, especialmente para las redes de recarga así que, salvo que apostemos por el hidrógeno u otra energía limpia, que no parece viable a corto plazo, si queremos un transporte por carretera no contaminante, hay que apostar, pero en serio, por el coche eléctrico.
4 - Desarrollo de infraestructuras de transporte y comunicaciones
Me refiero a todo tipo de infraestructuras.
Estoy pensando, sobre todo, en transporte de personas y mercancías de manera terrestre (vehículos, trenes), marítimo (buques y puertos) y aéreo y también en transporte de 'información' y, por tanto, redes de telecomunicaciones.
Tengo la sensación de que no es este el apartado en que más flojo se puede encontrar nuestro país pero, aún así, siguen existiendo 'gaps' (basta con pensar en el tristemente célebre tren de Extremadura o el desastre reciente de los trenes hacia mi Asturias) pero, aún así, y aun dando por bueno que en general estemos bien situados en cuanto a infraestructuras de transporte creo que toda inversión en este punto es poca y que aún tenemos trabajo por hacer.
Este tipo de infraestructuras constituye un dinamizador absoluto de la economía y apoyan el desarrollo de todos los sectores. Dentro de las posibilidades, sería necesario invertir lo más posible en autopistas y autovías (nuevas o mejora y mantenimiento de las existentes), puertos e infraestructuras asociadas, trenes, normales y de alta velocidad al menos para pasajeros, etc
Y en cuanto a redes de telecomunicación, ayudar a los operadores para su adaptación y despliegue rápido de las nuevas tecnologías, llámese 5G, 6G o lo que tenga que venir.
5 - Plan hídrico
Quizá el plan hídrico lo podría haber hecho formar parte del desarrollo de infraestructuras, pero creo que vale la pena un apartado propio.
Es una triste realidad: España se está secando.
Y el agua es imprescindible para la vida humana, es imprescindible para la agricultura e, incluso, también para la industria.
No podemos quedarnos pasivamente viendo cómo cada vez tenemos mayores dificultades. Creo que hay que hacer un plan a medio plazo que probablemente suponga inversiones no menores. Sinceramente, no tengo conocimientos suficientes sobre el particular y no tengo claro si la solución son más embalses, más plantas desaladoras, más trasvases o qué, pero sí que hay que hacer algo.
Hay que, en primer lugar, y acudiendo a especialistas, determinar cuáles son esas mejores acciones y poner en marcha las inversiones y proyectos. Ya.
6 - Normalización del empleo
El tema del empleo, más bien del desempleo en España es endémico y sorprendente. No encuentro, y creo que no soy el único, una explicación razonable para que España, un país razonablemente próspero y cuarta economía de la Zona Euro, tenga ese desempleo endémico y que no depende ni de la orientación del gobierno de turno ni de encontrarnos en época de crisis o bonanza económica.
No encuentro una explicación clara y tampoco encuentro motivos que expliquen cómo, a pesar de ello, sobrevivimos razonablemente bien y no hay un estallido social. Hay muchas voces que apuntan a la existencia de economía sumergida y que el desempleo real es mucho menor que el que muestran las estadísticas. Hay quien apunta al papel de la familia como institución arraigada y que protege a las personas sin empleo.
No lo sé, pero no es admisible en cualquier caso.
Si la explicación es la economía sumergida, no lo podemos permitir. Luego hablaré del respeto a la legalidad pero, además, la economía sumergida no paga los impuestos que necesitamos para sostener las pensiones, el sistema sanitario o invertir en infraestructuras, por ejemplo.
Si la explicación es el papel de la familia, no puedo dejar de alegrarme de lo que tiene de valores humanos, pero no es admisible, en cualquier caso, poner sobre los hombros de padres, abuelos o hermanos el peso de una responsabilidad que, de alguna forma, debería cubrir el mercado.
La verdad es que, en este punto, confieso que no tengo un diagnóstico ni una propuesta clara. Sólo se me ocurre que algunas de las sugerencias anteriores como el desarrollo de las infraestructuras o algunas que vienen luego como favorecer el emprendimiento puedan crear un ambiente económico más favorable y creador de empleo.
7 - Ordenación de la inmigración
Este sea, quizá, un punto muy polémico por lo politizado.
La inmigración tiene una vertiente humana, una vertiente social y una vertiente económica y creo que es preciso dar una respuesta equilibrada a todos esos aspectos pero, sobre todo, los dos últimos implican análisis, planificación y, eventualmente, inversión.
Desde un punto de vista humano, tendemos a ponernos a favor de los inmigrantes, porque suelen venir huyendo de la pobreza, de la guerra o de la persecución política. Y es difícil no sentir empatía y tener el reflejo, muy loable, de la ayuda. Y eso es algo que, desde luego, hay que mantener. Pero es cierto que una inmigración desordenada genera problemas en forma de efecto señuelo para mafias y explotadores, problemas de integración y formación de guetos, problemas de delincuencia, de pobreza, etc.
Pero, aparte de por motivos humanitarios, incluso desde el punto de vista económico y demográfico, no tiene sentido para España rechazar la inmigración. La tasa de natalidad en España es alarmantemente baja, la pirámide poblacional está deformada e, incluso, aunque parezca paradójico vista nuestra situación en cuanto al empleo, existen puestos de trabajo que no se cubren. Eso hace que, desde un punto de vista exclusivamente demográfico y económico, incluso al margen de lo humanitario, necesitamos la inmigración.
Por tanto, las tres perspectivas apuntan al acogimiento al inmigrante. Sin embargo, creo que ahora mismo lo hacemos de forma reactiva, desordenada, a medida que 'van llegando' y muchas veces genera tantos o más problemas como los que resuelve.
Me parece lógico hacer una planificación que permita favorecer una inmigración ordenada, una inmigración legal, controlada y segura, que atraiga, además, a perfiles que necesitamos y que favorezca la integración social y cultural y que combata la inmigración ilegal y las mafias que la promocionan.
Es un tema complejo, y con carga emocional y, desgraciadamente, excesiva también carga ideológica y 'política'. Pero hay que tomárselo en serio y gestionarla, insisto gestionarla. Sin eludir lo sentimental y humanitario, pero gestionarla, con datos, planes y rigor.
8 - Revolución del sistema de investigación
Este es otro de los temas en que tengo más claro el problema que las vías de solución. Pero tengo bastante claro que hay que revolucionar todo el sistema de investigación español, probablemente europeo.
Es posible que implique más inversión en I+D, no digo que no y de hecho me encantaría que así fuera, pero lo que creo que hay que cambiar es cómo se estructura, cómo se gestiona y cómo se evalúa. Percibo al sistema investigador español como muy endogámico, muy cerrado sobre sí mismo, muy alejado de la empresa y del mercado. Adicionalmente, un entorno de trabajo muy inestable, donde investigadores y doctorandos sacrifican sus vidas y su talento a la espera de la última beca, la última subvención que les permita, durante unos meses más, seguir investigando, seguir trabajando, seguir haciendo su tesis, con salarios mínimos e inestables, sin una perspectiva a medio plazo ni investigadora, ni profesional, ni personal.
No es que sea malo hacer investigación básica, como creo que fundamentalmente se hace en España. Un cierta dosis tiene que existir. Pero es muy importante que la investigación y la innovación sirvan para algo. No se trata sólo de publicar 'papers', hacer doctorados y publicar tesis u organizar congresos y todo ello sometido al albur de la concesión de becas o presupuestos. La investigación debe estar, en último término, destinada a conseguir resultados, a hacernos progresar económicamente y como sociedad. Y si se queda en las publicaciones, si no se entrelaza íntimamente con las empresas, y es lo que creo que sucede ahora mismo, no cumple su función social y económica. Igualmente, si no puede establecer planes a medio plazo, se hace inestable, no fiable y, de nuevo, sigue sin cumplir su misión.
Por eso, y aunque confieso que no sé muy bien cómo se podría hacer, creo que hay que cambiar de arriba a abajo el mecanismo de gestión, financiación, seguimiento y evaluación de la investigación. Hacerla más estable pero también, y sobre todo, más realista, más productiva y más conectada con el mercado y la realidad social y económica.
9 - Cultura y ayudas al emprendimiento
Desgraciadamente, y aunque en los últimos años se ha mitificado hasta cierto punto la figura del emprendedor, creo que en España no tenemos una verdadera cultura de emprendimiento, de creación de empresas.
Y los emprendedores son, sin embargo, los verdaderos 'magos' de una economía productiva: personas que arriesgan sus ideas, sus bienes, su tiempo, sus energías y puede que sus ahorros para crear una empresa nueva y, con ello, no sólo obtener su propia forma de sustento sino, y sobre todo, crear actividad económica, crear riqueza y, con un poco de suerte, crear empleo.
Y de los emprendedores depende la existencia de empresas en el futuro, de empleo en el futuro e incluso en el presente. Y no pensemos que un emprendedor es sólo el creador de una startup tecnológica por más que muchas veces esas sean las que ocupen titulares y las que, personalmente, lo confieso, más me atraigan. Un emprendedor también es quien pone una nueva panadería o una tienda de moda. Un emprendedor es cualquier empresario, sí, empresario, que crea un negocio nuevo, sea más o menos grande, sea más o menos moderno, sea más o menos 'glamuroso'.
Declaro mi admiración por ese tipo de personas y denuncio que no promovemos el que existan y se arriesguen, no las ayudamos lo suficiente. Por un lado, existen las inacabables trabas administrativas. A pesar de algún intento por simplificar los trámites, estamos muy lejos de haber convertido en algo sencillo la creación de una nueva empresa.
Tampoco ayudan las cargas fiscales y de todo tipo que pesan sobre estas actividades e, incluso, sobre los autónomos, una forma aligerada de emprendimiento. Deberíamos simplificar la tramitación e introducir beneficios fiscales y de todo tipo a todo a aquel que se atreva a crear una nueva actividad económica desde cero.
Y, sobre todo, y más difícil, deberíamos cambiar los aspectos culturales que favorecen, especialmente entre los jóvenes, lo seguro, el convertirse en funcionarios, por ejemplo, y que penalizan o no incentivan la actividad emprendedora. Deberíamos dejar de ver a emprendedores y empresarios como explotadores. ¿No nos damos cuenta que apuestan su propia riqueza, su propia vida? ¿Y que si tienen éxito nos ayudan a todos? Hagamos un plan tanto de simplificación de la actividad emprendedora, como de incentivo de la misma y de modificación de 'clichés' culturales contrarios.
Y reconozcámosles y premiémosles, aunque para un emprendedor, entiendo que el éxito de su empresa es el mejor premio que pueden recibir.
10 - Refuerzo de instituciones y sistema legal
Lamentablemente, creo que en los últimos años se ha degradado todo el edificio institucional y legal español (probablemente no sólo el español, pero me quedaré aquí).
Por desgracia, hemos asistido a la manipulación y el descrédito de todo el sistema institucional y legal. En gran parte, y eso es lamentable y doloroso, promovido por los que deberían estar más interesados sen salvaguardarlo: nuestras autoridades políticas y judiciales.
Se han retorcido y llevado al extremo las leyes y el sistema judicial, buscando sus resquicios y debilidades. Se ha criticado, abiertamente, desde los poderes ejecutivos y legislativo al judicial, se ha eludido la responsabilidad de renovar el CGPJ, se han explicitado bandos ('progresistas' versus conversadores' en un poder judicial que debería estar al margen de esas batallas), se han concedido indultos sin sentido real, sólo por intereses, se han creado leyes torpes y mal elaboradas que generan efectos 'secundarios' adversos. Y así un largo etcétera.
¿Es que no nos damos de lo importante que es la fiabilidad del entramado institucional? ¿Es que no nos damos cuenta de la importancia de un sistema legal sólido y respetado con independencia de que nos gusten más o menos las leyes o instituciones en vigor? ¿Es que preferimos eludir un estado de derecho y confiarnos a dictaduras bananeras? ¿Nos hemos vuelto locos? ¿Nos hemos vuelto locos, o tontos, los ciudadanos, nuestros políticos y nuestros jueces? ¿No nos damos cuenta de que jugamos con fuego? ¿No entendemos que salimos de una dictadura hace menos de 50 años y que gracias a ese sistema institucional y legal disfrutamos de un estado de derecho, de garantías legales para las personas, los partidos y las empresas? ¿Preferimos volver a un estado dictatorial? ¿Preferimos la inseguridad jurídica? ¿La revolución¿ ¿Qué pretendemos? O es pura inconsciencia.
La degradación institucional es clara y lo peor es que la están promoviendo los principales encargados de velar por ella.
No sé cómo se resuelve esto, porque son culpables sobre todo nuestros políticos y nuestros jueces, incluso los medios de comunicación, pero en buena medida también nosotros, los ciudadanos, que somos inconscientes y permisivos, que aplaudimos o toleramos cosas que no deberíamos, cosas que deberíamos condenar sin paliativos, sin ambages y hacer pagar, como mínimo, en las urnas, si no antes y por otros medios.
No sé exactamente cómo resolver este tema, pero supongo que habría que promover algún tipo de pacto entre actores políticos e institucionales, una especie de acuerdo de estado que impidiese ciertas prácticas. Y acciones de mentalización y promoción en la ciudadanía.
Y quiero pensar, además, que si los otros elementos del programa, que buscan seriedad y gestión se llevaran a cabo, indirectamente se crearía un estado de consciencia y responsabilidad que nos llevaría también, insisto que por vía indirecta, a ser más serios con nuestro sistema institucional.
11 - Redemocratización
Aunque siendo niño, viví de primera mano la transición española, algo que, cuánto más tiempo pasa, y cuánto más comparo con las dinámicas en otros países, e incluso en la España actual, más admirable e increíble me parece: pasamos de una dictadura a una democracia plena en poco más de dos años o así.
Sin guerra, sin excesivos disturbios (aunque alguno sí hubo y muchísimos atentados), sin excesivos odios y consiguiendo hacer una sociedad unificada y cada vez más moderna aceptada y respetada por todas las entidades internacionales. En aquella época, y los años que la siguieron, en cierto sentido se mitificó la democracia. Quizá exageradamente. Pero era un ideal. Un ideal valioso. Un ideal que alcanzamos.
Miro ahora, y, como he comentado en el punto anterior, se desprestigian y mal utilizan las instituciones y el entramado legal. Se critican de forma furibunda todas las instituciones. Se ha producido la radicalización y el ataque desaforado y exagerado del que mantiene otras posiciones.
Aunque formalmente, y seguramente en la práctica, seguimos siendo una democracia, y una democracia consolidada, el talante de políticos, medios de comunicación e incluso ciudadanos, me parece cada vez menos democrático, cada vez menos respetuoso con la opinión diferente, con el partido o líder al que no votas, con las instituciones que, por lo que sea, con razón o sin ella, no te gustan.
No detecto el respeto, el respeto sincero y profundo a la opinión ajena que creo que está en la base de un sistema democrático. No se trata de que estés de acuerdo con esa opinión ajena, que te puede parecer errónea e incluso horrorosa. Se trata de que respetes que pueda existir, que tenga derecho a pensar que tiene razón y que todos, tú y quien no piensa como tú, pueda expresar esa opinión e intentar convencerte a ti o a otros, sin ser insultado, excluido o manipulado. Sin convertirse en un enemigo, sólo por ser alguien que piensa, tal vez equivocadamente, tal vez muy equivocadamente, de forma diferente a ti.
Como se trata de un tema cultural y, por desgracia, creo que de profundo arraigo, creo que el planteamiento sería similar al del punto anterior: un acuerdo de estado entre partidos y otras entidades para evitar ciertas actitudes, acciones y mensajes y, adicionalmente, una intensa actividad de comunicación y mentalización entre la ciudadanía.
12 - Orgullo de país
Finalizaría con un último aspecto de naturaleza también cultural.´
Somo un país particular, un país que en lugar de enorgullecerse de sí mismo, parece arrepentirse de ser quien es. Todas nuestra glorias históricas se desacreditan, no sólo por actores extranjeros, que también, sino por nosotros mismos. Hace no mucho vi una estadística, creo que a nivel europeo, que venia a decir que somos el país que menos se aprecia a sí mismo.
Es muy triste, es lamentable y es, en cierto sentido, inexplicable. Y, además, muy perjudicial.
Es cierto que el orgullo patrio es un elemento emocional y es cierto que en ocasiones se ha abusado de él. Es cierto que las glorias históricas, si la analizas en detalle, tienen luces y sombras. Pero no solo las nuestras, las de cualquier país. Pero mientras países como EEUU, Reino Unido o Francia, ensalzan a sus héroes y sus gestas (con las mismas o más luces y sombras que las españolas), nosotros nos encogemos, nos autocriticamos, destacamos lo malo, nos olvidamos de lo bueno y nos sentimos inferiores e incluso culpables.
Es algo emocional y se pudiera pensar que secundario, pero el orgullo, la fe en uno mismo, la motivación, estoy convencido que te hacen más feliz y, lo que quizá sea más importante, da alas al emprendimiento, a la investigación, todo aquello que sea crear algo nuevo y atreverse a pasearlo por el mundo.
Un país encogido, triste, desconfiado de si mismo, es difícil que brille en ningún terreno.
Estar orgulloso de ser español no es ignorar que no siempre nuestro país ha tenido éxito, no es ignorar que hemos perdido guerras y colonias, no es ignorar que hemos tenido malos reyes y malos gobiernos, muchos seguramente, no es ignorar que hemos hecho barbaridades en el pasado, que nuestros tercios sembraron el terror en Flandes o que no siempre fuimos muy humanos con los indios de América.
Estar orgulloso de ser español es, reconociendo eso, saber que también descubrimos y colonizamos América, que nuestro idioma que es el segundo más hablado del mundo, que la neurociencia tiene su base en las aportaciones de nuestro Ramón y Cajal, que tuvimos un espectacular un siglo de oro en las artes, que somos líderes en trasplantes, que nuestra transición política es objeto de estudio o que nuestros Pau Gasol y Rafael Nadal son, probablemente dos de los más grandes 'role model' que ha dado el deporte mundial.
Y, sin embargo, en el tiempo que he vivido, y ya es bastante, creo que sólo he visto a España sentirse orgullosa de ser España cuando ganamos el mundial de Sudáfrica en 2010. Que conste que yo también me emocioné con el gol de Iniesta, y que me sentí muy orgulloso. Pero un mundial de fútbol me parece poco como orgullo de país, la verdad.
Si queremos un programa de país exitoso, aparte de ética y profesionalidad, creo que es imprescindible el orgullo, el orgullo de ser lo que somos y el orgullo de lo que podemos llegar a ser.
Conclusiones: la esperanza
Decía al principio de este largo post, que, en el fondo, escribo este post y describo este programa desde la desesperanza, porque no veo ni ética, ni capacidad ni voluntad en nuestros líderes e instituciones políticas como para llevar a cabo algo parecido.
Y, sinceramente, tampoco veo en el ánimo y capacitación general de mis conciudadanos y de mi España ni la preparación ni la mentalización para hacerlo.
Pero, bueno, nunca se sabe.
Si hemos sido capaces de descubrir América, de fundar la neurociencia, de hacer una transición desde una dictadura y ganar un mundial de fútbol, a lo mejor también somos capaces de llevar a cabo este programa.