lunes, 7 de diciembre de 2020

Pensamiento humano versus pensamiento robótico: la paradoja de Moravec

A veces parece que la Inteligencia Artificial se acerca a la humana. Los avances en inteligencia artificial y robótica son tan impresionantes, que a veces nos puede producir la impresión de que estamos a punto de conseguir una suerte de 'sorpaso' robótico a las personas, que puede que estemos cerca de la famosa singularidad en que las máquinas superarán en inteligencia a las personas. 

Y, sin embargo, las cosas no son así. Las máquinas, los robots, están mucho más lejos de lo que parece de alcanzar la inteligencia de una persona. No me atrevo a pronosticar si alguna vez se producirá ese 'sorpaso' ni, caso de que éste sea posible, cuándo puede acaecer. Lo que sí me parece meridianamente claro es que aún no estamos en ese punto, ni siquiera demasiado cerca.

Podríamos concentrar en dos ideas, esa lejanía de las capacidades cognitivas robóticas frente a las humanas. Y ello basándonos en dos conceptos antiguos de la inteligencia artificial.


Inteligencia artificial fuerte y débil



En primer lugar la famosa distinción entre inteligencia artificial fuerte y débil. La primera, la inteligencia artificial fuerte, la que podría suponer una verdadera superinteligencia capaz de superar a la humana, es una inteligencia de propósito general, capaz, como la humana, de tratar con todo tipo de problemas y situaciones, que lo mismo resuelve un problema matemático que cuenta un chiste, que es capaz de jugar al ajedrez, pero también de captar un doble sentido. La inteligencia artificial débil, por su parte, es una inteligencia artificial que se concentra en problemas concretos: la detección de objetos, el reconocimiento de personas, el entendimiento del lenguaje. etc. Y lo cierto es que todavía nos encontramos en el punto de la inteligencia artificial débil, la que resuelve esos problemas concretos.

Bien es cierto que esos problemas que resuelve la inteligencia artificial débil son problemas complejos y de mucho mérito. Es cierto que cada vez sabemos hacer más cosas mediante inteligencia artificial y que el desarrollo se produce de manera rápida. Es cierto, incluso, que cada vez integramos en un mismo robot o en un mismo software mayor número de capacidades inteligentes individuales. Los robots avanzados, por ejemplo, incluyen capacidades de procesamiento y generación de lenguaje natural, unidad a capacidades de visión artificial y también capacidades ligadas a la planificación y gestión del movimiento. Todo ello unido nos impresiona y parece acercarnos a esa visión del humanoide robótico completo. Pero, aunque los avances son innegables e impresionantes, esa especie de inteligencia artificial integrada no es aún, diría que ni de lejos, una inteligencia artificial realmente fuerte.


La paradoja de Moravec



Hans Moravec
Y algunas de las dificultades para conseguir esa inteligencia artificial fuerte parecen guardar relación con la ya muy antigua paradoja de Moravec, la segunda idea que quería mencionar. Y es que, según este famoso investigador de origen austriaco, se produce la paradoja de que cosas que para los humanos son muy complicadas, como por ejemplo, el juego del ajedrez o los cálculos matemáticos, son sencillas para las máquinas y nos superan en ello. Pero, sin embargo, cosas muy sencillas para los humanos, capacidades relacionadas sobre todo con la percepción y entendimiento del entorno, el contexto o el sentido común, resultan extraordinariamente complejas para las máquinas.

El origen de la paradoja parece residir en que esas capacidades cognitivas humanas a las que no concedemos importancia porque todos las poseemos, y creemos por que ello que son capacidades básicas y sencillas, no lo son en absoluto, sino que son extraordinariamente complejas, mas que esas otras que consideramos más avanzadas. El motivo parece ser de una especie de aprendizaje evolutivo.

Las capacidades más básicas, las que tienen que ver por ejemplo con la percepción del entorno y su entendimiento de manera global, son capacidades muy antiguas, que compartimos en buena medida con los animales, y que se han ido afianzando y perfeccionando a lo largo de milenios y milenios de evolución y selección natural pero que heredamos de manera natural al nacer. Nos vienen dadas, si, pero fruto de un aprendizaje y optimización milenarios. 

Por el contrario, las capacidades que consideramos más avanzadas, más intelectuales, más plenamente humanas, son relativamente recientes en el panorama evolutivo. Podemos decir que son más avanzadas, y en cierto sentido lo son, porque se apoyan en las anteriores, pero a nivel de su estructura interna, de su mecánica cognitiva, son en realidad más sencillas, más fáciles de entender y, sobre todo, y para lo que nos interesa, más fáciles de emular en una máquina inteligente. 


En conclusión



Deslumbrados por la capacidad de la inteligencia artificial e incluso de disciplinas de computación más sencillas, para emular y superar el razonamiento humano en esas capacidades aparentemente superiores, creemos hallarnos cerca de la inteligencia general, pero la dificultad para emular las capacidades cognitivas humanas básicas, las que nos parecen inferiores pero en realidad son mucho más sofisticadas, nos baja a la realidad y nos hace ser conscientes de que, a pesar de los innegables y fantásticos avances en robótica e inteligencia artificial, aún estamos lejos de ese 'sorpaso', y más aún de la famosa singularidad, caso que sea, siquiera, posible.


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