En seguida comento la experiencia, pero antes quisiera introducir o repasar algunas ideas.
La ética de la inteligencia artificial
Desde hace ya unos cuantos años, el debate sobre la ética de la inteligencia artificial está presente entre nosotros. Pero no se trata sólo de que se haya convertido, simplemente, en un tema 'de moda', que lo ha hecho, o de algo de lo que se habla simplemente...porque es de lo que habla todo el mundo, cosa que también sucede. No, además, de eso, y más allá de modas y superficialidades, también ha conducido a resultados prácticos, tangibles y que seguramente debemos celebrar.
Así, ha dado lugar el desarrollo de técnicas y soluciones para, por ejemplo, detectar sesgos, para proteger la privacidad, etc.
También ha hecho que fabricantes, como por ejemplo, OpenAI en su ChatGPT, incluyan protecciones (los famosos 'guardrails') para evitar que su producto estrella produzca resultados inadecuados (en lo ético, me refiero, aunque se pueden usar para conseguir más objetivos).
Igualmente ha llevado a regulaciones, como el famoso Reglamento de la Inteligencia Artificial de la Unión Europea. Incluso, algunas empresas han adoptado esquemas de gobierno bajo la filosofía de 'ética por diseño' buscando crear unos procesos de producción de soluciones de inteligencia artificial que aplican criterios y filtros éticos en todo el ciclo de vida.
El diálogo ético
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En el origen de algunos de estos resultados, se encuentra un diálogo, un debate y un análisis previo. Así, y a modo de ejemplo, unos años antes de aprobar el Reglamento de la Inteligencia Artificial, la Unión Europea ya había reunido a un grupo de expertos para producir un primer resultado fruto del diálogo ético: las "Directrices éticas para una IA fiable".
Sin embargo, creo que el diálogo ético ha sido insuficiente o, quizá, por mejor decirlo, debería continuar y ampliarse. ¿Por qué? Pues porque todavía quedan debates éticos sin resolver y, lo que sobre todo quiero traer a colación en este post, porque hay actores importantes que no han participado aún en ese diálogo.
Problemas éticos sin resolver
Queda todavía muchísimo camino por recorrer, por supuesto, en materia de resolver problemáticas éticas como la privacidad o los sesgos. Sin embargo, en la mayoría de las problemáticas digamos 'clásicas' de la inteligencia artificial, como las dos mencionadas, y si nos circunscribimos al ámbito occidental, fundamentalmente Europa, el debate ético está cerrado: sabemos qué valores queremos proteger y sabemos lo que consideramos correcto e incorrecto desde un punto de vista ético (otra cosa es la implantación de esos criterios en lo regulatorio o en la aplicación práctica por parte de empresas, administraciones y usuarios). Pero, insisto, desde un punto de vista de debate ético, creo que lo podemos considerar casi cerrado.
Pero en la inteligencia artificial, y en lo que voy a mencionar, en la robótica, existen una serie importante de debates éticos que no creo resueltos. Debates relacionados en buena medida con nuestra relación con las máquinas, en la dependencia de ellas o en el establecimiento de relaciones afectivas con robots o chatbots.
Se trata de problemas complejos desde todos los puntos de vista y no existe, creo, ni el suficiente debate, ni el suficiente consenso ético.
Y ese es uno de los motivos por lo que el diálogo ético debe continuar y se debe profundizar en él.
La experiencia: jornadas sobre la relación de la teología y la IA
Al comenzar este post mencionaba una experiencia interesante. Bueno, pues la experiencia es que fui invitado por la Universidad Pontificia de Salamanca a participar como ponente dentro del marco de las LVII Jornadas de Teología, que este año exploraban el tema: "IA y teología: una relación a construir".
Confieso que recibí con ilusión, pero también con mucho respeto, la invitación. Aunque estoy acostumbrado a hablar (e impartir docencia) sobre ética de la inteligencia artificial, el escenario, y el público, eran muy diferentes: en este caso hablamos de unas jornadas de teología, donde el público estaba compuesto mayormente por sacerdotes, muchos de ellos profesores de campos como teología o antropología, y seminaristas. Y, además, examinado del currículum de otros ponentes, veía que predominaban altas autoridades de la iglesia y/o catedráticos.
Desde luego, un público y un contexto muy diferentes a los que frecuento.
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| El escenario: aula magna de la Universidad Pontificia de Salamanca |
Y el escenario, precioso, también era impresionante: el aula magna de la Universidad Pontificia.
Conocer el terreno
Es importante en cualquier circunstancia conocer el terreno que pisas. Considero para mí un deber, y también sucedió en este caso, informarme sobre el contexto en que me movía. En realidad es algo que hago siempre antes casi de cualquier presentación o de impartición de una clase o materia sobre un tema que no frecuento.
En este caso, por ejemplo, me leí dos libros de teología. El primero 'Iniciación a la teología', cortito pero, en mi opinión, demasiado abstracto y alambicado para constituir una verdadera iniciación. El segundo, 'Esta es nuestra fe: teología para los que no frecuentan la teología', este sí, llano, fresco, sencillo y agradable de leer y que sí que recomiendo a cualquiera interesado en informarse sobre la teología cristiana, sea creyente o no.
Más importante que eso, me leí también el documento 'Antiqua et Nova', que creo que es la mayor reflexión hasta la fecha publicada por la Iglesia católica en materia de inteligencia artificial y que, de hecho, se presentó en las jornadas y se citó abundantemente.
E, incluso, un artículo cuyo conocimiento debo a Javier Barraca, publicado en La Razón, el día antes de inicio de las jornadas y en que se informaba de que el papa León XIV había publicado una carta apostólica, titulada "Diseñar nuevos mapas de esperanza" y que, en el contexto de la educación, menciona la tecnología y la inteligencia artificial.
Mi planteamiento
En mi ponencia, que tenía que ser corta, introducía muy rápidamente ideas sobre la tecnología y su papel en el progreso y unas muy breves pinceladas sobre lo que es la inteligencia artificial y qué puede hacer.
De ahí saltaba a identificar los problemas éticos más conocidos de la inteligencia artificial, problemas sobre los que, como he indicado más arriba, tenemos razonablemente claro lo que es correcto y lo que no.
Y luego pasaba a algo que me apasiona, a lo que he dedicado mucho tiempo de lectura e investigación en los últimos años y a lo que dedico una parte importante de mi tiempo en OdiseIA (Observatorio del Impacto Social y Ético de la Inteligencia Artificial): las relaciones con las máquinas (especialmente con los robots) y todo lo que tiene que ver con las implicaciones emocionales. Un ámbito, precioso y retador en lo intelectual, pero donde no existe ese consenso sobre los criterios éticos, quizá porque todavía no hemos asimilado el fenómeno.
Y luego venía lo que, en mi opinión, era lo mejor y más importante: el papel de la ética en todo esto, contestar a la pregunta de si debemos humanizar a las máquinas o robotizar a las personas (ese era el título de la mesa en que yo participaba) y, sobre todo, sobre todo, muy sobre todo, el papel y la implicación, siempre en mi opinión, de la teología e iglesia cristianas en esta materia.
Cuando el tiempo no es lo importante
Pero ahí se produjo un borrón, el único en un par de días que en todo lo demás fueron extraordinarios: mi ponencia fue interrumpida bruscamente, lejos de haberla culminado y sin poder enviar los mensajes más importantes.
En una acción que considero equivocada, el moderador, obsesionado por el tiempo, y mucho más pendiente del reloj que del mensaje y del verdadero avance de la mesa, no me permitió continuar más que dos brevísimos minutos.
Confieso que yo sabía que me iba a pasar de tiempo. No en vano ya había ensayado varias veces la presentación, la última esa misma mañana y dos veces más la noche anterior, y sabía que me iba a exceder en unos minutos (entre cinco y diez).
Pero en esa noche anterior había decidido que si, que intentaría no adornarme para ir directo al grano e intentar no sobrepasar demasiado el tiempo asignado pero no, no iba a recortar nada como era mi plan inicial. Al fin y al cabo contaba también con el colchón de minutos del tiempo de preguntas y del tiempo de descanso.
Y decidí no recortarla porque, tras escuchar durante toda la primera jornada las exposiciones de los ponentes, y quizá más aún, las preguntas de los asistentes, sentí que era muy importante que les contase todo lo que traía conmigo: necesitaba que entendieran, de verdad, qué es y qué puede hacer realmente la inteligencia artificial, en qué punto estamos a nivel ético fuera del entorno católico y, sobre todo, sobre todo, lanzarles unos mensajes, en gran medida motivadores, pero también con deberes claros y muy necesarios.
Lágrimas en la lluvia
Me resulta difícil explicar la frustración y el desconsuelo que arrastro desde ese día por no haber podido culminar la presentación. No se trata sólo del desperdicio de las muchas horas que dediqué a la ponencia, en realidad eso es lo de menos, se trata de algo mucho más importante.
Se trata de que era una ocasión y un escenario únicos para un mensaje en mi opinión necesario y potente y que, además, estaba completamente personalizado para el público asistente.
Como decía más arriba, no son unas jornadas de teología mi territorio habitual y nunca hasta ahora me había dirigido a un público de sacerdotes católicos. Y como no es mi territorio natural. es muy difícil que vuelva a estar en una situación similar y que pueda lanzar el mensaje que traís. Así que como dice la famosa frase de 'Blade Runner":
todos esos momentos se perderán, como lágrimas en la lluvia
Más que momentos, en este caso se perderán, mensajes, ideas, por los que, metafóricamente, quizá valga la pena llorar para añadir más caudal a la lluvia.
La necesidad de ampliar el diálogo ético
Hecho ese dolido apunte, rescato una parte, sólo una pequeña parte, de lo que tenía en mente y de alguna forma explicitaba en ese mensaje final perdido: la necesidad del diálogo ético, y la necesidad de incorporar a actores que no han estado presentes en el diálogo ético hasta ahora, en este caso, la Iglesia católica.
Al parecer, y bajo el impulso del Papa León XIV, la Iglesia católica está reflexionando y va a reflexionar más, sobre la inteligencia artificial y, como ya ha hecho en la 'Antiqua et nova', entiendo que emitirá nuevos juicios y criterios en forma de cartas apostólicas, encíclicas o discursos papales.
Pero lo cierto es que hasta ahora ha estado bastante ausente o esa es mi percepción. No participó, por ejemplo, hasta donde yo sé, en la redacción de las guías éticas que precedieron al Reglamento de Inteligencia Artificial de la Unión Europea.
Como tampoco, hasta donde se me alcanza, han estado presentes otras iglesias o religiones: ni protestantes, ni judías, ni islámicas, siempre que yo sepa.
Y me pregunto, porque en este momento no se me ocurre, qué otros actores relevantes pueden haber quedado fuera hasta ahora en el diálogo y debate ético sobre inteligencia artificial.
El mensaje
El mensaje iba mucho más allá, pero al menos quiero dejar esa idea de la incorporación al diálogo ético de la Iglesia católica y, en general, de las religiones.
Aunque mi verdadero mensaje, en su completitud e integridad se ha perdido en gran medida. no pude resistir la tentación, el Viernes, al día siguiente de finalizadas las jornadas, de publicar en mis redes un vídeo con la presentación completa, lo que se vio, y lo que no se vio.
Es éste:
No, pese a que se pueden ver todas las trasparencias, no se puede más que intuir el mensaje, el mensaje íntegro, porque eran muy importantes las palabras con que pensaba acompañar las trasparencias finales, unas palabras que, como lágrimas, se han confundido ya con la lluvia.
Conclusiones
Aunque llevamos varios años con un intenso debate ético en torno a la inteligencia artificial y aunque a lo largo de esos años tenemos resultados tangibles en forma de propuestas, regulaciones, modelos de gobernanza y tecnologías, lo cierto es que el debate ético no ha finalizado.
No ha finalizado porque quedan cuestiones sin resolver, o al menos sin consensuar, y porque nos han faltado actores relevantes en ese debate, siendo las religiones, y en concreto la Iglesia católica, uno de ellos.








