miércoles, 13 de enero de 2021

El doble papel de la emoción en la robótica

Un área de conocimiento en el que llevo varios meses investigando y formándome, por motivos que mezclan lo vocacional con lo profesional, es la relación entre robots y personas fundamentalmente en entornos no necesariamente laborales ni productivos, sino domésticos y del día a día. Ese área de conocimiento cae bajo los paraguas conceptuales de Human-Robot Interaction (HRI) y Computación afectiva ('Affective computing').

En ese tipo de relaciones entre robots y personas fuera de los ambientes industriales cobra mucho interés el campo de la detección y gestión de las emociones, un campo, además, apasionante en lo tecnológico pero también en lo psicológico y neurocientífico.

Ya hace unas semanas explorábamos en este blog cómo era posible que un robot detectase emociones humanas y, un poco antes, por qué debería un robot manejar emociones, donde se apuntaban cuatro motivos que tenían mucho que ver con la mejora de la interacción del robot con el usuario, con las personas.

Avanzando un poco en mi investigación encuentro ahora un planteamiento parecido en el libro coral 'The Oxford Handbook of Affective Computing'. En el capítulo dedicado al afecto en la interacción entre humanos y robots, y en un capítulo firmado por Ronald C. Arkin y Lilia Moshkina,  se analiza el papel de la emoción en la robótica y se identifican dos roles importantes.

Por un lado, apuntan a lo que denominan el comportamiento adaptativo para la supervivencia. Dicho así, suena muy aparatoso pero, en el fondo, a lo que se refieren es a que los humanos, como ya hemos visto, tendemos a antropomorfizar todo aquello con lo que interactuamos, en este caso robots. Y como parte de esa antropomorfización, tendemos a atribuir intenciones y emociones al robot. Ya que eso es así, ya que le atribuimos emociones al robot aunque no las tenga en absoluto, mejor gestionarlas de manera explícita, y de esa forma adaptar mejor el comportamiento del robot a su entorno, en este caso, un entorno humano e incrementar, de alguna manera, su posibilidad de 'supervivencia'.

En segundo lugar el rol de las emociones, de la gestión de las emociones, es mejorar y enriquecer la la relación (los autores hablan del 'ancho de banda' de esa relación) mediante el uso de comunicación no verbal creando así una relación mucho más fuerte.

De estos dos roles, los autores consideran que el primero está realmente fuera del campo de HRI (Human-Robot Interaction) mientras el segundo entra de lleno en esa disciplina.

Aunque hay muchos matices e implicaciones dependiendo del caso de uso, incluyendo en esos matices aspectos técnicos, psicológicos e incluso éticos, parece claro que el objetivo principal del manejo de emociones en la interacción entre personas y robots es, simplemente, mejorar esa relación.


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